Un recuerdo de la sierra de Córdoba en el siglo XVI

De Cordobapedia
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Francisco de Borja Pavón escribió este artículo que insertó en el Diario de Córdoba el 1 y 2 de mayo de 1857 en relación a la traducción de una carta en latín que el cronista y filósofo cordobés Juan Ginés de Sepúlveda envía a Leopoldo de Austria, a la sazón, obispo de Córdoba.

Los atractivos con que la primavera engalana en cada año los valles y colinas de nuestras cercana sierra, desplegando la pompa de la mas rica y florida vegetación, haciendo sentirla temperatura apacible de sus auras, y el perfume grato de sus plantas aromosas han sido en todas épocas ocasión de solaz y esparcimiento para las familias de esta ciudad, que gozando de una holgada fortuna, han acostumbrado á ir á buscar á las huertas y lagares en esta época del año. La reparación que reclama una salud quebrantada, el reposó que piden los continuos afanes de la vida, ó el gozo y el consuelo que pueden templar sus amarguras.

Para confirmar esta nuestra observación, nos parece oportuno ofrecer á los lectores fiel ¡Hnno un recuerdo de la impresión que los cuadros de la vida campestre hácian en uno de los mas esclarecidos hijos de esté suelo, á quien ' el amor al estudio y al cultivo de las letras arrastraban con frecuencia y agradablemente, tres siglos hace, á buscar en una amena quinta, situada en el interior de nuestra vecina sierra, la dulce soledad qué tanto le cuadraba para el desarrollo de sus prolijos trabajos y de sus profundas meditaciones.

Entre las elegantes epístolas latinas debidas á la pluma del docto cronista de Carlos V, Juan Ginés de Sepúlveda, se encuentra una que es cabalmente la octava, del libro quinto, donde el atildado humanista conocedor, de todas las preciosidades del idioma de Livio y Cicerón, escribe al célebre obispo Leopoldo de Austria, con quien conservaba íntimo trato, comparando su propio predio de Sierra Morena Con la rica granja del prelado, y dando algunos toques descriptivos respecto ál uno y la otra. Esta epístola que traducimos, dice así':

Carta a Leopoldo de Austria

«Juan Ginés de Sepúlveda á Leopoldo de Austria obispo dé Córdoba, desea muy cabal salud:
Capricho es comparar Un pedazo dé tierra con una vasta heredad, una pequeña quinta con un palacio campestre: y sin embargo, á mi, este predio de Sierra Morena, á donde según mi costumbre he venido poco hace, en gracia de mis estudios-, no me deleita menos que á vos, ó ilustrísimo prelado, ese campo vuestro á que dieron él nombre de Alameda. Gran cosa es lo confieso, y que puede contentar á espiritis reales, el tener con magnificas habitaciones una posesión dilatadísima que abraza dos huertas de-riego» y praderas mas vastas que las de Néron, bastantes para apacentar rebaños de vacas, obejas y yeguas generosas: y esto á: la orilla del Betis, noble rio, en la cual' se cuenta que en otro tiempo , las obejas solían vestir vellones de oro» y por usar las palabras de Marcial, libro 9, epígrama 62:
Allí do la vedija amarillea
por el rubio metal qué dá la tierra,
y el rebaño de -Hesperia alcanzar logra
blandura peregrina en los toisones.

Y todo esto en un parage cercano á la ciudad, al que podéis ir después de comer, demorar en él por algún tiempo y volveros á casá á puestas del sol, lo cual aun habéis solido vos mismo hacer por espacio de tres dias, ora en provecho de vuestra salud y recreo, ora por escusar molestias é interpelaciones de importunos. Por lo que á mi hace, este campo mió, pequeño .si -con el vuestro se compara, y acomodado á mi pobreza, me gusta tanto mas, cuanto mas distante se halla del ruido de la Ciudad y mas á cubierto puede ponerme de las inútiles, embestidas de los que sobrevienen.

