Las barracas de la feria (Notas cordobesas)

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Las barracas de la feria de las Notas Cordobesas de Ricardo de Montis.


Con el transcurso del tiempo los espectáculos que presentaban en las barracas de las ferias han evolucionado, como casi todas las cosas, perdiendo el encanto de su sencillez primitiva, no obstante lo cual despertaban de modo extraordinario la curiosidad de las gentes. Los antiguos espectáculos, que solo podíamos ver de año en año durante los días de Ferias de Nuestra Señora de la Salud y de Nuestra Señora de La Fuensanta, originales, curiosos o raros, han sustituido los circos con sus gimnastas y los caballos que hacen trabajos idénticos a los que efectuaban en la primera mitad del siglo XIX con los teatros fantásticos en que se realizan maravillas por medio de la cámara negra o las combinaciones de óptica las cuales no son ya un secreto ni para los párvulos y los cinematógrafos que estamos cansados de ver en todas partes.

Los primeros espectáculos de feria consistieron en las exhibiciones de las polichinelas, aquellas toscas figuras que bailaban, reñían, se golpeaban con tremendas porras y sostenían diálogos, movidas por un hombre oculto detrás de una colcha, quien a la vez en mi tía las diversas y destempladas voces de sus personajes, valiéndose de Pintos de caña o de latón punto

Después de las barracas de los polichinelas aparecieron los teatros ambulantes en los que modestísimo artistas representaban toda clase de obras, lo mismo una tragedia que un sainete. y, de igual modo una zarzuela qué un entremés y en los intermedios bailaban con más destreza y galgo que la mayoría de las contemporáneas estrellas de variedades

Sin duda estos teatros en los que, durante la tarde y la noche se verifican numerosas funciones, inspiraron a los empresarios de los teatros fijos la celebración de los espectáculos por horas, que les proporcionaron pingües ganancias. Sobre la puerta del barracón en que actuaba la compañía enciclopédica construirse un tablado con destino a la propaganda, al reclamo según la palabra de moda.

Allí se subía un payaso que anunciaba la función con destempladas voces en pintorescos discursos no exentos de ingenio y de gracia, y causaba la admiración de las gentes sencillas a la Ingrid, como si fuera un manjar más exquisito, grandes madejas de estopa ardiendo que devolvía transformadas en interminables cintas de colores. Tampoco faltaban jamás en las ferias, y eran de las que obtenía la predilección del público, las barracas pomposamente tituladas galerías de figuras de cera.

En ellas presentabansé todos los años los sucesos de la actualidad los personajes más salientes de todos los órdenes, los episodios más culminantes de la última guerra crímenes terroríficos y escenas memorables de la historia. Todo esto era reproducido con una fidelidad me hable. y, la figura que este año representaba print el año anterior representó a Víctor Manuel y, la que 365 días antes no hicieron pasar por doña Juana la Loca ahora parece actuando de heroína de Zaragoza en el momento de disparar el cañón.

Majes indispensables en toda colección de figuras de cera; últimamente, Agustina de Aragón, y el denominado La Caridad Romana, una mujer que amamanta va a su padre a través de los hierros de la jaula en lo en que lo encerraron, condenandole a morir de hambre. Abundaban, asimismo, los cosmoramas, el primitivo tutilimundi o mundo por un agujero perfeccionado punto a través de grandes cristales de aumento del espectador podías mirar las ciudades más famosas, los monumentos más notables, los paisajes más pintorescos, trasladados al lienzo por artistas anónimos, maestros en el derroche de los colorines, más que ateniéndose a la realidad dejándose guiar por la fantasía.

Pero ningún espectáculo de feria despertaba la curiosidad de la gente como los fenómenos, algunos auténticos, la mayoría falsos, que hoy han desaparecido casi en absoluto. Hombres, mujeres y chiquillos estos avance para penetrar en la caseta donde se exhibía el gigante chino, un hombre alto y delgado con una pértiga punto y coma hola mujer para boda, una especie de carabinero con faldas; o con los hombres niños, dos muñecos vestidos de majos que actuaban de figuras decorativas sobre una cómoda; hola joven colossal, que pesaba un número inconcebible de Arroba así concluyó por se daba ser varias vueltas a la cintura el hombre de mayor desarrollo físico.

De todos los fenómenos vivientes ninguno resultaba tan original como el hombre o la mujer salvaje.

En una especie de jaula formada de material tan consistente como el lienzo, pero cerrada con una reja de gruesos barrotes, precio un truhán un desgraciado, con el cuerpo envenenado, sin más ropa que unas enagüillas de colores, ostentando un arete en la nariz y unas cuantas plumas en la cabeza, que pro rompían gritos inarticulados, me extrañas muecas, simulaba comer trozos de carne cruda y pretendía romper la reja para abalanzarse sobre los inocentes pecadores, como si no le fuera más fácil descargar las telas de su provisional encierro.

Un suceso verdaderamente cómico ocurrió con uno de estos salvajes el año en el que se declara un incendio en la feria. Empezó a arder la barraca en que aquel se exhibís exilio y la hermana, cada golpe de sable los bosques americanos, según decía el charlatán que la presentaba, abandonó su jaula y a todo correr sitios a la vez que pedía socorro.Luego se supo que aquel aborto de la naturaleza había sido empleado de consumos en Barcelona.

