El accidente del autobús en el río Guadalquivir (1964)

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El accidente del autobús en el río Guadalquivir (1964)


El 26 de abril de 1964, la ciudad vivió un episodio que trascendió por su impacto y dolor: el accidente de un autobús que cayó al río Guadalquivir, cobrando la vida de once personas.

En aquel entonces, el Córdoba C.F. estaba en plena lucha por consolidarse en la Primera División. El equipo blanquiverde se jugaba la permanencia en un partido crucial contra el Levante en el estadio El Arcángel. Sin embargo, ese día, un acontecimiento fuera del campo opacó cualquier éxito deportivo.

Un autobús de la línea urbana de Aucorsa, que transportaba a aficionados al partido, cayó al río Guadalquivir a la altura de la Cruz del Rastro. El vehículo había salido de la plaza de las Tendillas con destino al estadio, llevando principalmente a profesionales de la hostelería que apuraban el tiempo para llegar al partido. El accidente ocurrió cuando el autobús rompió el pretil y se precipitó al agua.

El cobrador del autobús, Miguel Espinosa Priego, y un pasajero, José Vázquez Fernández, fueron los únicos supervivientes. Espinosa, casado y padre de dos hijos con otro en camino, sufrió graves lesiones, mientras que Vázquez, también herido, logró sobrevivir tras recibir atención médica.

La noticia del accidente se propagó rápidamente, llevando a numerosos cordobeses a la ribera del río, preocupados por sus familiares y amigos que podrían haber estado en el autobús. La tarea de rescate, liderada por bomberos y buzos, se prolongó durante horas. A última hora de la tarde, los once cadáveres fueron recuperados y trasladados al Depósito Anatómico Forense del cementerio de San Rafael.

Impacto en la ciudad

El accidente dejó a Córdoba sumida en el luto. Las víctimas incluían a personas muy conocidas en la comunidad, como Mariano Carrasco Ruiz, propietario del Bar Correo, y Alfonso Pérez Quero, jefe de cocina del restaurante Imperio. La tragedia afectó profundamente a la ciudad, llevando al alcalde Antonio Guzmán Reina a ordenar la colocación de crespones negros en señal de duelo en los edificios municipales y a facilitar los féretros para las víctimas.

El funeral, celebrado en la Mezquita Catedral el 27 de abril, fue presidido por el obispo monseñor Fernández Conde y contó con la presencia del príncipe Juan Carlos. Más de diez mil personas asistieron, mostrando el profundo respeto y dolor de la comunidad.

Este trágico suceso quedó grabado en la memoria colectiva de Córdoba. Aunque el tiempo ha pasado, el dolor y la solidaridad demostrados durante aquellos días aún resuenan en la ciudad. El accidente no solo destacó por la magnitud de la pérdida, sino también por la respuesta compasiva y unida de los cordobeses, un testimonio perdurable del espíritu comunitario de la ciudad.

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