Añora (Rincones de Córdoba con encanto)

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Los pueblos
Rincones de Córdoba con encanto
Francisco Solano Márquez (2003)
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Añora / Entre norias y cruces

Los espacios con encanto que brinda Añora se concentran en la plaza de la Iglesia, el corazón del pueblo, y en torno a la ermita de la patrona, la Virgen de la Peña, ya en las afueras.

La plaza de la Iglesia es un agradable espacio al que da nombre la parroquia de San Sebastián, cuidado templo de la segunda mitad del siglo XVI que se alza en uno de sus flancos, haciendo esquina con las calles Iglesia y Cantarranas. Sobre su fachada de los pies se alza la torre, que se viene fechando en 1770, con un primer cuerpo de graníticos sillares, en el que se abre la portada principal, y un campanario de rojo ladrillo, cuya restauración motivó, hace unos años, la recuperación temporal del tejar de Abajo. En el costado de la epístola, entre sillares graníticos, se abre un arco apuntado. El interior del templo se organiza en tres naves, separadas por blancas arquerías levemente apuntadas, sustentadas por toscas columnas de granito, naturalmente, que le proporcionan robusta solidez.

En la diagonal opuesta se alza la casa consistorial, que también emplea en la fachada el lenguaje del granito, cómo no. Pero lo que más llama la atención del edificio, recientemente rehabilitado, es el centenario reloj que lo corona y el campanario de hierro, que parece una extraña peineta sobre el tejado.

En el centro de la plaza surge un circular jardincillo, sombreado por dos palmeras, en el que se ha instalado una moderna noria con su mecanismo dispuesto para funcionar en las solemnidades. Y es que los noriegos no quieren olvidar el origen de la villa, que surgió a principios del siglo XV en torno a la noria de un tal Crespo, de la que deriva el nombre del pueblo.

El viajero irá ahora al encuentro de la ermita de la Virgen de la Peña, situada a las afueras. Lo mejor será tomar la calle Concepción, que proporciona la ocasión de admirar, de paso, la plaza de las Velardas y la ermita de San Pedro –la más antigua del pueblo, pues se fecha a comienzos del siglo XVI–, ante la que se alza la cruz del mismo nombre, una de las siete repartidas por el casco urbano, que responden a los nombres de sus emplazamientos: las dos de Amargura, Arriba, Virgen, San Martín, Cantarranas y ésta de San Pedro. (Si al viajero no le embarga la prisa puede dedicarse a buscarlas y descubrirlas por su cuenta, lo que también le permitirá apreciar, de paso, numerosos ejemplos de arquitectura popular bien conservada).

Enseguida, la calle de la Virgen indica en su topónimo el camino de la ermita de la patrona, la Virgen de la Peña, reedificada en el siglo XVIII, de abovedada nave única y cúpula con linterna en la cabecera. La tosca portada de medio punto se inscribe en la fachada de granito, coronada por una blanca espadaña.

Pero el encanto de este espacio no reside sólo en la ermita, sino en cuanto la rodea. Lo que más contribuye a hermosearla es, sin duda, la amplitud de su explanada, que permite apreciarla despejada y hermosa en la meseta del suave altozano. Un perímetro de poyos acota el recinto, en el que se alinean las acacias de troncos blanqueados y podadas copas, que dan escueta sombra a los bancos de piedra. La ermita de la patrona marcó sin duda la elección del emplazamiento ferial, que se extiende enfrente, no lejos de la cruz de San Martín.

Al final de la calle de la Virgen, frente a la ermita, no pasará desapercibida para el viajero la sucesión de casas –catorce pueden contarse– con sus fachadas de granito gris y los intersticios de los sillares cuidadosamente pintados de blanco, que aquí llaman tiras. Los rojizos tejados muestran alargadas chimeneas sin pintar, que revelan la importancia de las antiguas cocinas, tanto para calentar la casa como para ahumar los embutidos. Estas casas constituyen, probablemente, el mejor conjunto de arquitectura popular que puede verse en la comarca, modelo que van recuperando otras muchas casas del pueblo e incluso la propia ermita de la patrona, que para armonizar con el entorno liberó su fachada de cal, a principios de los noventa, para mostrar también el granito y las tiras.



Referencia

  1. MÁRQUEZ, F.S.. Rincones de Córdoba con encanto. 2003. Diario Córdoba

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