También tenían más atractivos que los espectáculos modernos las exposiciones de fieras algunas, como la de mayo, que frecuentaba mucho nuestra capital, poseía un gran número de hermosos ejemplares de animales raros. y a la vez que estás exposiciones no faltaban las focas amaestradas que, según dueños, decían papá y mamá y tocaba la guitarra; la serpiente enorme es que sus domadores se arrolla van al cuello como si fuera una delicada boa de plumas y las colecciones de perros y monos sabios que constituyen las delicias de la infancia. Asimismo era el encanto de los chiquillos las figuras de movimiento; cómo las de la vieja haciendo calceta, el zapatero tirando de los cabos, las Hermanas de la Caridad curando a los heridos en el hospital de sangre, los Negritos trabajando en el ingenio y otras muchas que todos años traía el popular Barbagelata, un verdadero artista, pues además de ser obra suya todo la interesante colección de muñecos que presentaba hacía los trabajos primorosos de cristal hilado.

Un humilde industrial en Córdoba es conocido por el Soguero, por qué se dedicaba a fabricar sofás, demostró su ingenio y habilidad construyendo, a pesar de conocer en absoluto la escultura y la mecánica, una pequeña colección de figuras, que siguió con éxito en alguna feria.

Cuándo empezaron los espectáculos de magia por medio de la óptica, antes de que se creara la exhibición del busto de una mujer aislado sobre un trapecio y las maravillosas transformaciones de una cabeza humana en una calavera y una cesta de flores, se presentó la famosa cabeza parlante, que lleno de asombro al público sencillo.

Sobre una bandeja colocada en una mesa, de la que, merced a una combinación de espejos, parecían verse los cuatro pies, aunque, en realidad, solo se veían los dos de adelante, aprecia la cabeza de un hombre, una cabeza auténtica, que gesticulaba y respondía a cuántas preguntas se le dirigían.

La estupefacción de la gente subía al reconocer la cabeza en cuestión; era la de un enano muy popular en Córdoba porque nos visitaba todas las ferias, actuando de boxeador ya en la puerta de una galería de figuras de cera ya en la barraca de un fenómeno viviente. No produjo menos admiración Casilda la Negra, conocidísima en nuestra capital donde residió mucho tiempo, al presentarse después de una breve ausencia, con los brazos y las piernas y no de brazale así ajorcas y una enorme anilla en la nariz, actuando de domesticadora de serpientes.

Compartía la popularidad en nuestras ferias con Barbagelata y Elena no te he dicho Manolo Cuevas, aquel Hércules formidable, dueño de un circo ecuestre y después de un museo de figuras de cera, el cual fue destruido por el incendio que redujo a cenizas muchas situaciones de la Feria de Nuestra Señora de la Salud hace ya cerca de 30 años.

Imperdonable al tratar de los espectáculos de las barracas no hacer mención del más original que, sin duda, vieron los nacidos. nos referimos a la exhibición de zambrana.

En el centro de una caseta hecha con 4 listones y unos cientos mugrientos y remendados, aparecía el gran zambrano, recortado sobre un baúl, digno compañero de los lienzos de la barraca estampado en el rostro, político y unas pintada y unos pantalones raidos y cubría su cabeza con un sombrero de los llamados cartulinas, casi anti diluviano.

El pobre hombre mira con extrañeza la multitud constantemente, no sé si expectación que producía y de vez en cuando le da un par de vueltas, queriendo marcar el paso con toda la fuerza de sus pulmones: canta zambrano, canta zambrano, ji, ji, ji, y volví a buscar su punto de apoyo en el deteriorado Baúl que acaso le sirviera de lecho.

Los espectadores, en vez de indignarse, reina de aquella tomadura de pelo y muchos Renfe y Diana en sus visitas al viejo idiota con gran contento de los sevillanos que llenaron la bolsa explotando la desgracia de nombre y la cantidad de la humanidad..

y no terminaremos sin consignar otro espectáculo curioso, compañero del anterior, aunque no sé si vio en la feria. 

Hace ya muchos años, en un portal de la calle de la librería, entonces centro de la vida cordobesa, aparecieron un día varios lienzos con unas pinturas tan llamativas como exentas de arte y un hombre que, al son de un Destemplado tambor, anunciaba con charla tosca, el fenómeno nunca visto, la sirena de la mar.

Varios amigos, entre los que figuraba el autor de estas líneas, al pasar reunidos, cotidianamente, por la calle indicada, se detenían para oír los desatinos del hombre del tambor. Una noche decidieron dejarse engañar por aquel charlatán y contribuir a su sostenimiento con las perras que valía la entrada. En el instante de entregar aquellas, uno de los amigos, se dio la apariencia pero capaz de burlarse de un entierro, pregunto con gravedad al dueño del fenómeno: ¿eso que usted sí es una sirena o un sirenoide? el individuo interrogado hizo un gesto de asombro, vaciló un momento y al final contestó con franqueza: si he de decirle la verdad, lo que se exhibe aquí dentro es una cabeza. notificada con una cola de pez hecha de madera.Penetramos en el portal y efectivamente, en una urna de hoja de lata y vidrio, Sofía rota, encontramos lo que comen muy pocas palabras, nos había descrito perfectamente aquel vividor: el fenómeno nunca visto, la sirena de la mar.

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