La feria de la Salud (Notas cordobesas)
Entre las ferias más antiguas de España figuran las de Córdoba. Datan del año 1284 en que el Rey don Sancho IV concedió un privilegio al Concejo de esta ciudad para que pudiera celebrarlas dos veces en cada año, empezando una el día de Cincuesma y otra el primero de Cuaresma, y debiendo durar quince días cada una. En 28 de junio de 1789 el Alcalde mayor primero, don José Pinto Cebrián, elevó un mensaje al Rey, en el que le pedía la supresión de tales ferias, basándose en los escándalos que originaban. El Monarca ordenó, en virtud de decreto de 1.º de Agosto del citado año, que se suspendieran hasta adquirir informes respecto á los abusos denunciados por el Alcalde mayor, y en 20 de Septiembre de 1790 dictó otra soberana disposición ordenando que continuaran las ferias con tal de que durasen solamente hasta las diez de la noche, y encargando al Corregidor, Alcaldes mayores y demás jueces que evitaran cualquier exceso ó desorden y no permitieran mujeres en los puestos de licores. La feria de Nuestra Señora de la Salud, á la que dá nombre la Virgen que se venera en la capilla del Cementerio próximo al lugar donde aquella se instala, fué, en tiempos remotos, la más importante de Andalucía y, en unión de las de Ronda, Espiel y Mairena, tuvo nombre en toda España. Por hallarse nuestra ciudad en el centro de una región eminentemente agrícola, acudían á este mercado innumerables labradores y ganaderos y las transacciones elevábanse á un número fabuloso. Entonces la feria era de negocio únicamente, no de diversiones como es ahora. Sólo había en el paraje donde se celebraba multitud de chozas y barracas para la venta de juguetes y chucherías. Posteriormente el Ayuntamiento construyó casetas, unas casetas muy poco artísticas, pintadas de azul y blanco, á las que sustituyeron, hará unos veinte años, las de estilo árabe que tenemos en la actualidad. En Córdoba nunca ha podido despertarse, como en Sevilla, la afición de los particulares á instalar casetas. Antiguamente sólo se levantaba una, llamada la tienda del amor, en la que se reunían las familias de la buena sociedad y organizaban bailes. Mucho después la Corporación municipal y la sociedad Círculo de la Amistad construyeron las magníficas tiendas, con armazón de hierro y base de mampostería, que hoy constituyen el principal ornamento de la feria. Hace ya bastantes años, varios jóvenes levantaron una caseta, cuyo pavimento se elevaba sobre gran número de calderas de hierro, de las que utilizan para depósitos de agua las compañías de los ferrocarriles. Alguien, por esta circunstancia, ta denominó la tienda de las calderas, haciendo un epigrama sangriento, puesto que en Córdoba había entonces una casa de mala nota, cuyas dueñas eran conocidas también por las calderas. El dictado hizo fortuna, se propaló rápidamente y, como consecuencia, pocas señoras se atrevieron á visitar la caseta en cuestión. El Club Guerrita ha contribuido también, durante algún tiempo, al ornato de la feria, levantando una amplia tienda, en la que celebraba el banquete que servía de digno epílogo á la becerrada anual. Finalmente, la Empresa del alumbrado por gas y la Cámara de Comercio instalan dos casetas desde hace algunos años y varios militares de la guarnición establecieron otra en las dos últimas. Antiguamente la feria de Nuestra Señora de la Salud carecía de iluminación; sólo la alumbraban los candilones de las tiendas, que hoy se conservan en algunas buñolerías. Después se instalaron los farolillos á la veneciana que, entre el follaje de los poéticos jardines llamados altos y alrededor de la ría, de todo lo cual sólo se conserva hoy el recuerdo, producían un efecto verdaderamente fantástico. Y, por último, se estableció la luz de gas, en faroles y grupos de bombas primero y en arcos y lámparas después, que, vistos desde cualquiera de los extremos de las amplias calles en que se levantan, semejan una bóveda de fuego, análoga á esas de que