Hojas Poéticas (Notas cordobesas)

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Entre muchas costumbres que se han perdido, tanto en Córdoba como en casi toda España, había una que era demostración elocuente de la cultura y del buen gusto de los pueblos: nos referimos á la de arrojar hojas multicolores de papel con poesías en las grandes fiestas, en las solemnidades extraordinarias de orden patriótico, religioso ó artístico.

Y como nuestra ciudad fué en épocas que ya pasaron cuna de ilustres poetas, esa costumbre se practicó aquí con más lucimiento que en otras muchas partes, y las composiciones á que nos referimos, de autores cordobeses, por nadie recopiladas hasta ahora, podían formar un volumen muy curioso y de indiscutible mérito literario.

Leyendo las hojas poéticas que algunas personas guardan y tienen en gran estima, adviértense en todas ellas un alto espíritu de patriotismo que hoy, por desgracia, va desapareciendo y una virilidad, una energía de que no hacen gala los poetas contemporáneos.

La sonora octava real, la vibrante décima; el rotundo soneto, eran las estrofas preferidas para tales composiciones.

Las primeras de que tenemos noticias escribiéronse con motivo de la terminación de la gloriosa guerra de Africa en el año de 1860 y se arrojaron en los festivales verificados para celebrar aquel acontecimiento.

Fueron sus autores don Javier Valdelomar y Pineda, Barón de Fuente de Quinto, don Ignacio Garcia Lovera, don Teodoro Martel Fernández de Córdoba, don Antonio Alcalde Valladares, don Manuel Fernández Ruano, don José Jover y otros.

En el año 1862, al visitar á Córdoba Su Majestad la Reina doña Isabel II, nuestros poetas le tegieron una corona de alabanzas y sus versos caían como lluvia de flores sobre la dama augusta.

Rindieron este tributo don Teodoro Martel Fernández de Córdoba, don Amador Jover y Sanz, don Manuel Fernández Ruano, el Marqués de Cabriñana, don Teodomiro Ramírez de Arellano, don Rafael García Lovera, don Antonio Alcalde Valladares, don Luis María Ramirez y de las Casas-Deza, don Luis Maraver, don Francisco de Borja Pavón, don Miguel José Ruiz, don Enrique Valdelomar y Fábregues, El Barón de Fuente de Quinto y don Antonio Fernández Grilo.

Entre tales composiciones sobresale una Oda de Fernández Ruano, verdaderamente magistral, en la que hay estrofas tan admirables como estas:

"¿Qué placenteros vivas
resuenan sin cesar estremeciendo
la bóveda eternal? ¡Que tronadores
gritos circulan por doquier de amores
al Alcázar del Sol raudos subiendo?
¿Por qué este pueblo como mar potente
deshecho en bravas olas se levanta
y en redoblado aplauso, reverente
hace estallar su pecho y su garganta?
Es que Isabel, la sin igual Señora,
justa, clemente, generosa y bella,
la del Solio español fúlgida aurora
y la del mundo rutilante estrella,
nuestra Reina y augusta Protectora
graba en el suelo cordobés su huella,
y el pueblo alborozado,
de inmenso gozo y entusiasmo lleno,
de vivo amor el corazón hinchado,
abre paso al volcán que arde en su seno".

Dichas poesías fueron lujosamente editadas en un album que ostenta la siguiente dedicatoria: "A SS. MM. y AA. RR. el Ayuntamiento de Córdoba en nombre de los poetas cordobeses".

Al concluir la última guerra civil, en el año 1876, volvieron á pulsar la lira nuestros cantores para dedicar hermosas endechas á la Paz y sus composiciones repartiéronse en hojas impresas entre el público que asistió á la función regia celebrada con tal motivo en el Gran Teatro el 7 de Marzo del año antedicho.

Fueron los autores de las composiciones aludidas don Manuel Fernández Ruano, don Francisco de Borja Pavón, don Enrique Muñoz, don Javier Valdelomar, don Julio de Eguilaz, don Teodoro Martel, don Eleuterio Villalba, don Francisco de Asís Palou, don Ignacio García Lovera, don Francisco Simancas y don Rafael Vaquero Jiménez.

El ya anciano y siempre modesto poeta don Francisco Simancas escribió el siguiente inspirado soneto:

"A LA PAZ
Ya en las altivas cumbres de Navarra
no retumba el cañón; cesó ya el duelo;
tened, madres, el triste desconsuelo
que vuestros pechos de dolor desgarra.
¡Sonó el grito de paz! Va la bizarra
y libre enseña con ardiente anhelo
pasea triunfante por el vasco suelo
el león español entre su garra.
Cesó el cruel espíritu mezquino
y con él las angustias, los dolores,
que nos impuso el bárbaro destino;
y allí donde nacieron los rencores
de la guerra en el fiero torbellino
al beso de la paz, brotarán flores".

