Quieren guerra, pues tendrán guerra...

De Cordobapedia
Saltar a: navegación, buscar

Artículo periodístico de Fernando Vázquez Ocaña, apareció en el diario El Sur el 7 de junio de 1934, un artículo premonitorio dos años antes de la contienda civil.[1]

HECHOS
Quieren guerra, pues tendrán guerra...

Esta frase de Gil Robles va calificando la presente situación. Estamos en plena guerra civil. Es inútil disfrazar los términos del pleito social planteado en España. Dos tradiciones, dos teorías, dos maneras contienden. Una, la que tomó la República como un ensayo de democracia de anchas perspectivas de justicia. Otra, la que no quiere reconocer la legitimidad de esta pretensión y se aferra al estilo oligárquico y castizo. Al señor Lerroux, republicano patrimonialista, de mentalidad perfectamente acorde con los hombres viejos de la monarquía, le ha cabido en suerte la faena de desconectar el régimen y el porvenir. Hombre repudiado en las elecciones generales últimas, en proporción que demostraba la vacuidad de su jactancia, para gobernar tuvo que dejarse proteger por los monárquicos. El número de diputados que llevó a las Cortes expresaban una formidable superchería electoral. Con cinco veces más sufragios, por ejemplo, los socialistas tuvieron la mitad de actas. Pero la confabulación de radicales y derechistas supo extraerle a la ley un fruto contrario a los fines de la República. El resultado ha sido entregarle de hecho el Poder público a Gil Robles, quien dirige la política de liquidación de la República sin ejercer la responsabilidad directa del gobierno. Por eso puede decir impunemente: Quieren guerra, pues tendrán guerra...
Y la guerra es contra los republicanos, contra los socialistas, contra los que soñaron caminos de civilidad para España. ¿Qué queda en pie del espíritu de la Constitución? Poco o nada. En el fondo, las huestes de Gil Robles hacen lo que deben. No son republicanas, no sienten la República y les importa poco la ley suprema, por lo cual la burlan apelando a todos los expedientes de la astucia. Así, derogan la legislación de garantía social, la ley de términos municipales, la de jueces y fiscales; se burlan del laicismo del Estado, pagando haberes al clero y enviando un embajador a que besen las babuchas del Papa; imponen jornales de hambre en los jurados mixtos, dominados por radicales y cedistas; hacen que las patronales desobedezcan los laudos de trabajo; amnistían a los sublevados monárquicos; reponen en sus mandos generales enemigos de la República; persiguen la prensa de izquierdas y rodean de la máxima inmunidad a la propia... Mandan, en fin, sin cortapisas.
Pero no se pueden realizar estos fraudes históricos sin convulsiones. ¿Dónde está la famosa paz nacional que Lerroux se prometía, desde el instante que desmontara las Constituyentes y los gobiernos que estas, en normal derecho parlamentario, nutrían? Podrá el Gobierno, un gobierno cuya autoridad desconocen hasta sus colaboradores, un equipo de hombres impotente ante la magnitud de los conflictos que su ineptitud misma plantea, podrá hacerse la ilusión de que gobernar es imponer mordaza a la prensa y desarrollar una política de notas oficiosas. La Dictadura quiso pervivir en este error, de espaldas a la sensibilidad nacional que, atenta y vibrante, pese al lujo de persecuciones del poder ilegítimo, estaba dispuesta a desembarazar su destino político y social de chinchines, teatralerías y latrocinios. ¿Cómo no barrunta el Gobierno Gil Robles-Samper que su obra no tiene razón de ser ni un día más, porque solo se apoya sobre la desmoralización intensa de la República, sobre el resentimiento popular y el descrédito del poder público, porque es destructora y no creadora?

Referencias

  1. Artículo, en el diario El Sur, 7 de junio de 1934.

Principales editores del artículo

Valora este artículo

0.0/5 (0 votos)