nos hablan los cuentos maravillosos de Las mil y una noches. Un año, con motivo de diferencias surgidas entre el Ayuntamiento y la Empresa de gas, esta se negó á alumbrar la feria y los arcos y los candelabros fueron sustituidos por focas eléctricos encerrados en una especie de jaulas hechas con listones, de pésimo gusto, y por unas pirámides de madera llenas de bujías que daban al campo de la Victoria el aspecto de un cementerio. La feria de Nuestra Señora de la Salud no sólo ha tenido gran importancia por su mercado sino por los múltiples y distintos certámenes, exposiciones y concursos que en ella se han verificado desde tiempos remotos. La Cámara de Comercio organizó, hace algunos años, una Exposición provincial y después otra regional de industria, comercio y arte que resultaron verdaderamente notables y además organiza todas las ferias un concurso regional de aceites de oliva, el cual tiene gran importancia. La Diputación provincial también ha celebrado numerosas exposiciones de ganados, á las que han concurrido nuestros principales labradores con magníficos ejemplares de todas las especies; la ya suprimida Escuela provincial de Bellas Artes efectuó algunas exposiciones con los mejores trabajos de sus alumnos, instalándolas en el Casino Industrial y en el Circulo de la Amistad; lo mismo ha hecho, en más de una ocasión, la Escuela de Artes Industriales; los diversos Ateneos que ha habido en esta capital, otras corporaciones científicas y literarias y la Sociedad Económica Cordobesa de Amigos del País igualmente han celebrado lucidísimos Juegos florales y Certámenes científicos, literarios y artísticos y, por último, varias veces se han convocado en nuestra población, con motivo de la feria, Certámenes musicales de bandas militares y civiles. Hace treinta años, cuando el objeto principal de las ferias era el negocio, en la de Nuestra Señora de la Salud había muy pocas diversiones. Todas ellas se reducían á las cucañas, los fuegos artificiales y los bailes en la Tienda del amor, aparte de las corridas de toros, siempre indispensables y famosas en la época á que nos referimos. En cambio en el llamado Salón de espectáculos, donde hoy sólo vemos un sinnúmero de circos, cinematógrafos y barracas para el ejercicio del tiro al blanco, encontrábamos infinidad de distracciones que ya han desaparecido: los clásicos polichinelas, mucho más graciosos que los modernos fantoches; los teatrillos, donde era frecuente hallar cómicos mejores que algunos de los que ahora tienen fama; los museos de figuras de cera, en los que un año nos presentaban, actuando de Prim, á un muñeco que el año anterior había representando al cura Merino: los panoramas ó vistas, como los denominaba el vulgo, con sus paisajes fantásticos; las colecciones de fieras amansadas por el hambre, y los fenómenos, admiración de las gentes sencillas que se extasiaban contemplando al jigante chino, los hombres niños, la mujer barbuda, la joven tigre, el infante de dos cabezas y la foca que decía papa y mama y tocaba el guitarro dentro de una enorme tina. El pueblo se solazaba con estas exhibiciones y entre las barracas de los espectáculos, el indispensable tío-vivo, con sus caballos y sus sirenas deformes, al que ha sustituido el lujoso carroussel, la rifa á beneficio del Asilo de Mendicidad, que ya tampoco se establece, y alguna función de títeres al aire libre pasaba horas muy gratas, entregado á inocentes esparcimientos. Cierto año, ya hace muchos, por desgracia para quienes lo vimos, hubo un espectáculo que despertó gran curiosidad por ser nuevo en Córdoba: la ascensión de una mujer en un globo inflado con gas del alumbrado, el cual se elevó en el sitio conocido por Salón de paseo, inmediato á los jardines altos de la Victoria. Posteriormente, en la feria de la Salud hemos disfrutado de toda clase de festejos y diversiones: carreras de caballos y de velocípedos, concursos hípicos, corridas de toretes y cintas, becerradas, entre las que descuella