Beato Álvaro de Córdoba

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Para otros usos de este término, véase San Álvaro

'San Álvaro de Córdoba'
BeatoAlvaroDeCordoba.JPG

Religioso

Nacimiento: ¿Zamora?
c. 1360
Fallecimiento: Córdoba
1430
Actividad: profesor de Artes y Teología; confesor de Catalina de Lancaster y Juan II
Reconocimientos: Beatificado en 1714, en patrón de las Hermandades y Cofradías de Córdoba
Destacado: Fundó el convento de Scala Coeli

Contexto histórico

Décadas: 1410 - 1420


Beato Álvaro de Córdoba, dominico y teólogo, nace en 1360, posiblemente en Zamora ya que es llamado así en diferentes documentos[1]

Profesa como religioso en la Orden de Santo Domingo, fundador del Convento de Scala Coeli. Su gran fama de sabiduría y santidad hacen que Dª Catalina de Lancaster y su hijo, el rey Juan II lo conviertan en su confesor. Pese a que en Córdoba se le conoce como San Álvaro, en realidad Fray Álvaro no ha sido canonizado. Beatificado el 22 de septiembre de 1714, su fiesta se celebra el 19 de febrero. San Álvaro es el patrón de las Hermandades y Cofradías de Córdoba, y tiene bajo su advocación una iglesia en el barrio de Poniente.


Biografía

Muy pronto, a principios del Siglo XV, emulando a su hermano de Orden San Vicente Ferrer, se dedica a recorrer incansablemente toda España, ciudades de Francia e Italia, donde fue oído respetado y admirado en todas parte como heraldo y mensajero de Jesucristo. De esta forma continuaba su misión evangelizadora de fe contribuyó eficazmente a la desaparición del cisma de Occidente.

A su regreso a España, con gran fama de sabiduría y santidad, se convierte en confesor de la Reina Dª Catalina de Lancaster, viuda de Enrique III, y de su hijo Juan II. Debido a su forma de ser, se gana el beneplácito y la confianza de la Corona, que le aportan para sus planes evangelizadores unas limosnas suficientes, como para que el 13 de junio de 1423, comprase Torre de Berlanga (antigua torre moruna enclavada en la sierra norte de Córdoba a siete kilómetros de la capital) y en ella situará su convento denominado Santo Domingo de Escalaceli.

En un principio la orden del convento la compondrían él con siete frailes más, que realizarían esfuerzos máximos para darle vida a aquel entorno. Dicho convento tuvo sus problemas en la construcción, debido a que tanto la limosna monárquica como la de la sociedad cordobesa fueron acabándose. Es por ello y que según cuentan, una gracia divina, bajo petición del fraile de Córdoba, rociara aquellos Santos Lugares (como posteriormente él denominaría) del material necesario para su construcción.

Fray Álvaro de Córdoba, al elegir el lugar del convento, elegía el lugar más parecido a la orografía de Jerusalén. Es por ello que funda numerosas ermitas en sus alrededores. En concreto fueron tres: Cueva de Getsemaní (hoy en día llamada Ermita de San Álvaro), situada al este del convento tras el valle del torrente Cedrón, y sobre el cerro en el cual dice la tradición que San Álvaro subía y bajaba de rodillas rezando. Ermita de la Santa Cruz al norte del convento y la Ermita de Santa María Magdalena situada al oeste sobre el cerro circundante, ambas dedicadas al retiro y oración del Beato de Córdoba.

Pero sin duda la obra más significativa sería la que realizó en el Monte Calvario (al sur del edificio) y que emulaba con sus tres cruces (hoy en día reconstruidas), al Monte donde Jesús fue crucificado. Hasta este Monte Calvario, y desde el Santuario, Álvaro de Córdoba realizó el que sería el primer Via Crucis de Occidente, manteniéndose hoy en día esta distinción.

Se comenta la siguiente leyenda que según los cronistas se convirtió en milagro.

«Venía Álvaro de su labor evangelizadora en la ciudad, cuando encontró en el suelo a un mendigo moribundo y hambriento al que invitó que le acompañara al convento. Éste al no poder ni levantarse, hizo que el fraile lo tapase con su capa y se lo echase a los hombros. Llegando a la portería del santuario descubre que lo que llevaba a sus hombros es el mismo Cristo Crucificado, el mismo que según la tradición se venera aún hoy, en la iglesia del convento.»

Fray Álvaro de Córdoba moriría con algo más de setenta años, el día 19 de febrero de 1430 en su santo lugar debido a una lenta y penosa enfermedad.

El obispo de Córdoba aprueba su culto en 1603. La Orden Dominicana, personas principales y del pueblo piden a Roma su canonización y la Sagrada Congregación de Ritos pidió informe sobre su culto al obispo Alfonso de Salizanes y Medina a fin de que justificara el mismo. En vista de las diligencias el Papa Benedicto XIV aprobó su culto como beato en 1741 para Córdoba y la Orden de Santo Domingo.

Desde aquella fecha, la devoción a San Álvaro y al Cristo del mismo nombre se manifiesta de forma popular en Córdoba por medio de la famosa Romería de Santo Domingo.

Referencias

  1. Biografía de Beato Álvaro de Córdoba. Real Academia de la historia

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