El Buzo
Cuando en el Molino de Martos aún entraba agua por las acequias y zúas provenientes de los Peñones de San Julián, existió un molinero llamado Antonio Caballero Prieto que estaba como encargado del mismo. Se distinguió por ser buzo y barquero durante más de cuarenta años, periodo de tiempo comprendido entre las décadas diez a cincuenta del siglo XX.
Su vocación marinera quedó en el Guadalquivir, ésta la ejerció al salvar a muchas personas de un ahogamiento seguro. Su máxima valentía le permitió una hazaña heroica en una de las subidas más grandes conocidas por el Guadalquivir allá por el año 1917.
Según contaba Antonio, salvó a cuatro hombres que estaban completamente aislados en el Tejar del Carmen, efectuando el rescate de la siguiente manera:
- La crecida del Guadalquivir fue impresionante en aquel años de 1917, nadie quería salvarlos y yo me decidí. Fui con una barca pequeña y cuando volvía con dos de ellos se rompieron los remos. Entonces tuve que regresar la Tejar llevándolos a nado. Realice un nuevo intento con otra barca y así pude salvarlos. Y además, los rescaté a las tres de la madrugada gracias a que había plena luna llena. Había muchas personas observando la operación. ¡Qué momento aquel!
El buzo, continuaba comentando:
- Aquella hazaña me trajo muchas incomodidades. Vinieron periodistas y fotógrafos, y a cada momento tenía que ir al Tejar para retratarme allí. Publicaron reportajes en ABC, Ahora, Blanco y Negro… ¡En todas partes!
Antonio El Buzo acababa su relato salvador con estas palabras:
- Me propusieron para una medalla, y así lo acordaron, pero aún la espero, todo quedó en papeles. Lo que conseguí fueron 210 pesetas.
- En mi vida larga de buzo y barquero he salvado a unas seiscientas personas. Por parte de los rescatados apenas tuve agradecimiento. Muchos decían: ¡Estoy vivo, estoy salvado! Parecía que ellos mismos lo habían conseguido por sus propios medios. La verdad que yo me lanzo al agua sin interés alguno, simplemente por creer es un deber humanitario.
Comentaba que en su “piscina” del Molino de Martos nunca se había ahogado nadie mientras estuvo de buzo. Igualmente añadía, el hacer a la perfección el “salto del ángel” desde el trampolín instalado en el molino.
El Buzo del Molino de Martos siempre exponía su vida valientemente sin esperar nunca recompensas. Su única satisfacción estuvo en el bien realizado. Personas de este calibre merecen tener un recuerdo para la posteridad.
Principales editores del artículo
- Ildelop (Discusión |contribuciones) [2]
- Aromeo (Discusión |contribuciones) [2]