El Mesto y su leyenda (el origen)

De Cordobapedia
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Año 1230 DC, Ibn Hud, también llamado Abén Hud, reyezuelo de la taifa cordobesa entre otras, y a la postre último soberano musulmán de Córdoba, se encuentra de caza por la campiña (Al-Qambaniya) acompañado de otros nobles de la ciudad y de su nutrida guardia y séquito personal, entre ellos su lugarteniente y mano derecha Abú Hassan. Ha oído contar en la Corte que en estos territorios al sur de Qurtuba, donde, por la bondad de las tierras, las encinas son más grandes y majestuosas que en la sierra, también se hallan los más hermosos venados y jabalíes de todo Al-Ándalus y quiere abatir alguno de ellos. Después de pasar la noche en el castillo de Al-Ramla se dirige a los campos de Poley donde espera estar varias jornadas de cacería.
En mitad del adehesado bosque de encinas que en aquella época era la campiña cordobesa, junto a un arroyuelo de claras aguas, se encuentran a una especie de ermitaño cristiano, un anciano mozárabe que está trabajando en un huerto que hay junto a una diminuta ermita donde vive en total soledad, la comitiva se detiene allí para dar descanso a los caballos y refrescarse un poco.
:– Abén Hud: (bajando del caballo) La paz sea sobre ti anciano, buen día nos de Alá.'
– Ermitaño: Buenos días tengan sus mercedes y así nos los de el Señor.
– Abén Hud: Vamos camino de Poley y hemos pensado en pararnos en este lugar el tiempo justo para dar de beber a nuestras monturas y descansar un poco, ¿vive usted solo aquí o hay más monjes?
– Ermitaño: (hablando sin dejar de cavar en el huerto) No, no hay nadie más, ermitaño soy, mi nombre es Francisco y llevo más de treinta años viviendo en la soledad de estos cerros, mi morada es esta humilde ermita perdida en mitad de la campiña. Lo que ven aquí es lo que poseo; nada, ahí tienen agua fresca para saciar su sed y la de sus caballos.
– Abú Hassan: (frunciendo el ceño) Anciano, has de saber que estás hablando con Ibn Hud, soberano de Córdoba, Sevilla, Málaga, Murcia y Almería, tu rey y tu señor y que deberías mostrar un poco más de respeto.
– Ermitaño: Con todo respeto le diré, joven, que nada más veros llegar supuse que eran vuestras mercedes personas de abolengo, sin embargo tengo que decirles que el único Señor que yo tengo es nuestro Señor Jesucristo que murió en la cruz por nuestros pecados.
– Abú Hassan: (muy enfadado) ¡¡Insolente!! ¿cómo osas hablar de esa forma delante de tu rey?… ¡¡perro infiel!!.
– Abén Hud: Tranquilo Abú, soy yo el que debería enfadarme y sin embargo no creo que merezca la pena hacerlo por tan poca cosa. Demostremos que nosotros no somos integristas como nuestros enemigos almohades y que sabemos ser tolerantes y convivir con otras religiones como ya quedó probado desde la época dorada del Califato hasta nuestros días, pues todo el mundo sabe que en Córdoba conviven judíos, cristianos y musulmanes.
– Ermitaño: Siendo verdad eso que vuestra merced dice, también hay que reconocer que dicha convivencia nunca fue tan pacífica como se cuenta y que en no pocas ocasiones se hicieron grandes escarmientos y corrió la sangre de cristianos y judíos por las sinuosas calles de la medina cordobesa, teniendo que conformarse judíos y cristianos a ser ciudadanos de segunda.
– Abén Hud: No debe olvidarse, anciano eremita, que siempre habrá entre los seres humanos roces y encontronazos, los hay hasta entre los mismos hermanos… así que entre gente que ni son familia y que profesan religiones distintas es normal que surja alguna tensión de vez en cuando, pero como digo, esto no es obstáculo para reconocer que la convivencia que se ha conseguido en Al-Ándalus es digna de mención y de ser valorada. Tampoco debemos olvidar que desde hace ya quinientos años son los musulmanes los que gobiernan Hispania, país que conquistaron en pocos años y al que han traído progreso y riqueza, técnicas agrícolas, artes y ciencias de todo tipo y de todas las ramas del saber, consiguiendo que Al-Ándalus sea famoso en todo el orbe y que en su día la ciudad de Córdoba fuera la más próspera, hermosa y culta de todo el mundo conocido.
– Ermitaño: Aunque algunas cosas podría matizarlas, no puedo negar que habla vuestra merced con sensatez y diciendo grandes verdades, sin embargo, no olvidemos tampoco que antes de la llegada de los musulmanes Hispania, o Al-Ándalus como la llaman ustedes, era cristiana en su totalidad desde hacia varios siglos, y que si en pocos años conquistaron los seguidores de Alá nuestro país, que por supuesto ya también es el vuestro, no quiere decir que dicha conquista fuera un paseo para las tropas venidas del África, sino que tuvieron que esforzarse y batallar contra nuestros antepasados, y si España hoy día es musulmana en gran parte de su territorio y en época del Califato lo fue en casi su totalidad, ha sido por la fuerza de las armas en no pequeña medida. Y seguro estoy de que algún día Córdoba y toda Hispania volverán a ser cristianas, ya los seguidores de Cristo supimos lo que es estar oprimidos en estas tierras en época romana; no muy lejos de aquí, cerca del castillo de Monte Albán, hubo un antiguo poblado ibero y más tarde romano al que llamaban Secobia o Secubia y en el que existió una catacumba donde los antiguos y pioneros seguidores de Cristo en estos pagos hacían sus oraciones y sus eucaristías así como sus enterramientos, muchos años estuvieron escondidos en ella manteniendo su fe en la clandestinidad, siendo perseguidos, torturados, asesinados… y ni así consiguieron acabar con ellos ni con su fe, se cree que esa catacumba aún sigue excavada en las arenas, pero nadie sabe hallar su entrada por estar oculta debido a los corrimientos de tierra y seguramente anegada por las aguas subterráneas, de aquella catacumba tan sólo se ha conservado el crismón de barro cocido que vuestras mercedes pueden ver colgado a la entrada de esta ermita, el cual fue hecho por aquellos primeros cristianos de Hispania, teniendo la sin par característica de tener los símbolos de Cristo escritos del revés.
– Abú Hassan: (iracundo y echando mano a su daga) ¡¡Maldito infiel!! ¡¡Ahora mismo rebanaría tu lengua si me diera permiso mi rey!!, suerte tienes que le has caído en gracia, ¿que Al-Ándalus volverá a ser cristiano?, ¿nuestra Córdoba cristiana?…, ¿qué estás diciendo viejo loco?, ¿acaso estás borracho o es que quieres morir aquí y en este instante?, ¿cómo eres capaz de dirigirte de esa forma a tu rey que te ha hablado con tanta benevolencia y tan cargado de razón?
– Abén Hud: Abú, no te exaltes de esa forma, no hay que perder la serenidad y menos con un anciano que si bien no muestra todo el respeto que debiera, si que está teniendo el valor de decir lo que piensa aún a riesgo de ser castigado severamente. Anciano, me estoy fijando en ese extraño árbol que hay junto al huerto y al que pareces tener en un lugar prominente,… ¿qué clase de árbol es ese que yo no nunca vi uno igual?
– Ermitaño: Es un Mesto, un cruce entre encina y alcornoque que yo mismo sembré va a hacer ahora treinta años, es un árbol al que atribuyen propiedades mágicas y curativas, entre otras se dice que con su corteza se hacen infusiones que curan la rabia (esto último lo dice mirando a los ojos a Abú Hassan). Este Mesto si Dios quiere durará mil años.
– Abú Hassan: Maldito viejo chiflado, mal nacido infiel… ¿acaso eres un adivino o un hechicero o algo parecido?… no contento con amenazarnos con que Córdoba volverá a ser cristiana, ¿también nos quieres hacer creer que este árbol es mágico y que durará mil años?… por Alá te digo que con gusto te haría probar el acero de mi cimitarra, veríamos entonces donde quedaban tus insultantes profecías baratas.
– Ermitaño: Has de saber, joven orgulloso, que no temo a la muerte pues estoy en paz con Dios y con los hombres, y que nada de lo que he dicho es falso, y que más pronto que tarde se cumplirá el destino y lo que antes dije, y que espero que tengas salud para verlo y también digo que este árbol durará mil años si Dios quiere.
– Abú Hassan: ¡¡Oh mi rey!!, ¿acaso no oyes tú lo que yo estoy escuchando decir a este deslenguado?, déjame que le de su merecido y que le haga callar para siempre su sucia boca.
– Abén Hud: He dicho que no, y sigamos nuestro camino que se hace tarde y esta conversación ya no es de mi agrado. Aquí quedas anciano, con tu ermita, con tu huerto… y con tu árbol. Que Alá este contigo.
– Ermitaño: Que Dios te guarde.

