Rebelión de las Alpujarras

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La rebelión de las Alpujarras fue un conflicto acontecido en España entre 1568 y 1571 durante el reinado de Felipe II.

La abundante población morisca del Reino de Granada se alzó en armas en protesta contra la Pragmática Sanción de 1567, que limitaba sus libertades culturales. Cuando el poder real consiguió vencer a los sublevados, se decidió deportar a los moriscos supervivientes a varios puntos del resto de la Corona de Castilla, cuya población morisca pasó de 20 000 a 100 000 personas. Por la gravedad y la intensidad de sus combates también se le conoce como la Guerra de las Alpujarras. Felipe II quedó sobrecogido ante las masacres de sacerdotes llevadas a cabo por los rebeldes. Aparte de las muertes y de las expulsiones, miles fueron vendidos como esclavos dentro de España. En la Córdoba de 1573 había unos 1500 esclavos moriscos.​

Córdoba en la rebelión de las Alpujarras[1]

El día 2 de enero de 1569, mandó el Corregidor Don Francisco Zapata de Cisneros, que todos los caballeros de premia saliesen al Campo de la Verdad con sus armas a punto de guerra y desde allí los envió a Granada, prohibiendo que ninguno se volviese bajo graves penas. Iban de capitanes Pedro Ruiz de Aguayo y Andrés Ponce, ambos veinticuatros.

Al día siguiente partió el Corregidor con algunos caballeros de premia que habían quedado, y el Alcalde de la Justicia. El día 6 salieron 250 soldados de infantería llevando por capitán al veinticuatro Francisco de Simancas y el 11 otros 250 infantes, yendo de capitán Don Pedro de Acebedo y Cosme de Armenta, veinticuatros.

El día 13 llegó a incorporarse con el ejército del Marqués de Mondéjar, la gente de Córdoba, cuando éste se dirigía de Albacete a Orgiva, a la Tea de Pogueira y la recibió con mucho gusto y agasajo. El domingo 11 de Febrero se supo que habían tomado las armas treinta mil moriscos y salió otra compañía de 250 soldados, llevando por capitán a Don Diego de Argote, con quien iban muchos caballeros en clase de soldados. Luego el sábado 19, Don Cristóbal de Rojas, obispo de Córdoba, envió 200 soldados arcabuceros y alabarderos, todos buenos soldados, que llevaban por capitán a Rodrigo de Angulo, comendador de la orden de San Juan; y en estos mismos días entraron en Córdoba muchos moriscos cautivos, hombres, mujeres y niños enviados por los caballeros y soldados que allí militaban.

En los primeros días de Marzo salió una compañía de 300 hombres mandados por un capitán venido de la corte y llamado Pedro Zapata. Mediado el mes volvieron a Córdoba a hacer gentes los capitanes Simancas, Acebedo, Armenta y Aguayo, a causa de que la mayor parte de los soldados que llevaron se les habían desertado, y quedó en el Real de Orgiva Don Diego de Argote y Rodrigo de Angulo. A 13 de Mayo salió de Córdoba Don Alonso de las Infantas con 150 soldados costeados por él con que empezó a servir a S. M. en esta guerra.

Al disgusto y cuidados que inspiraba la guerra se agregó la infausta nueva de la peste de Sevilla y el lunes 16 de mayo se cerraron y tapiaron las puertas de Córdoba, dejando abiertas la del Puente, la del Rincón, la de Gallegos y la Nueva, que era entonces un portillo pequeño, en las cuales había guardia de veinticuatros y seis o siete alguaciles.

El 24 de Mayo se recibieron cartas de Don Juan de Austria en que pedía que le enviasen gente sin tardanza por que hacía gran falta; y al punto salieron dos compañías de a caballo vestidas de amarillo gualdado y mandadas por los capitanes Don Alonso de Valdelomar y Don Juan Manuel, veinticuatros. Armenta y Simancas salieron por estos días llevando cada uno 250 hombres y poco después Aguayo y Acebedo, llevando dos compañías de infantería y dos de caballeria.

