Las jiras campestres (Notas cordobesas)
Artículo sobre las jiras campestres, peroles y que tanto se dieron en la Córdoba del siglo XIX como dejó plasmado Ricardo de Montis en esta Nota cordobesa del 24 de abril de 1921. [1]
Aunque no se ha perdido en Córdoba la costumbre de organizar jiras campestres, las que hoy se celebran difieren mucho de las antiguas. En la actualidad las familias que disponen de medios para ello pasan una temporada todos los años en las incomparables huertas de nuestra sierra, y las que no pueden permitirse este lujo se conforman con ir los domingos, un rato por la tarde, al Ventorrillo del Brillante ó á la carretera de Trassierra, lugares que se han convertido hoy en paseos, y solamente la clase obrera suele echar un dia de campo e ir de perol, según las frases gráficas, lo cual hacían antiguamente desde la persona mejor acomodada hasta el último trabajador. El sábado ó la víspera del día festivo preparábase todo lo necesario para la jira; los canastos de las viandas, la esportilla bien repleta de sabrosas aceitunas, la bota del vino, que hoy ha desaparecido por completo, la guitarra, las castañuelas para ei baile y la soga larga y resistente para el columpio. Los muchachos no dormían pensando en la ida de campo. Antes de que amaneciera ya estaban levantados todos los expedicionarios, refiejándose una alegría indescriptible en sus rostros, y apenas se divisaba la primera claridad del alba emprendían el camino de la sierra, las mujeres cargadas con los cestos, los mozos llevando la guitarra, la bota y el frasco del aguardiente, y los hombrea de más peso la escopeta ó las redes y los palotes para cazar unos pajarillos que dieran buen gusto al arroz. Estas caravanas sentaban sns reales en sitios donde hubiese buen agua, un llano próximo para bailar y correr y un par de olivos en condiciones de poder colgar en ellos el columpio. Y allí pasaban las horas inadvertidas, unos cazando,otros entregándose á honestas diversiones, las viejas dedicadas al arte culinario. Y cuando el sol daba su último beso de luz á las crestas de los montes emprendían todos el regreso tan alegres como estuvieran á la ida, sin mostrar cansancio, llenos los pulmones de aire puro, y dispuestos, después de unas horas de reposo, á continuar su labor diaria. Eran famosas las jiras campestres de los plateros, de aquellos artífices que dieron fama universal á una industria cordobesa. Ellos no las celebraban únicamente los domingo, improvisábanlas cualquier día, un día hermoso de invierno, de esos que convidan á tomar el sol. Bastaba que un operario de un taller iniciara la idea para que todos, desde el maestro hasta el último aprendiz, la acogieran con entusiasmo; al punto dejaban su delicada labor y media hora después veíaseles marchar camino del campo, rebosantes de satisfacción y de júbilo. Y eran estas de los plateros jiras espléndidas en las que se hacía derroche de todo: de buen humor, de alegría, de vino, sin que jamás la sombra de un disgusto empañara el contento de los expedicionarios. Nuestra ciudad, como casi todas las de España, tiene también su clásica romería, la de la fiesta de la Candelaria, que primero se celebró en el arroyo de las Piedras y hoy se verifica en el de Pedroches. El hermoso espectáculo que presenta dicho paraje el 2 de Febrero ha sido descrito y cantado por nuestros mejores poetas y la romería en cuestión sirvió de tema, hace muchos años, en unos Juegos florales. Mas de una vez registráronse en estas excursiones accidentes desagradables ó cómicos y se representó á lo vivo la escena del célebre cuadro titulado Se aguó la fiesta, á causa de la inesperada aparición de un toro. Estas visitas, desagradables siempre, nos recuerdan el siguiente hecho: un pobre blanqueador, gran aficionado al campo, á quien sus amigos llamaban el Conde Negri, sorprendó en cierta ocasión á aquellos con la noticia de que había inventado un procedimiento, acerca del cual guardaba reserva absoluta, para que huyese de la persona que lo pusiese en práctica el toro más temible por su bravura. Un día en que, según su costumbre, se fué de perol con varios camaradas, hallándose todos sentados tranquilamente á la orilla del río, presentóse un novillo, y apenas divisó el grupo dirigióse hácia él en carrera vertiginosa. El Conde Negri, radiante de gozo porque iba á demostrar la eficacia de su invento, levantóse de un salto, se quitó el sombrero, inclinó el cuerpo hacia adelante como si fuera á andar á gatas, y en esta forma, muy despacio, marchó hacia donde estaba la fiera caminando para atrás, y moviendo á la vez el sombrero con ambas manos colocadas por debajo de la cintura. El novillo, al fijarse en aquel bulto extraño, retrocedió algunos pasos, no se sabe si por miedo ó para tomar mayor carrera, pero volvió á avanzar Lgero como un rayo dando tan terrible embestida al pobre blanqueador que fué á caer de bruces en el río con la rapidez de una saeta. No es necesario decir la carga que le dieron los amigos ni que desistió en aquel acto de ensayar la experiencia. Aunque el tiempo propio de estas jiras es el invierno, nunca dejaron de celebrarse en Córdoba durante la primavera y el estío, ya por la tarde ó por la noche, para ir á los melonares y á comer lechugas é higo-chumbos. No hace muchos veranos se puso de moda las excursiones nocturnas á la Palomera, adonde iban innumerables familias para echar una cana al aire cou el pretexto de beber las' ricas aguas de la fuente que hay en dicho lugar, aunque muchos las sustituyeran por el Montilla ó el amilico. Y no debemos concluir estas Notas sin mencionar también otra clase de jiras no menos características de nuestra ciudad que las indicadas: las que efectúan los muchachos á los habares para hacer la doctrina, frase genuinamente cordobesa con la que ellos califican el hurto de habas. |
Referencias
- ↑ Las jiras campestres. Diario de Córdoba de comercio, industria, administración, noticias y avisos Año LXII Número 18606 - 05 Febrero 1911
Principales editores del artículo
- Aromeo (Discusión |contribuciones) [3]