Y no porque yo no haya imbuido en aquella misantropía de Timón el de Atenas, á porque no pueda tolerar las costumbres, de los hombres, como algunos de quienes afirma Cicerón que por eso vivían contentos con su hacienda eu los campos: pues inhumana cosa es que el hombre-, nacido animal social- recuse lo que á su condición general atañe:, sino por cuanto la soledad presta gentil proporción á los estudios en que yo encuentro mi reposo, y venme muchas veces en la precisión de desearla en medio del tumulto de la ciudad y de la córte. Pero si en la grandeza soy vencido ¿lo soy por ventura en la amenidad? No corre por acá ningún grande rio: pero dos fuentes permanentes brotan con largueza Un agua, riquísima. Una de ellas, riega un bosque umbroso de naranjos dé todo género separado por asientos y como, por escalopes, á manera de teatro en la falda dé un monte mientras las aguas se deslizan - con grató murmullo por estrechos cauces-, y después por despeñaderos adecuados van gradualmente saltando con mayor ruido. El otro manantial, que suele acrecer con el agua del cielo que de los montes deriva, corre por entre un valle profundo que se enlaza en la selva de que antes hablé» y á otras montañas ademas que por todas partes dominan, vestidas en parte de viñedos, higueras, olivos, cipreses, almendros, pinos y encinas, en parte, de madroños, arrayanes y lentiscos y otros arbustos espontáneamente nacidos: selva pequeña en verdad, si bien sembrada de muchos árboles frutales de diverso género, de membrillos, tra factoría. Cosa que no tardara en suceüer naoes, melocotones, cerezos, manzanos y pe- | pues sabemos que se están fundiendo Mü^y rales.

Agregad los ciruelos, avellanos y no- ¡buen resultado las piezas que han de construir gales, los oímos, que espontáneamente nacen I las de la fragata Blanca. á la orilla del- corriente tarroyuela, los sauces de Francia: y -no bago mención «le los mimbres y las cañas, porque no parezca que blasono de "pequeñeces y 'que quiero temerariamente competir -con -vos aun en esta parte en que me -lleváis tanta ventaja.

Mas no por eso tengo a menos ni me avergüenzo de hablar podemos añadir algunas noticias á lo que en del colmenar: -puesto que á mi que me ocupo eno en la actualidad en negocios del reino y la administración civil, me es agradable sobre manera contemplar en tan pequeños insectos ese simulacro de augusta república. ¿Y quien no ha de admirar eon -cierto deleite el cuidado y casi la piedad de las abejas en educar sus reyes, que después han de ser elegidos de la multitud y en ejercer todos los cargos, re, movida asi la causa de toda, sedición: no menos que su .estudio é industria en el desempeño de los oficios que á las varias secciones se distribuyen ^para conducir y transportar las flores y el humor nectario y para labrar y figurar "los panales, la cera y la miel?

A mas de esto, su admirable diligencia para disponer su hacienda, su sobriedad para gastarla y su amabilidad y prudencia para deducir oportunamente las colonias y gobernar y conducir al común provecho todos los ramos de la república? En la contemplación de tales cosas, no. solo es justo complacerse, sino que también á veces se puede útilmente aprender, lo que la razón natural aconseja en la sociedad humana y en la administración civil. Por eso yo no separo de mis estudios literarios este modo de filosofar. Pero veo que vos podéis compensar fácilmente el colmenar con esa grande pajarera que componéis de numerosas especies de casa y guerra, de cisnes, grullas, flamencos, cigüeñas, -avetardas, y para omitir las demás, que mejor que designar con sus nombres, me es dado admirar por su estrañeza y hermosura, con el gran húmero de pavos reales, que -entre todas las aves os envidio en verdad, puesto que consta haber abundado en ellas aquella granja Tusculana de Cicerón, con la que yo quisiera rivalizase esta mia de Sierra Morena, en cuanto su pequeñez consiente: por lo que el mismo Cicerón escribiendo á Papirio Paeto, dijo: ya tengo reunidos mas pavos reales, que tu pichones: tanto mas, que los pavos reales, asi como son bellísimos de aspecto, también 8éíi muy agradables de comer, y muy a propósito para obsequiar en la mesa á los amigos de distinción, si se presentare la ocasión de ello.