Habiendo mandado Don Juan de Austria en 23 de Junio que todos los moriscos del Albaicín con sus mujeres e hijos que se saliesen a la Vega de Granada en el término de algunas horas, pena de la vida, todos se metieron en las iglesias creyendo que los querían matar, y sacándoles de allí en número de unos 9.000 los mandaron a diversas partes fuera del reino de Granada. De estos vinieron a Córdoba unos 600 escoltados por dos compañías de arcabuceros que entraron en Córdoba el 5 de julio, a las dos de la tarde, lo que parece imposible por los excesivos calores de la estación.

Una de estas dos compañías de arcabuceros era de Martos y otra de Loja: la una venía delante y otra detrás, y en medio de cada cinco moriscos dos arcabuceros. Al día siguiente llegaron otros 300 moriscos en la misma forma que los anteriores escoltados por una compañía de arcabuceros y veinte caballos. Entregados todos al Corregidor Don Francisco Zapata, los mandó alojar en casa del Conde de Cabra, que creemos es hoy el Convento de Religiosas Capuchinas. Las compañías tomaron al otro día el camino de Granada.

El 9 de Noviembre, el Duque de Sesa, que yendo en auxilio de Orjiva con 4 000 hombres había sido cercado en Lanjarón por 15.000 moriscos, pidió socorro a Córdoba y otras ciudades, y este mismo día se publicó en ésta, guerra a sangre y fuego a los moriscos y que los soldados hiciesen suyo lo que tomasen sin dar el quinto a S. M.; que pudiesen herrar los esclavos y que todos los que habían ido a la guerra desde el principio se volviesen a ella pena de 200 azotes y seis años de galeras.

En este mismo mes de Noviembre, en virtud de una provisión del rey se principiaron a quintar los vecinos de Córdoba y de los pueblos de su reino, de donde venían a reunirse a la capital y se alojaban en las casas. De aquí fueron al punto mandados a Granada, siendo capitán de la escuadra de los pueblos, que llegaba a 400 hombres, Martín Alonso de Montemayor. Salieron asimismo dos compañías de caballería muy bien pertrechadas y vestidas de paño azul. Llevaba cada una 50 hombres y 6 trompetas, Salió asimismo Cristóbal de Angulo con otros 400 hombres quintados de Córdoba, todos los más arcabuceros. Al siguiente día 28, salió otra compañía de 50 caballos, todos cordobeses, vestidos de azul, al mando de Don Alonso de Valdelomar. En este mismo mes vinieron por más gente para azadoneros y se llevaron muchos vecinos de Córdoba, a los cuales tenían encerrados hasta el tiempo de marchar.

A principio de Diciembre se publicaron en Madrid las Cortes que se habían de celebrar en Córdoba y a doce del mismo participó el rey su venida a esta Ciudad para atender más inmediatamente a la guerra de Granada, y desde luego se principiaron a hacer los preparativos para recibir la Corte. Los aposentadores Fernando de Frias, Francisco de San Vicente y Juan Díaz de la Peña llegaron el tercer día de Pascua de Navidad y tomaron las posadas para los Señores de la Corte, destinando al Rey el Palacio Episcopal, que dió principio a reparar el Obispo Don Cristóbal de Rojas, empleando más de 200 hombres.

En 1570 volvióse a quintar para enviar gente a Granada y sacaron 1.800 infantes y 200 caballos. De os primeros, fueron capitanes Don Pedro de Aguayo, Martín Alonso de Montemayor, Don Jorge de Córdoba y Martín de Argote. Los de a caballo fueron a reunirse en Granada con los capitanes que estaban allí para reemplazar a los que se habían de volver a Córdoba. Después mandó el Rey saliesen los hijosdalgo y alguna más gente, yendo los jurados por capitanes, y por general el Corregidor Zapata. Salieron pues cuatro compañías y 200 caballos. El Corregidor llevaba cuatro trompetas y otras tantas chirimías, vestidos de terciopelo carmesi con trenzas de oro y los capotes de grana entrapada, Al mismo tiempo se llevaban de 50 a 50 las cargas de pan de Córdoba a Granada para proveer la gente que iba a ella y no habiendo bestias de trabajo por que todas estaban empleadas en la guerra y en conducir bagajes, lbs arrieros que traían cargas a Córdoba las descargaban fuera de la Ciudad y al punto huían con sus bestias.

