Aquella Venta de Vargas
Recuerdos Cordobeses [1]
«Venta de Vargas, guitarra suena…» así dice un viejo pasodoble que en su letra llevaba un mensaje verdadero, porque la Venta de Vargas allá por los años veinte y comienzos de los treinta, fue la más bonita de España, así lo quería y así lo tenía, su propietario, don Federico Vargas que fue un hombre emprendedor, abierto, simpático y aficionado al cante y a los toros. En la Feria de Mayo y Septiembre la venta estaba siempre abarrotada.
Situación
La Venta estaba situada en la carretera de El Brillante, subiendo a la derecha y ocupaba una buena extensión de terreno, algo aislada. Antes de llegar existía otra más pequeña llamada Venta de Eritaña, y casi en frente estaba la conocida Huerta de El Tablero, que posterior pusieron la Venta de El Carmen y frente por frente a la de Vargas estaba, la primitiva Venta de El Brillante, haciendo esquina con el camino que conducía al «Cañito Bazán» (quién de los que hoy peinan canas, no han bebido agua en una «petaca» del manantial). Sigo: hoy todo aquello, convertido en una gran urbanización y avenida como la de la Arruzafa.
Las tardes invernales
Tenía la Venta un encanto singular, siendo la carretera muy estrecha, disponía delante de una buena explanada donde había, lugar para aparcar tanto los coches de caballos, automóviles, los primeros autobuses, y espacio para poner cantidad de veladores con sillas para que otro tipo de público, pudiesen tomar el sol mientras saboreaban una «maquinilla» de café sobre todo los domingos y festivos. La Venta tenia de todo, no faltándole ni el salón de invierno, ni pista de baile, ni palcos, ni escenario para la orquestina Estevarena. Ni por supuesto faltaba la montera de cristales que daba luz al mostrador, reservados, servicios, etc, dando paso al llamado «Salón» de Verano, que lleno de bombillas y anuncios de vinos jerezanos y cordobeses era una gran pista rodeada de jardín y lindos merenderos floreados, que servían de reservados en las preciosas noches estivales de nuestra Córdoba querida. Pero lo que le hacia única era, su Placita de Toros, con entrada por la parte de detrás que daba al camino que conducía al Molinillo de Sansueña.
Recuerdos
Servidor, recuerda que siendo niño, mi hermano mayor me llevó a la Placita de Toros, creo corrían los años 1931, a presenciar la actuación de los alumnos de la Escuela Taurina que dirigía el valiente y buen estoqueador de toros Antonio de la Haba Torreras "Zurito", emparentado con Federico Vargas, y destaco este detalle, por que aquella tarde llena de sol y alegría, sobresalió un chaval espigado vestido con guayabera blanca y calzonas rayadas, serio y delgado, que con el tiempo sería el universal Manuel Rodríguez Sánchez "Manolete", «monstruo» de la torería.
La juerga o Jarana
Mucho se habló y hasta se ha escrito sobre las juergas flamencas. Para algunos, cosas del señorito andaluz que tiraba o se gastaba alegremente el dinero, llegando incluso a la ruina, pero, en realidad daban vida, porque detrás de aquella fiestas, había cantidad de personas de distintas profesiones que se ganaban la vida, camareros, cocineros, cocheros, taxistas, artistas, músicos, mujeres, y hasta fotógrafos llamados de «al minuto», y no sólo en esta tantas veces mencionada venta, si no en otras, por que en aquellos años, había varias. Muchos «juerguistas» terminaban al amanecer en la plaza de Abastos de la Corredera, tomando café con jeringos y aguardiente llevando en el bolsillo de arriba de la chaqueta metido un rábano, otros hacían buenas acciones, por ejemplo: se ponían junto a un puesto de pan, y le daban un pan «abogado» de un kilo que costaba entonces treinta céntimos, a las mujeres que por allí pasaban, agotando las existencias, que luego, abonaban al panadero. En cierto modo eran detalles simpáticos, que la gente reían y comentaban.
Además del Sr. Vargas, la Venta contaba con una buena plantilla, destacaré los populares y simpáticos camareros «Curro Chicote» y «Ligero» que se independizaron haciéndose industriales del ramo, así como el encargado general del establecimiento Sr. Del Moral, que la gente para abreviar le decían «Morales». Este Señor, cuando el Niño de Marchena asiduo visitante de la Venta de Vargas (donde encontró calor cuando llegó a Córdoba) se fue con él como hombre de confianza y manager (como se dice ahora) recorriendo España y América con el ruiseñor del cante José Tejada Martín «Niño» últimamente «Pepe Marchena», «Maestro de Maestros». De la Venta de Vargas, no queda ni rastro, solo unos chalets y un viejo eucaliptus testigo mudo de un tiempo pasado de nuestra bendita Córdoba.
Referencias
- ↑ . José Rafael Solís Tapia en Córdoba en Mayo, año 1989
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