la anual del Club Guerrita, que constituye uno de los números salientes del programa, exhibiciones de cuadros disolventes y de películas cinematográficas, conciertos, dianas y retretas, concursos d e escaparates, kermeses, exposiciones de muñecas, tracas y, últimamente, experiencias de aviación. Según ya hemos indicado, las corridas de toros de nuestra feria tuvieron tal importancia en otros tiempos que llegaron á competir con las de Ronda; y ¿cómo no, si en ellas tomaban parte los diestros de más renombre y se lidiaban reses de las mejores ganaderías? Durante el apogeo de su fama alternaban casi todos los años en nuestro circo aquellos dos colosos del arte, conocidos por Lagartijo y Frascuelo. Y era digna de ver la noble competencia que sostenían ambos, y el entusiasmo de sus admiradores. Los partidarios de uno y de otro reuníanse todas las mañanas en el Café Suizo, sosteniendo acaloradas discusiones que terminaban al presentarse los referidos diestros, quienes también concurrían al establecimiento indicado. Un día varios amigos de Frascuelo, quizá con el propósito de halagarle, regateaban los méritos de Lagartijo. Salvador les escuchaba indiferente, tal vez con desagrado, sin intervenir en la discusión. Uno de los apasionados frascuelistas se dirigió á él y preguntóle: ¿Usted qué opina de Lagartijo? Y el ingterrogado contestó con su calma característica: que pa ver torear á Rafael sa menester un lente. A aquellas dos grandes figuras del toreo sucedió Guerrita, que supo mantener y fomentar la afición. Al retirarse este empezaron á decaer las corridas de toros y hoy no son ya ni sombra de lo que fueron. La feria de Córdoba ha servido de fuente de inspiración á muchos escritores que le han dedicado trabajos notables, tanto enprosa como en verso, ensalzándola y describiendo sus cuadros, tipos y escenas. En los Juegos Florales celebrados en el año 1865, el tema de costumbres era una poesía á dicha feria, y en él obtuvo el premio don Leopoldo Créstar y el accésit don Migvuel José Ruiz. Un malogrado literato de exhuberante imaginación meridional publicó un romance alusivo á dicha feria, en el cual, refiriéndose á la buñolera, decía lo siguiente:
Y otro escritor humorístico puso en solfa los versos anteriores en el soneto que transcribimos á continuación, titulado Un panorama:
Esta composición originó una polémica con el autor del romance parodiado, que estuvo á punto de tener un epílogo desagradable. Casi todos los años, desde hace ocho ó diez, se publican durante la época de feria periódicos ilustrados, cuya base son los anuncios, y en los que suelen aparecer fotograbados, articulos y poesías alusivos á nuestras brillantes fiestas. De todos ellos ha sido el más notable uno que se titulaba La Feria de Mayo en Córdoba. A los carteles primitivos, anunciadores de los festejos, que sólo ostentaban, en la cabeza, el escudo de Córdoba impreso á varias tintas, han sustituido, desde hace tiempo, otros verdaderamente artísticos, obra de buenos dibujantes, litografiados en los mejores talleres de España. El Ayuntamiento, para la elección del boceto, suele abrir un concurso, en el que han tomado parte pintores tan notables como los Romero de Torres, Bertodano y otros. Y, merced á este procedimiento, hemos conseguido presentar algunos carteles que han llamado con justicia la atención de los inteligentes en materia de Bellas Artes. Durante los días de esta feria se han registrado en Córdoba sucesos muy sensibles. Hace más de cuarenta años, en una corrida de toros, al terminarse la lidia del primero, una mujer, vecina de Lucena, se propuso abandonar la plaza porque no le agradaba el espectáculo. Bajó al callejón, donde entonces estaban las puertas de salida, y tuvo la desgracia de que el segundo toro, que acababa de aparecer en la arena, saltara al mismo tiempo la barrera, precisamente por el lugar en que aquella infeliz se encontraba, cogiéndola y corneándola de modo horrible, hasta dejarla sin vida, apesar [sic] de los esfuerzos realizados para impedirlo por Bocanegra, que era uno de los matadores. La fiera también hirió á un guardia municipal, y cuando salió nuevamente al ruedo llevaba en una de las astas un pedazo de la camisa de la mujer, que le fue arrebatado por Lagartijo, el otro matador, quien, para quitárselo, hizo un quiebro magnífico á cuerpo descubierto. Posteriormente, en un encierro, otro toro mató á un obrero, que se hallaba en la carrera de los Tejares, detrás de las esteras con que se cierra el paso por las inmediaciones de la plaza. El 27 de mayo de 1890, tercer día de feria, ocurrió en Córdoba el crimen más espantoso que aparece en la crónica negra de esta ciudad. Un individuo llamado José Cintabelde fué á la posesión de la sierra conocida por "El Jardinito" y emprendióla á tiros y puñaladas con cuantas personas había en ella, matando á dos niñas de corta edad y á dos hombres é hiriendo gravísimamente á una mujer. Después regresó á Córdoba y, cuando se hubo mudado de traje, marchóse tranquilamente á ver la corrida de toros. La guardia civil le detuvo en la plaza y Cintabelde expió sus crímenes en el patíbulo. Finalmente, en las primeras horas de la noche del 24 de mayo de 1896, víspera de nuestro célebre mercado, declaróse un voraz incendio en una de las tiendas de la feria destinadas á la venta de objetos de quincalla y bisutería, el cual se propagó á las barracas de la línea izquierda del salón de espectáculos, convirtiéndolas en cenizas. El siniestro dejó á varias familias en la miseria. Y, como siempre ocurre aun en las catástrofes más horribles, no faltaron las notas cómicas en este suceso. Un concejal se abrió paso entre la multitud que rodeaba aquella hoguera formidable, penetró en una de las casetas que estaban ardiendo, y pocos minutos después salía llevando en los brazos una figura escultural de mujer, envuelta sólo en tenues gasas: era una Venus de cera. Los amigos del aludido concejal, que ya desgraciadamente no existe, comentaron su heróica acción con la gracia propia de Andalucía. Ramasama, el famoso hombre salvaje en quien un periodista perspicaz descubrió á un antiguo empleado de consumos de Barcelona, corría medio desnudo por el campo de la Victoria, sembrando el pánico en las personas sencillas y gritando: ¡Por Dios! ¿dónde me meto? ¡No huid de mi, que soy un hombre como otro cualquiera! Junto á los restos de un circo un payaso, con la estravagante indumentaria propia de tales artistas, lloraba sin consuelo y las lágrimas formaban surcos en su rostro al quitarle la pintura. ¡Sarcasmo del destino! ¡Quien tiene la misión de provocar la risa hallábase allí hecho un mar de llanto! El día siguiente al de la catástrofe el Ayuntamiento se reunió en sesión extraordinaria y tomó varios acuerdos para socorrer á aquellos infelices. Con el mismo laudable objeto abriéronse suscripciones y se efectuó una corrida de novillos. La feria de Nuestra Señora de la Salud se estuvo celebrando durante los días de la Pascua de Pentecostés desde que se fundó hasta el año 1890 en que, á petición de la Hermandad de Labradores, la Corporación municipal acordó que principiase el 25 de Mayo. Los comerciantes opusiéronse á este acuerdo y en el año 1897 fué revocado por el Municipio, tornando la feria á su fecha primitiva. Desagradó á los labradores la variación; volvieron, en su consecuencia, á gestionar que nuestro mercado se realizara en una fecha fija, el 25 de Mayo, y en el año 1905 accedió otra vez á sus deseos la Municipalidad, continuando el pleito entre comerciantes y agricultores, que ni ha terminado ni terminará, pues unos y otros aducen argumentos en su favor y no están decididos á ceder. ¿A quiénes asiste la razón? No hemos de discutirlo en estas Notas; sólo diremos, para concluir, que, como amantes de todo lo tradicional é histórico, votamos porque la feria de Nuestra Señora de la Salud se celebre durante la Pascua de Pentecostés. |
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