A los que se habían ausentado teniendo obligación de ir a la guerra le sacaban lo que habían dejado en sus casas y se lo vendían. Los caballeros de premia cada vez que salían caballos daban uno de cuatro y un hombre armado y veinte ducados cada mes: los ocho daba la ciudad y los doce los cuatro caballeros de premia.

En este tiempo no se veían trajinantes ni en las poblaciones ni en los caminos; todos se escondían por que andaban alguaciles por Andalucía, Mancha y Extremadura, tomándoles las bestías para el Real de Granada y la conducción de muníciones de guerra y boca.

El reino de Córdoba padeció mucho con tanta exacción, pués no sólo se sacaban continuamente hombres, bestias y víveres, sino toda clase de efectos. En virtud de una Real Provisión vino un alguacil a Córdoba que se llevó cuantos zapatos halló hechos, recogió cuantos azadones y botas de vino se encontraron en todas las villas y lugares de Córdoba, y todo lo llevaron a Guadix, donde se reunía lo necesario para el Real de Don Juan de Austria.

Por Noviembre volvió a Córdoba el Corregidor Zapata, trayendo consigo seis mil familias de moriscos, que en virtud de orden del Rey eran llevados a Castilla y otras partes donde estuviesen cincuenta leguas de Granada, lo que se hacía con los que se habían venido de paz y no se habían rebelado.

El Corregidor, temiendo que los soldados cordobeses se quedasen aquí, no quiso pasar por la ciudad, y condujo las dichas familias, que ascenderían a unas diez mil personas, con hombres, mujeres y niños, por La Rambla y las Posadas, y de allí a Villanueva y a Plasencia. Parte fueron llevados a Trujillo, Mérida y Zafra, y dejados allí, se volvieron a sus casas los vecinos de Córdoba.

La misma diligencia que el Corregidor de esta ciudad hizo el de Málaga con 1.800 moriscos de los de la Sierra de Bentomiz, que se habían venido de paz y llegaron a Córdoba por el mismo mes de Noviembre. Venían todos con los vestidos hechos pedazos, descalzos, y con los niños que no podian andar a cuestas, lo que excitaba la compasión de todos.

Los escoltaba una compañía de a pie y otra de a caballo y se alojaron en el mesón del Puente. A los dos días llegaron los moriscos de Comares, la Ajerquía, Vélez Málaga, Almogía, Almarcha, Olías de Benaque, Aljamallate, Sisnague y Benalmocarra, que eran de los que se habían rebelado. Cada pueblo venía separado, con un alguacil delante, y fueron alojados en los mesones del Potro y todos lucieron concedidos a la Vera de Plasencia. En vista de que los moriscos que había en Andalucía traídos del reino de Granada, se volvían a él a causa de la inmediación, dió el Rey una orden, que se publicó en Córdoba el día de San Andrés, en que se mandaba que todos fuesen llevados a Castilla y a Galicia, por lo que este día los encerraron en casa del Conde de Cabra y cada noche iba a custodiarlos una colación, que turnaba empezando por la Catedral. Con este motivo partió un Veinticuatro a la corte y otro a Granada, a suplicar al Rey y al Presidente de la Chancillería, que los moriscos que estaban en Córdoba traídos de aquella ciudad, se quedasen avecindados en ésta, y mientras se negociaba el despacho de esta pretensión, trajeron más moriscos de Priego, Castro, Lucena y Alcaudete, Baena, Bujalance, La Rambla, Santaella, Posadas y otros pueblos del reino de Córdoba, y los encerraron en la casa del Conde de Alcaudete, donde permanecieron hasta que vino el despacho del Rey y del Presidente de la Chancillería, en que se otorgaba que todos los moriscos que estaban en Córdoba se quedasen por vecinos de ella.
  1. Anales de Córdoba. RAMÍREZ DE LAS CASAS DEZA, L.M.. Páginas 129-134. Disponible en Internet

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