Taberna Casa Faustino
La Taberna Casa Faustino estaba situada en la que actualmente se llama Taberna de la Fuenseca en la calle Juan Rufo haciendo esquina con la calle Conde de Arenales.
Casa Faustino se llamaba así por el nombre de su propietario Faustino Rubio Navarro. Era una taberna clásica cordobesa de los años veinte y treinta, donde su dueño, atraía a los clientes por ser una persona buena, generosa y abierta que tenía siempre una palabra de agrado y una sonrisa cariñosa, con la que además ofrecía unos vinos de muy buena calidad. Faustino tenía la costumbre, poco dada en otros taberneros, de invitar con prodigalidad a sus amigos y clientes, entre los que se encontraban algún grupillo de muchachos que con su escaso presupuesto diminguero iban a tomar sus copitas.
La clientela era muy variopinta, pero de mucha formalidad, entre la que se encontraba un tal "Venancio", maquinista jubilado de RENFE, que era todo un caballero, siempre sentado en el mismo lugar, pero que al ver que podía estorbar a un grupo que entraba a copear se levantaba y cedía su lugar. Faustino, con ese porte lacónico que caracteriza por excelencia a los castizos cordobeses, decía:-¿El señor Venancio? ¡"Ese es un "hombre cabal"!, en una palabra "insuperable" como cliente. Era Venancio modesto, sencillo, parco en palabras, amable, cortés, buen consejero y de espíritu joven.
Otro parroquiano que frecuentó en su juventud Casa Faustino fue el Marqués del Cucharón, que además se ocupaba de llevar las cuentas del negocio.
Faustino cuidaba con mimo a sus clientela. En la vitrina junto al mostrador, había un copero que servía para poner los medios de los clientes habituales, numerado para que siempre fuera el mismo medio para el mismo cliente. En algún caso se confundía Faustino y el cliente que ya estaba acostumbrado al mismo decía: Faustino me has cambiado el medio. Hasta tal punto conservaron costumbres las clásicas tabernas de aquella añorada Córdoba.
Destaca el hecho, en la vida privada de Faustino, de ser padre de la muy popular y querida Purita, llamada en el barrio de Santa Marina "Purita la Ciega".
Era una mujer buena, afable, cariñosa como su padre, de una religiosidad produnda ,que desde muy joven perdió la vista y que vendía cupones por las casas del barrio hasta su jubilación. Persona queridísima y de gratísimo recuerdo entre los santamarineros.
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