Los juegos florales (Notas cordobesas)

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Ricardo de Montis en sus Notas Cordobesas (Recuerdos del pasado).


Córdoba es una de las poblaciones donde se ha celebrado mayor número de Juegos florales y Certámenes Científicos, Literarios y Artísticos, esas fiestas de cultura que hoy están, por desgracia, en la decadencia, y que en nuestra capital murieron hace ya algunos años.

Inició aquí los Juegos florales un literato ilustre: don Francisco Javier Valdelomar y Pineda, Barón de Fuente de Quinto, y efectuáronse por primera vez el 11 de junio de 1859, al mismo tiempo que la primer locomotora de vapor llegaba ante los muros de esta ciudad para saludarla en nombre de Sevilla, en nombre de su hermana la reina del Guadalquivir, como decía don Agustín González Ruano en el prólogo que puso al tomo formado con las composiciones premiadas.

Los temas fueron "La venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles", "Conquista de Córdoba por el Rey San Fernando", y "La velada de San Juan" y en ellos obtuvieron los premios el Barón de Fuente de Quinto, el Marqués de Cabriñana y don Luis Maraver, y los accesits don Manuel Fernández Ruano, don Pedro Enríquez y don Antonio Alcalde Valladares.

Distinguidos literatos constituyeron el jurado calificador y el acto estuvo presidido por hermosas damas.

La fiesta, en vista de su gran hito, repitióse en los añs 1860, 1862, 1865, 1866, 1868, 1872 y 1878, iniciada unas veces por la Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes y otras por el Círculo de la Amistad.

En todos los Juegos florales había tres temas: uno religioso, otro histórico y otro de costumbres y en ellos fueron laureados poetas de justo renombre.

La adjudicación de los premios verificóse siempre en vísperas de la feria de Nuestra Señora de la Salud, una veces en los salones del Círculo de la Amistad y otras en el Teatro Principal.

La Sociedad denominada Juventud Católica inició otros dos actos semejantes á los anteriores; pero no ya con el carácter de Juegos florales, sino con el de Certámenes, en los años 1871 y 1872.

En 1879 la Sociedad Económica Cordobesa de Amigos del País empezó á celebrar Juegos florales y Certámenes Científicos, Literarios y Artísticos, efectuándolo después de dicho año en los de 1883, 1895, 1902, 1904, 1905, 1906 y 1909.

A partir desde el festival de 1902, estos actos tuvieron una modificación importante: hubo en ellos mantenedor, reina de la fiesta y premio de honor, consistente en una flor natural y en el derecho de elegir la reina.

En los Juegos florales del ario 1902 fué el mantedor don José Contreras Carmona, la reina de la fiesta doña Paz Olalla, Condesa de Hornachuelos, y el poeta galardonado con la flor natural don Vicente Toscano Quesada; en los de 1903 don Juan Valera, doña María Areitio Elio, Marquesa de la Fuensanta del Valle y don Mariano Miguel de Val, respectivamente; en los de 1904 don José Canalejas Méndez y doña Ana de Hoces y Losada de Fernández de Mesa; el premio quedó desierto; en los de 1905 don Rafael Gasset, la señorita Maria Romá Vázquez y don Enrique Redel; en los de 1906 don Julio Burell y Cuéllar, la señorita Soledad Alvear y doña Josefa Vidal de Leiva, ocurriendo el caso no muy frecuente de que obtuviera el premio de honor una dama, por lo cual el mantenedor eligió la reina, y en los de 1909 don César Silió, la señorita Maria Barroso Sánchez Guerra y don Norberto Torcal.

En 1901 la Sociedad Económica también anunció un Certamen, pero no pudo realizarlo por causas agenas á la voluntad de sus iniciadores, y en 1902 celebró un concurso cuyo único tema era: "La usura y medios de combatirla en Córdoba".

Los diversos Ateneos que han existido en nuestra capital organizaron festivales de esta índole, aunque sin las modificaciones introducidas en ellos por la Sociedad Económica, en los años 1886, 1888 en que hubo dos certámenes, y 1889.

El Ayuntamiento verificó un Certamen en el año 1891 y dos en e1 1892, el primero de estos para aumentar los festejos de la feria de Nuestra Señora de la Salud y el segundo con motivo del Centenario del descubrimiento de América.

En 1898 anunció otro en honor del poeta cordobés Antonio Fernández Grilo, pero lo suspendió á ruegos del popular cantor de las Ermitas, quien dijo que no consideraba oportuna la celebración de fiestas cuando España estaba de luto á consecuencia de nuestros desastres coloniales.

Por último, en 1893 la citada Corporación municipal abrió un concurso con objeto de premiar las dos mejores memorias que se presentaran demostrando las ventajas que ofrece Córdoba sobre las demás poblaciones andaluzas para poseer la capitalidad militar de la región.

