El Tuerto los Calcetines
El Tuerto los Calcetines
Entre los vendedores populares de los años treinta existía uno que ofrecía su mercancía en una caja portada al cuello mediante una correa. Su mercancía consistía en gafas, corbatas, baratijas y calcetines, producto que le dio el nombre más el añadido de tuerto por carecer de un ojo.
Su zona comercial la establecía entre la calle Gondomar y la plaza de las Tendillas. Los clientes era variopintos, en especial transeúntes despistados y provincianos que se desplazaban a la capital para realizar diferentes gestiones.
El reclamo consistía en anunciar de una forma semicantada, con palabras cortas y seguidas el producto:-¡¡Gafas!! ¡¡Pañuelos!! ¡¡Corbatas!!, así una y otra vez, hasta que enganchaba a un comprador.
Se comentaba la siguiente anécdota ocurrida entre el “Tuerto los Calcetines” y el famoso matador de toros Rafael Guerra Bejarano "Guerrita".
El Guerra tenía la necesidad de enviar un galgo de renombre como regalo a un amigo de Cabra. Abrigaba el temor de que al ser un perro con categoría de campeón fuese mal tratado en el transporte ferroviario con motivo de los diferentes trasbordos. Pensando y pensado, vio pasar por el Club de su nombre al famoso “Tuerto los Calcetines” y se le ocurrió la idea de que este personaje fuera el que cumpliera la misión de entregar el perro. Así se realizó la operación del traslado, cumpliendo el encargo con prontitud y esmero el famoso vendedor ambulante.
A la vuelta, fue a casa del torero en la calle Góngora diciéndole al califa: -Don Rafael ya se ha entregado el perro. El viaje de ida y vuelta ha costado ocho pesetas, como me dio dos duros, ahí está el sobrante.
El Califa cogió las monedillas y se las metió en un bolsillo de la chaquetilla corta, y no tuvo más palabras que estas: – Muy bien, hasta otra. Se dio media vuelta marchándose con aire garboso a su Club.
Quedose desconcertado el “Tuerto los Calcetines”, marchándose cabizbajo, pues esperaba que el maestro le hubiera dado una buena propina. Desde ese día, cada vez que pasaba por la acera del Club, ubicado en la calle Gondomar, vociferaba con más fuerza de lo habitual la cantinela:
-¡¡Calcetines!!, ¡¡Pañuelos!! …. ¡¡Y no se hacen más portes de galgos a Cabra!!
No hay constancia si con la continua matraca dada por el “Tuerto los Calcetines” persuadió el torero en saldar la propina.
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