Romances y relaciones (Notas cordobesas)
La musa popular que hoy se revela en los cantares, llenos de sencillez y de sentimentalismo, tuvo otras manifestaciones, en tiempos ya remotos, que han pasado á la historia: el romance, la relación y la jácara, denominada en nuestra región la andaluza. Y como Córdoba siempre fue cuna de poetas, en pocas poblaciones se escribieron y editaron más romances y producciones análogas que en esta ciudad. El primero de que tenemos noticia data del siglo XV. Su encabezamiento dice así: "Famoso romance que trata de la gran Tempestad y Terremoto que uvo en la ciudad de Córdoua á los veynte y vno de Setiembre año mill y quinientos y ochenta y nueue días del Glorioso Apostol San Matheo. Compuesto por Amaro Centeno estante en la misma ciudad y natural de Senabria de la Montaña de Leon. Imprenta de Diego Galuan. Açoñaycaz". Del siglo XVIII han llegado hasta nosotros dos romances: uno se titula "Don Claudio y Doña Margarita" y está impreso por Esteban de Cabrera, y el otro se denomina "Romance nuevo en el que se declaran las excelencias de la Gente del campo, desempeñándose de otro Romance en que los Oficiales los motejaban". Su autor es Francisco Serrano y se halla editado en el taller de dona María de Ramos, plazuela de las Cañas. En el siglo XIX adquirió gran desarrollo esta poesía y son innumerables los romances y relaciones compuestos é impresos en Córdoba. Los hay de todos los géneros: históricos, religiosos, amatorios, burlescos; ya narran un hecho saliente, ya recuerdan una efeméride gloriosa, ya cantan la aparición de una imagen ó un milagro, ya describen las audacias de los famosos bandoleros de Sierra Morena ó las proezas de los toreros más renombrados, ya cuentan una aventura picarezca ó un incidente cómico. Entre los más curiosos que conocemos figuran dos, los cuales ostentan los encabezamientos siguientes: "Romance del feliz hallazgo y milagros del S. S. Christo de Torrijos" y "A la resurección de los triunphos de nuestro glorioso monarcha el Señor San Fernando, en la proclamación que hizo esta nobilísima Ciudad de Córdoba á nuestro Cathólico nuevo Rey y Señor don Fernando Sexto de este nombre, etc". El primero es de autor desconocido y el segundo aparece con la firma de Bernardo Rodrígez Quadrado Mazo, Pertiguero de la Santa Iglesia Catedral. Muchas de estas composiciones tienen sabor muy cordobés y casi todas constan de dos partes. Están escritas con incorrección pero á la vez con gran soltura y con más ingenio y gracia que las obras de algunos literatos que pasan hoy por festivos. Generalmente los romances antiguos eran anónimos; ¡cuántos hombres de campo, analfabetos, los componían y conservaban en la memoria para decirlos ó representarlos en las fiestas de los cortijos, hasta que alguien se los escribía y, rodando, llegaban á manos de un impresor que los ponía en letras de molde! En algunos, muy pocos, aparece el nombre de su autor, persona, por regla general, desconocida. Sólo un romancero cordobés logró cierta notoriedad en su época, don Agustín Nieto, que vivió en la primera, mitad del siglo XIX. El pueblo buscaba con interés sus romances, casi todos jocosos, y muchos de ellos hiciéronse popularísimos, tales como los titulados "Chasco que le sucedió á un mozo yendo á Maytines la Noche Buena", "La Tertulia", "Suceso de la Pulga", y "De los toros". Aunque todas las imprentas de nuestra población editaron durante la centuria última gran cantidad de estas producciones, ninguna publicó tantas como la de don Luís de Ramos y Coria, establecida en la plaza de las Cañas, y la de don Rafael García Rodríguez, situada en la calle de la Librería. En los talleres del Diario de Córdoba, oriundos de esta última tipografía, se conservan aun algunos toscos grabados, hechos en tarugos de madera, de los que imprescindiblemente lucían á la cabeza todos los romances y relaciones. En vista del éxito obtenido por aquellas creaciones de la musa popular, varios de nuestros poetas, entre ellos don Antonio Alcalde Valladares y don Luis Maraver y Alfaro compusieron graciosas jácaras, á las que el vulgo daba el nombre de andaluzas por ser andaluces los personajes que en ellas intervenían y estar escritas en andaluz. Recordamos haber leído una de Alcalde Valladares, no en romance sino en quintillas, publicada en un periódico de Madrid que se titulaba La Linterna mágica. Al final del siglo XIX desapareció por completo la afición á esa poesía, á la que no le faltaba su encanto, y el último romance cordobés fue el escrito por el veterano periodista don Camilo González Atané narrando los crímenes de Cintabelde. Hace cincuenta años no había fiesta popular, motivada por el bautizo, el otorgo, la boda ó cualquier acontecimiento de familia en que los mozos y mozas de genio más corriente no dijeran un romance ó representaran una relación. Y el joven que no había aprendido algunas de esas composiciones era tan mal mirado por sus compañeros y sobre todo por las muchachas como el que no sabía bailar. En cambio el que poseía extenso repertorio se llevaba de calle á toda la reunión. Las amplias cocinas de los cortijos, durante las primeras horas de la noche, convertíanse en escenarios donde los campesinos declamaban el pasillo de "Moros y cristianos", disfrazados de modo grotesco, ó exponían "Los cuarenta motivos que tiene el hombre para no casarse y los treinta y seis que tiene para descasarse". Cuando terminaban las faenas de la recolección ó de la molienda organizábanse originales funciones, á las que asistían los dueños de las fincas y en las que todos los trabajadores demostraban sus habilidades, ya diciendo relaciones; ya haciendo juegos, algunas veces un poco reñidos con la moral; ya agasajando al amo, obsequio indispensable, con una obra escultórica de barro ó de greda, generalmente simulando una suerte del toreo, hecha por, el operario de más aptitudes artísticas. Hoy todo esta ha desaparecido y á los romances, relaciones y jácaras han sustituido lás coplas pornográficas ó insulsas que cantan algunos ciegos y las espeluznantes narraciones de espantosos y falsos crímenes conque cuatro vividores aterran á las gentes sencillas, aguijoneándoles á la vez la curiosidad para que les compren los papeles, cuya lectura crispa los nervios á las ancianas y produce insomnios á las jóvenes y á los chiquillos. |
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