En 1894 el periódico La Opinión efectuó un Certamen Científico, Literario y Artístico.

Los alumnos de la Escuela Normal de Maestros festejaron el tercer centenario de la publicación del Quijote, en 1905, con un Certamen escolar.

En 1907 y 1908 la comisión organizadora de la verbena llamada de la Virgen de los Faroles, entre los festejos de la misma incluyó un certámen literario con un solo tema: el del primer año fué una poesía de sabor popular dedicada á la referida imagen y el del segundo una reseña histórica de la Virgen y de su tradicional velada.

Finalmente, en 1910 el regimiento de infantería de la Reina celebró un Certamen literario-patrio, muy solemne, en el Gran Teatro y la Academia Médico-Quirúrgica verificó un Concurso para premiar los mejores trabajos que se presentasen titulados "Cartilla de la embarazada".

La mayoría de estos Juegos florales y Certámenes efectuóse en el Círculo de la Amistad, en vísperas de la Feria de Nuestra Señora de la Salud.

En época muy anterior á las citadas, en el año 1651, hubo un Certamen literario sumamente curioso, dedicado al Custodio de Córdoba San Rafael.

El programa fué redactado por el Caballero Veinticuatro don Luis Manuel de Lando é impreso en raso amarillo.

Constaba de diez temas, todos en verso, y los premios consistían en una lámina de San Rafael, una salvilla, un pomo y una pastillera de plata, siete varas de terciopelo, tres de tela de oro, dos pares de guantes de ámbar, un espejo, un rosario, un aderezo de espada y otros objetos y telas.

También figuraba un premio de veinte reales de á ocho del Perú para la peor composición que se presentara.

Don Francisco Manuel de Lando, hijo del iniciador de la fiesta, paseó el cartel, colocado en un estandarte, por la calles de la población, yendo precedido de atabales, trompetas y chirimías, á los que seguía la nobleza, á caballo.

Copias del programa se enviaron á todas las ciudades andaluzas.

Las poesías premiadas se expusieron al público, en la iglesia de San Pedro, el 13 de Mayo, y la distribución de las recompensas efectuóse en el mismo templo el 22 de dicho mes.

Los jurados de estos nobles torneos, á pesar de su imparcialidad y competencia, no dejaron algunas veces de cometer pecadillos veniales, aunque siempre impulsados por el laudable deseo de aumentar el esplendor de tales actos ó por su espíritu de benevolencia, no menos digno de alabanza.

Así no es extraño que en cierta ocasión concedieran un premio á un poeta novel, bajo promesa de que no publicaría la composición laureada para que no se cebase en ella la crítica, promesa á la que faltó el escritor favorecido.

Ni que otra vez, para que no quedara un tema desierto, se otorgase la recompensa á un trabajo sin concluir, según su autor por falta de tiempo, previo el ofrecimiento, que también quedó incumplido, de terminarlo inmediatamente.

Algunos jurados fueron víctimas de los inevitables timos de los plagiarios ó de bromas de no muy buen género.

Un tribunal calificador encontró una obra verdaderamente notable y por unanimidad acordó concederle el premio; al continuar el examen de las memorias presentadas al mismo asunto halló otra, distinta en la forma de aquella, pero absolutamente igual en el fondo; ¡extraña coincidencia!

Después de larga deliberación decidió crear un premio para el segundo trabajo, puesto que reunía méritos iguales al primero.

Y al abrirse los sobres en que estaban encerrados los nombres de los autores de ambos se descubrió la clave del enigma; uno de aquellos estudios era precisamente del Secretario de la comisión organizadora del Certamen, depositario de todos los trabajos, quien copió tranquilamente el que quiso.

En otro Certamen apareció premiada la exposición de un Real decreto publicado pocos meses antes.

Y en el último que celebró la Sociedad Económica obtuvo una mención honorífica nada menos que Rica Ferreira.

Como es lógico suponer, el ilustre economista portugués no se ocupó en concurrir á un certamen de Córdoba; su nombre sirvió de pseudónimo para firmar un trabajo cuya recompensa debió ser anulada con arreglo á las condiciones que rigen en todos los certámenes y concursos.

Y ahora, para terminar, el autor de estas líneas va á hacer una declaración en secreto: formando él parte de un jurado dió su voto para que se premiaria [sic] un estudio literario, sin haberlo leido persona alguna de las que constituían el tribunal calificador, y, efectivamente, el premio se adjudicó por unanimidad.

¿Dice el lector, acaso, que esto fue una anomalía, un abuso ó una injusticia notoria? Pues bien: tenga presente en descargo de aquel jurado que sólo se presentó el trabajo aludido en el tema á que correspondía y, sobre todo... ¡que ocupaba más de trescientas cuartillas escritas con letra menuda!

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