Seis años después, en el verano de 1236, Abú Hassan marcha desterrado junto con su familia y su guardia personal hacia Mālaqa (Málaga). Córdoba, la antigua ciudad califal, la “Perla del Islam”, el orgullo del mundo islámico, ha capitulado ante las tropas de Fernando III. Al no encontrarse el rey Abén Hud en Córdoba cuando las tropas del rey castellano comenzaron a asediarla, Abú Hassan quedó al mando de la ciudad y tuvo que rendirla ante el empuje cristiano después de un largo asedio que duró desde febrero hasta el 29 de junio de ese mismo año.

Derrotado, cabizbajo y con el pensamiento perdido, en total silencio vuelve a pasar Abú Hassan a lomos de su caballo por aquel bosque de encinas de la campiña entre Al-Ramla y Poley y recuerda las premonitorias palabras del ermitaño, las cuales no dejaron de resonar en su cabeza día tras día durante el duro asedio. Decidido, se separa de la escolta y arrea su corcel hacia la ermita esperando encontrar al anciano para matarlo… o tal vez sólo para decirle que tenía razón y que su agorera profecía se había cumplido…, no pudo hacer ninguna de las dos cosas el triste Abú porque ya no había nadie allí; la ermita estaba abandonada, prácticamente derruida e invadida por las higueras bravías, el huerto tapado por las malas hierbas y sí…, allí estaba el Mesto, triunfal, vegetalmente orgulloso, casi resplandeciente bajo el sol de la campiña…, se dirigió hacia él y ante sus pies se arrodilló y lloró desconsolado amargas lágrimas que rodaron hasta su barba, lloró la pérdida de Córdoba diciendo estas palabras:

“¡Oh! árbol mágico, ¡oh! Mesto que durarás mil años, ¿cuánto te quedará por ver por la gracia de Alá?… sin embargo jamás hallarás hombre más abatido y derrotado que el que ahora se postra ante ti, yo entregué las llaves de Córdoba y ahora parto al destierro más vergonzante.”


Fuente

El Mesto y su leyenda (el origen). Andrés Ruz Pérez. 1 de octubre de 2009. Blog de Talbanés

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