Taberna Camilo

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Casa Camilo

La Taberna Camilo en sus principios tuvo el nombre del "El Nuevo Mundo, Restaurant"; estaba situada en la calle San Álvaro que antes de la reforma y creación de la calle Cruz Conde era un estrecho laberinto de curvas y tacones. Tras el derribo del edificio, fue traslada la taberna a la calle Morería en 1926. Estaba regentada por Camilo Sánchez Aroca que al morir en 1922 su heredero Gregorio Sánchez Aroca en recuerdo de aquél el puso por nombre "Casa Camilo".

En esta taberna-restaurant acudía lo mejor del mundo castizo de Córdoba. Por allí iban personajes como los toreros: Rafael González Madrid "Machaquito", "Conejito"; "Manolete" padre, el piquero "Pegote" y el ganadero Antonio Guerra; el periodista Ricardo de Montis; el clásico musical Rafael García Baro; el industrial Antonio Carbonell; el comerciante Antonio Sánchez Gómez; Blanco Cantarero y el insigne pintor Julio Romero de Torres. También acudían los guardías de Seguridad que se les llamaban los "sifones", por los cascos que portaban en sus cabezas, o politicos de aquellos tiempos.

Eugenio Noel, el enemigo de las corridas de toros, para recoger datos con destino a un libro sobre el "Cante Jondo" estuvo en "Casa Camilo". Dialogó con uno que cantaba algo y conocía el flamenco. Allí estuvo hasta altas horas de la noche. Cuando fueron a cerrar, gritó desaforadamente : -Por Dios, no interrumpan esta soleares que nos transportan a lo más genuino de Córdoba. Advertido que la auroridad exigía el cierre riguoso. dijo: -La autoridad manda y mañana seguimos.

Era famoso un vaso tallado de gran estilo, valorado en una cuantiosa cantidad, en el cual cabían cinco litros, dónde bebían unicamente grupos o tertulianos de nombre, como fue el caso de Eduardo Lucena y sus amigos o los chispeantes miembros del Club Mahometano".

Había un camarero, todo un personaje popular, llamado el "Sacris", -por eso de frecuentar las sacristías vinícolas- que tenía la pajolera gracia de improvisar versos parecidos a éstos:

Baquera y Tejón,
carrera de la estación,
materiales de construcción,
hay de todo, hasta carbón.

Cada vez que el "Sacri" recitaba, recibía una estruendosa ovación entremezclada con algunos pitos.

En aquel establecimiento quedaban como recuerdos vivos de muchos decadas: periódicos y revistas antigua; cartas, carteles de toros y de teatro. Todo un mundo que pasó al fallecer Gregorio el nieto del famoso "Camilo".


Recuerdos de la Taberna Camilo[1]

Entrando por la calle Cruz Conde, a la mano derecha, frente al antiguo y de fama mundial restaurante de Miguel Gómez se encontraba esta taberna. La regentaba un sobrino del llamado Camilo, de nombre Gregorio, hombre servicial y callado que ofrecía con agrado sus vinos y aperitivos mirando por encima de unas gafas de armadura metálica, que sostenían sus aguileña y afilada nariz. Digna del famoso soneto quevediano.

Allí había un hermoso patio y muchos reservados propicios para reuniones y amoríos pasajeros. Era frecuentada por tratantes de ganado, enófilos constantes, empleados de banca, oficinistas y comerciantes. Taberna tranquila, sin alborotos ni molestias. Todo era callado y suave como la brisa: sólo se oía un viejo fonógrafo de cuerda con el compás de un tango lastimero y sentimental que estaba de moda en aquel tiempo; y también el agrio chirrido de las canillas de madera de abrirse para dar salida a las soleras.

Yo la frecuentaba en mis años de bachillerato con otros compañeros de curso y siempre tuvimos mucho respeto al señor Gregorio, con aquella mirada de jesuita observador. El inmueble era propiedad del arquitecto Enrique Tienda, que la derribó para construir una nueva edificación; por cierto, que en las excavaciones para cimentar se halló una magnífica estatua romana que Tienda conservaba en su nueva vivienda.

No era extraño encontar mosaicos y restos romanos por estos lugares que, según Luis María Ramírez de las Casas Deza, se ubicaba el sector aristocrático de la Córdoba romana.

Esta taberna, como tantas otras, pasó como el viento, yo le dedico este pequeño recuerdo, con el sentimiento de no poder volver a vivir aquellos ya idos.

Referencias

  1. "Memorias Tabernarias". Manuel Carreño Fuentes en Diario de Córdoba. 19 de junio de 1988

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