Capilla Bautismal de la Mezquita-Catedral de Córdoba

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La Capilla Bautismal de la Mezquita Catedral de Córdoba, conocida anteriormente y desde los tiempos de su fundación con el nombre de Capilla de San Matías, se encuentra ubicada entre las capillas del muro de levante del templo catedralicio cordobés.

Fue fundada en el año 1411 y entregada por el Cabildo Catedralicio para poder ser utilizada como panteón familiar por el caballero veinticuatro de Córdoba Don Fernán Gómez de Herrera, mayordomo del condestable Ruy López de Ávalos. Ambos participaron en la toma de Antequera, ocurrida en 1411. Tras ser fundada, la Capilla tomó el nombre de San Matías.

Tiene planta rectangular y está cubierta por un artesonado que diseñó especialmente para ella el arquitecto Ricardo Velázquez Bosco. La pila sacramental del Bautismo se halla colocada en el centro de la Capilla, lugar a donde fue trasladada en el siglo XVIII, cuando el obispo franciscano Fray Alfonso de Salizanes y Medina decidió edificar la nueva Capilla de la Concepción de Salizanes o del Santísimo Sacramento de la Mezquita Catedral. El traslado lo comunica una inscripción colocada en la reja de entrada que posibilita el paso a la Capilla.

El retablo de la Capilla, situado en el muro derecho, está todo él pintado al fresco, representa arquitecturas simuladas, como columnas salomónicas, y fue realizado por el artista Pedro Moreno. De los tres cuerpos estructurales, el ático del Retablo presenta un escudo ovalado, el intermedio un luminoso parque celestial y en el más inferior se encuentra una representación del Padre Eterno, que recibe de labios de un etíope unos sencillos versos. Entre el ático y el cuerpo intermedio del Retablo una inscripción contiene un pasaje de un salmo: "Pluviam voluntariam segregavis Deus heretati tuae."

En el muro frontero a la reja de ingreso cuelga un lienzo firmado por Vicente Carducho en el que se representa la Aparición de la Virgen y San Pedro a los discípulos de San Hugo.

El caso del entierro del perro

La Capilla Bautismal fue la protagonista de un curioso incidente, verídico al menos en parte, ocurrido en la ciudad de Córdoba en el año 1586, conocido como "Caso del entierro del perro". La Capilla, que era patronato de la familia Herrera aún en esa época, fue el lugar en el que en 1586 iba a ser enterrado el caballero propietario de la Capilla en ese momento, que era descendiente del fundador Don Fernán Gómez de Herrera. Al fallecer en 1586 el propietario, el cadáver desapareció, justo cuando acababa de expirar. En vista de ello, los miembros de la familia Herrera, viendo que el cadáver no aparecía, decidieron matar a un perro lebrel, amortajarlo y enterrarlo en la Capilla Bautismal, llamada en aquella época Capilla de San Matías, con todos los honores y ritos correspondientes. Las autoridades religiosas no sospecharon nada del engaño maquinado por los miembros de la familia.

Todo pareció acabar ahí, pero a los pocos días de sepultado el perro en el puesto del amo, se comenzó a propagar por toda la ciudad de Córdoba que el cuerpo del caballero se lo habían llevado unos demonios y que en la supuesta tumba del caballero en la Mezquita Catedral en realidad, reposaba un perro. Las autoridades eclesiásticas comprobaron si los rumores eran ciertos y al abrir la tumba y encontrar el cadáver del perro, comprobaron la veracidad de la historia. El cadáver del pobre animal fue arrojado al río y la familia Herrera, avergonzada, se ausentó de la ciudad durante algún tiempo. El Obispo de Córdoba, que a la sazón era Don Antonio de Pazos y Figueroa, dispuso que a partir de entonces antes de los entierros se verificase la presencia de los restos mortales de los difuntos llevándolos en andas y yendo con el rostro descubierto.

Poco tiempo duró esta orden del Obispo Pazos, pues en junio de 1586 el Consejo de Castilla expidió una cédula por la que se ordenaba que el Obispo Pazos no debía disponer novedades en el ceremonial de los sepelios. No obstante el contenido de la Cédula, el prelado dispuso que en el momento de dar sepultura a los cadáveres, se abriesen las cajas mortuorias y que los sacerdotes presentes en los sepelios diesen fe de estar allí los cadáveres.

Aunque la familia Herrera volvió posteriormente a Córdoba, abandonó el patronato y nadie volvió a enterrarse en la Capilla de San Matías, conocida actualmente como Capilla Bautismal.

Bibliografía

  • VV.AA. Guía artística de la provincia de Córdoba. El Grupo Arca. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Córdoba. 1995.
  • Salcedo Hierro, Miguel. La Mezquita, Catedral de Córdoba. Publicaciones de la Obra Social y Cultural de Cajasur. Córdoba. 2000.

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