Y pues, vosotros los opulentos y los Principes de alma elevada buscais lo hermoso y los más pequeños se dirigen con preferencia a lo útil; aa todos complace lo que por ambas circunstancias se recomienda, de donde concerñeis con cuanto gusto espero el cumplimiento de vuestra oferta sobre la nueva cría de pavos reales. Añádese que los pavos reales del campo, tanto más seguros están de la maligna embestida de las fieras cuanto que de noche, que es cuando princiaplmente acometen aquellas, acostumbran espontáneamente remontarse o volar a la cima de los tejados, o subirse en las vigas de traviesa como para acostarse, según tengo observado en vuestra quinta; siendo así que las gallinas que con algunas palomas componen todo el caudal de mi pajarera, y las otras aves de corral, divagando para pacer, no solo de día sino también de noche, cuando tal vez el capataz se olvida de cerrar, caen en los lazos de las zorras, al menos acá, en esta región emboscada, si no estuviésemos defendidos contra las injurias de los animales perniciosos con el auxilio de muy vigilantes perros. Divididos estos en diversos puntos como centinelas para custodia de la granja y del campo, sus ladridos nocturnos, señaladamente cuando van en persecución de la fiera, me son no mes agradables que en la mañana los alegres trinos de los ruiseñores y demás pajarillos, que soliendo acudir a este punto en grandísimo número, regala mi oido con sus cantos a porfía, especialmente cuando al lucir el sol, levantándome de la cama, me voy a rezar las preces horarias por sendas abiertas entre árboles y mientras ser prepara la Santa Misa que en cada tres días y en los festivos me es permitido celebrar, me paseo: o bien, cuando cansado del estudio, para solaz del alma vuelvo a la caída dela tarde por los mismos senderos y buscando la sombra entre el murmullo de las aguas, y los suavísimos perfumes que exalan las flores particularmente los cidros, que en el patrio idioma llamamos naranjos, voy a visitar los manantiales y el cercano estanque de los proces, en el que se reune recogida el agua de la más rica fuente de arriba, para de allí derramarse más cómodamente, conducida en mayor abundancia por los cauces sobre las raíces de los cavados árboles.

Tal proporción de filosofar y de alternar a la vez con honestos placeres de recreación del espíritu, tras la fatiga de los estudios, me la concede mi granja de Sierra Morena; a mi si que a nadie oculto ni perjudico, ni de nadie perturbo el sosiego. Así que estos días de sierra, y mi trato con las apacibles musas me encantan de tal modo, que de buen grado otorgare a todos toda especie de bienes, siempre que se me deje vivir de esta manera a mi libertad.

Y si algún tétrico maestro o censo juzga que es de poco digna de un teólogo semejante vida, escucha a San Pablo cuando dice así a los romanos: "El reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia y paz y alegría en el Espíritu Santo" Lo topr no es pues el vivir alegremente, sino el deleitarse con torpes cosas. El regocijarse con las honestas, esto es en último resultado ser varón rector y amigo de la virtud, cuya especie designó con el solo nombre de justicia San Pablo, como suele hacerlo ni muchos lugares la sagrada Escritura. porque la alegría en el Espíritu Santo, ¿qué otra cosa es sino el júbilo que del hábito y ejercicio de las virtudes y de la contemplación delas mejores cosas procede.

Heme movido, Ilmo. Prelado, a escribiros la presente, la razón no solo de que tales cosas, cuando es dulce sentirlas, es grato a el alma espresarlas, sino también el haberlo juzgado asunto nada enfadoso para una carta, en que os saludase yo sin causaros fastidio, cuando por ventura estais en vuestra Alameda huyendo de encuentros inoportunos; y para daros gracias por la fineza de los pasteles; porque siendo grata por sí misma, dao que no comparo con el jabalí ninguna presa de caza, y he solido reirme del juicio y paladar del poeta, que disgustado muchas veces del jabalí pudo conceder a la liebre entre los cuadrúpedos la gloria primera, también me ha sido sobremanera agradable por conocer con suma complacencia no habéis olvidado a vuestro Gines Salud. En la misma granja de sierra Morena a 25 de abril de Cristo 1554

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