El 25 de Marzo del citado año, al regresar á sus lares el bizarro Batallón provincial de Córdoba, después de haberse batido heróicamente en los campos del Norte, provocando la manifestación de entusiasmo y de cariño más grande que registra la crónica de esta ciudad, sobre los invictos soldados cayó, á su paso por las principales calles de la población, una verdadera lluvia de palomas, de flores, de coronas y de versos, en los que revelaban su inspiración y su patriotismo don Teodoro Martel, don Eleuterio Villalba, don Enrique Muñoz, don Francisco Simancas, don Jose Arnaled, don J. Muñoz Ortiz, don Emilio López Domínguez, don Javier Valdelomar, don Francisco de Borja Pavón, don José Navarro Prieto, don Miguel José Ruiz, don Manuel Varo Repiso, don Emilio Vicente Anchorena, don Francisco de Asís Palou y don Julio de Eguilaz.

He aquí una vibrante estrofa de la composición de don Javier Valdelomar, Barón de Fuente de Quinto:

"Venid, la Patria os espera,
y, al veros, con gozo ardiente
da lauros á vuestra frente
de nuestra hermosa ribera.
Ante esa altiva bandera
que en ruda y fuerte campaña
no pudo vencer la saña
del enemigo iracundo,
admiración os da el mundo
y aplauso eterno os da España".

En los años 1877 y 1882, al venir á Córdoba el Rey don Alfonso XII, la segunda vez acompañado de su esposa doña María Cristina, hiciéronsele obsequios análogos y la venerable poetisa dona Rosario Vázquez y casi todos los vates ya citados, dieron la bienvenida á los augustos huéspedes, en versos donde palpitaban el respeto y el cariño á nuestros Soberanos.

Don Teodoro Martel, Conde de Villaverde la Alta, se expresaba en estos términos:

"Alcemos, alcemos olivas y palmas
de Córdoba haciendo florido vergel
y al pié de su trono fervientes las almas
arrojen coronas de mirto y laurel,
y pueblen los aires y suba á la esfera
de vivas y aplausos el limpio clamor
y broten galanas á ornar su carrera
vivíficas flores de eterno verdor".

Estos delicados tributos se han rendido también en Córdoba á dos artistas eminentes: á las tiples Emma Nevada y Regina Paccini en las funciones de sus beneficios celebradas en el Gran Teatro el 14 de Junio de 1889 y el 30 de Mayo de 1891, respectivamente.

Dedicaron versos á la primera don Francisco Ortiz Sánchez, don Enrique y don Julio Valdelomar, don Mariano Gallego, don José Navarro Prieto, don Miguel José Ruiz, don Joaquín Barasona y el autor de estas líneas, y á la segunda don José López Herrera y el que suscribe.

Además, un admirador anónimo obsequió á la Nevada con el siguiente disparo poético:

"Desde que te vi Lucía
de Lammermoor y Sonámbula
vives en mi fantasía
con ígneo buril grabada,
entre célica armonía,
entre luces argentadas,
entre aromáticos vientos,
entre rumorosas auras:
que eres ¡oh diva! un destello
de la celestial morada
donde pléyade de ángeles
entonan eterno hosanna".

Tampoco han faltado tales ofrendas del género religioso.

Hace ya bastantes años, en la verbena llamada de la Virgen de los Faroles, se repartieron entre el público unas cuartillas con una composición dedicada á la Reina de los Cielos por el ilustrado sacerdote don Miguel Riera de las Ángeles.

En 1907, en la misma velada, también se regalaron á los concurrentes, impresas en hojas, las dos poesías de don Antonio Ramírez López y del que escribe estas Notas, premiadas en el Certamen convocado por la comisión organizadora de dicha verbena.

Tales composiciones volvieron á ser repartidas en la velada de 1911.

En una de las tradicionales romerías al santuario de Nuestra Señora de Linares, verificada en Julio de 1906, circularon, también impresas en un pliego, unas coplas de don Enrique Redel, tan delicadas como llenas de sentimiento.

Eran una ofrenda que el poeta hacia á la Virgen.

De la sencilla y belleza de estas coplas puede juzgar el lector por las siguientes:

"Para rendirte homenaje
al pié de tu santuario
todo lirio es pebetero
y toda rosa incensario".
"Por ti en el mar del olvido
nuestra historia no naufraga;
la fé es lámpara encendida
que ante tí nunca se apaga".

Finalmente, al visitar á Córdoba los alumnos de la Academia de Infantería de Toledo, en el año 1911, también les dirigió el que escribe estas lineas una salutación en verso, que fué profusamente repartida, impresa en hojas de los colores nacionales.

Tales son las hojas poéticas en que revelaron su patriotismo, su fé, su hidalguía y rindieron tributo de admiración á soberanos, héroes y artistas, los ilustres vates de la ciudad preclara

"donde se aspira suave
el más perfumado aroma;
donde vivimos alegres;
donde se siegan las rosas;
donde se baila el fandango;
donde los ángeles moran"
como decía Maraver, en una de esas hojas, á Su Majestad la Reina dona Isabel II.

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