Periódicos satíricos (Notas cordobesas)

De Cordobapedia
Saltar a: navegación, buscar

Escrito por Ricardo de Montis en Notas Cordobesas.


A pesar de que Córdoba, como toda Andalucía, es la tierra de la gracia y del ingenio, en nuestra población no han abundado los periódicos satíricos y muy pocos de estos lograron popularidad y larga vida.

Los primeros publicáronse á raiz de la revolución; desde el año 1868 hasta el 1871 aparecieron Juan Palomo, El Murciélago, El Cencerro, La Víbora, El Can-can, El Gato, El Aguijón (que era repartido gratuitamente), El Tambor (adversario de El Cencerro), El Fandango y Lucas Gómez.

De todos los mencionados El Cencerro fue el que obtuvo más suerte; fundólo don Luis Maraver y se editaba en los talleres de don Rafael Arroyo.

Aparecía todos los domingos y adquirió tanta celebridad en poco tiempo que su propietario, para ampliar el inesperado negocio que se le presentaba, trasladó su residencia á Madrid y allí siguió y sigue tirándose dicho semanario, que hoy arrastra una existencia casi inverosímil.

Era el periódico favorito de las clases populares; no había casa de vecinos ni cortijada donde no se leyera, y aunque es verdad que regocijaba á la gente debemos reconocer, por desgracia, que con su lenguaje poco culto, chavacano á veces, y con sus tendencias antireligiosas, ha causado más perjuicios que beneficios al pueblo.

En varias ocasiones fué suprimido por los Tribunales de justicia como consecuencia de causas que se instruyeron á sus directores y entonces, para no interrumpir la publicación, apareció con los títulos de El Tío Conejo y Fray Liberto.

A la muerte de don Luis Maraver se encargaron de redactarlo individuos de su familia, que después cedieron la propiedad á otras personas. Hoy ignoramos á quien pertenezca.

Exceptuando el anteriormente indicado sólo La Víbora merece especial mención de todos los periódicos satíricos que enumeramos al comienzo de esta nota.

Lo creó un periodista, muy joven entonces, tan ingenioso como mordaz, don José Navarro Prieto, y sus críticas le proporcionaron serios disgustos.

Una semblanza que empezaba de este modo:

"Se trata de un tipo muy alto, muy alto; un poquito cojo y un poquito manco que dá muchas voces cuando está borracho"

fue causa de que tuviera un encuentro desagradable con una persona muy conocida en esta capital, que le agredió cierta noche en las callejas de las Azonáicas.

También alguno de sus escritos motivó el encarcelamiento del señor Navarro.

Este, al suspender la publicación de La Víbora, fundó La Cotorra, periódico semanal, como aquel, y de su mismo género.

En 1885 apareció El Bombo, semanario más que satírico festivo, ilustrado con caricaturas, cuya redacción estaba formada por distinguidos é ilustrados jóvenes de esta capital, entre los cuales figuraban dos que más tarde habían de llegar á las altas esferas del poder: don Antonio Barroso Castillo y don José Sánchez Guerra.

Un verdadero bohemio de las letras, don Emilio López Dominguez, lanzó al estadio de la prensa La Revista municipal, dedicada á poner en solfa, con mucha gracia, las sesiones del Ayuntamiento y á agotar la paciencia del Jefe de los guardias municipales, sólo porque este nada tenia de Adonis, de Apolo ni de cosa que se le pareciera.

En cierta ocasión, al aproximarse la Pascua de Navidad, el periódico aludido ofreció regalar un pavo á la persona que acertara quien era el hombre más feo de Córdoba.

En el número siguiente La Revista municipal publicó un suelto concebido en estos ó parecidos términos: "No podemos cumplir, con gran pesar nuestro, la oferta de regalar un pavo á la persona que acertara quién es el hombre más feo de Córdoba pues de los cincuenta y nueve mil habitantes que tienen esta población más de cincuenta mil nos ha contestado que el Jefe de los guardias municipales y no poseemos dinero para adquirir tal cantidad de las mencionadas aves ni hay medio fácil de reunirlas en un momento determinado".

El señor López Dominguez, posteriormente, dirigió El Incensario, periódico que llevó la sátira á un extremo de exageración lamentable y dió motivo á que circulara un libelo anónimo denominado El Botafumeiro, de triste recordación.

Algunos jóvenes, pintores y escritores, publicaron una revista titulada La Feria de la Salud el año en que se estrenaron las casetas de estilo árabe que figuran hoy en nuestro famoso mercado.

Y esta innovación, así como el hecho de haber ordenado el Alcalde á todos los dependientes del Municipio que contribuyeran con un donativo de macetas de flores á adornar los jardines del Duque de Rivas, los cuales acababan de formarse, proporcionaron á los autores del referido periódico fuentes de inspiración para hacer varias caricaturas y algunos chistes de buen gusto.

Una de aquellas, titulada Cantar en acción, representaba un conocido guardia del Municipio cargado con un tiesto de plantas, y al pie decía:

"Barea el municipal ayer pasó por aquí; llevaba al hombro un rosal, por eso lo conocí".

Unos estudiantes idearon, para distraer los ocios de las vacaciones veraniegas, publicar otro semanario con monos titulado La Ducha, y tras innumerables peripecias sólo consiguieron que saliera á luz el primer número.

Un escritor festivo, al enterarse de la muerte de tal periódico, le dedicó el siguiente epitafio:

"La Ducha ha fallecido pocas horas después de haber nacido; esto le probará á sus redactores lo que es un parto en tiempo de calores".

En los últimos años del Siglo XIX desfilaron por la prensa cordobesa La Cotorra (segunda época), La Cotorrita, El Lorito, El Sable, La Murga, El Látigo y otros, todos de existencia efímera y de los cuales sólo dos lograron interesar al público: La Cotorra y El Látigo.

El primero, que fué el de más larga duración, se hizo popular por sus semblanzas de gente conocida y por algunas campañas beneficiosas que, burla burlando, emprendió con acierto.

Una noche varios individuos penetraron en una casa de mal vivir y cometieron toda clase de atropellos, incluso el de arrojar á unas mujeres por un balcón.

La Cotorra censuró aquel acto de barbarie en un enérgico artículo titulado "Cieno" que fué recibido con aplauso por la opinión.

Los autores de la hazaña buscaron al Director del periódico, un pobre hombre que había solicitado con insistencia el cargo por figurar, careciendo en absoluto de dotes para ejercerlo y le exigieron una satisfacción, asustándole con amenazas, ó que les dijera el nombre de la persona que había escrito aquel trabajo.

El buen Director encaminóse muy apurado á la redacción para contar lo que le ocurría; tan pronto como lo supo el autor del artículo salió en busca de los individuos enojados y al encontrarles no sólo se declaró responsable de todos los conceptos emitidos, sino que anunció que la semana siguiente publicaría otro más duro, lo cual hizo en efecto.

Ninguno de aquellos iracundos señores se atrevió á contestarle una palabra: ¡como que se trataba de un hombre que se había batido heróicamente en los campos de batalla y que, además, manejaba toda clase de armas con una destreza asombrosa!

Respecto á El Látigo puede decirse que fué el extertor de la agonía de aquel malogrado periodista que se llamó Julio Valdelomar.

En el vertió toda la hiel con que amargaron su triste existencia hombres sin corazón y amigos desleales.

Por eso la lectura de este periódico satírico más que la risa á los labios hacía asomar las lágrimas á los ojos.

Principales editores del artículo

Valora este artículo

0.0/5 (0 votos)