Asamblea de Parados

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De carácter asambleario, surgió en el mes de enero de 1976 y fue, durante 5 años, el movimiento de agitación social más importante de la historia de Córdoba desde 1936. Nació de las tertulias y discusiones mañaneras que se entablaban en la avenida del Gran Capitán, en la puerta del llamado Sindicato Vertical, el aparato oficial del Régimen anterior controlado por dirigentes de organizaciones obreras en la clandestinidad, quienes fueron los primeros sorprendidos cuando vieron los resultados de aquellas ingenuas peroratas que lanzaban los enfadados trabajadores en paro cuya más urgente preocupación era, más que la situación política-económico-festiva del país, llevar a casa siquiera los veinte duros que costaba la bombona de butano y, mientras se solucionaba la cuestión doméstica, obtener al menos un cigarro y un café solidario a poder ser con leche y algo de picar que casi siempre pagaban los recién incorporados, como en la mili, fijate.

Allí confluían, esporádica o diariamente, miembros de todas las familias políticas que existían en Córdoba en aquellos días, desde cristianos de base (HOAC, Hermandades del Trabajo, Acción Católica, Cáritas Diocesana, Cristianos por el Socialismo, -las cinco sonrisas: JOC, JAC, JEC, JIC, JUC-), hasta militantes de la CNT, Liberación, Grupos Anticapitalistas de Base, Juventudes Libertarias,... pasando por toda la ámplia gama de partidos y organizaciones marxistas: PCE, PCE(r), PCE (i), PCE (ml), ORT, PTE, OIC, MC., Lc, LCR y sus apéndices sindicales como CSUT, SU, Plataformas Anticapitalistas, CC.OO., UGT y otros perdidos en la memoria que acudían a la captación de militantes entre la multiforme masa de obreros en paro que se congregaban cotidianamente y bastante disgustados por regla general. También solían alternar en aquel tumulto ingente militantes del Grapo, del Frap, de la policía política, chivatos o confidentes o como mejor le venga al corrector político de turno, de la Guardia Civil, periodistas de incógnito y hasta algún vendedor de productos nocivos que casi siempre terminaba dando los canutos fiados absolutamente obnubilado ante la batahola político-social que poblaba las sindicales escalinatas.

Había también obreros con ánimo deprimido, como en la canción "La estupidez en remojo" de Miguel Pino, que eran los más coherentes y los que imponían seriedad y rigor a la hora de votar en asamblea las cuestiones que se planteaban. Entre los mitineros ilustres e independientes que enardecían al personal y ponían el vello de punta a los que sólo iban allí a pedir un puesto de trabajo estaban un oficial de albañil y otro llamado el Bigotes. Otros, de mucho más lustre aunque menos convincentes, quizá por su tono paternalista o profesoral, eran escuchados con más respeto pero sin descargas emocionales. Por último, los del plumero político-sindical-situacionista inherente a la polémica y bastante a la vista de toda la concurrencia, que terminaron felizmente gerenciando empresas municipales u ocupando sillones capitulares una vez logrado el ansiado sistema democrático.

Cuando las organizaciones políticas y sindicales presentaron un plan serio de actuaciones, los parados se entregaron a colaborar y, disciplinadamente, con mucho coraje y poniendo en riesgo su libertad y su integridad física, lo llevaron a cabo. Recorrieron los centros de trabajo de la ciudad celebrando asambleas y repartiendo panfletos con la plataforma reivindicativa (no a los destajos y no a las horas extraordinarias entre las reclamaciones más normalitas) y creando las condiciones y el ambiente necesario para la huelga general que se pretendía, en contra naturalmente de las posiciones de los sectores sindicalistas moderados.

Obviamente, lo de la huelga general era una feliz utopía, pero el 24 de enero los parados sin pretenderlo provocaron una huelga general, aunque solo fuera en el sector de la Construcción y más solidaria que reivindicativa, que duró quince días. Un conflicto al que se oponían los dirigentes del sindicato oficial, que dirigían a su vez a las aún clandestinas Comisiones Obreras. Sin embargo, organizaciones más a la izquierda como los Grupos Anticapitalistas de Base cuyos militantes y dirigentes eran muy respetados entre los albañiles, las Plataformas Anticapitalistas de la OIC, los entusiastas miembros de la JOC y otros minoritarios pero muy activos como CNT y Liberación, apoyaban la huelga que, no se olvide, surgió de forma espontánea el lunes 26 de enero en los tajos de las obras más importantes, pero los piquetes informativos de la Asamblea de Parados se encargaron de informar adecuadamente a todo el mundo en contra de la natural oposición de la policía que en aquellos días duplicó su actividad antidisturbios.

Curiosamente, el detonante para que la Asamblea de delegados de obra decidiera la continuación de la huelga fue la memorable intervención mitinera de Sebastián López, un oficial albañil vallisoletano afincado en Córdoba, independiente y sin ambiciones políticas al que odiaban los "dependientes", que en aquellos momentos se erigió en el más digno representante de los trabajadores de la ciudad. Al término del acto asambleario Sebastián López, junto con su compañero El Bigotes, otro mitinero irredento y agitador a sueldo según la jerarquía de la clase obrera, fueron detenidos por la policía y llevados a Comisaría donde ocurrió lo de siempre.

Finalizada la huelga de la Construcción la Asamblea de Parados continuó su actividad, libre de la presencia de tanto líder obrero por metro cuadrado pero muy acompañada por las fuerzas del orden. Cambió su "sede" de Gran Capitán por la plaza de Colón donde el ministerio de Trabajo abrió la Oficina de Colocación cuyo director, Emilio Flores Callava, puso a disposición de la Comisión de Parados una máquina de escribir y una mesa donde eran escuchadas y anotadas las reclamaciones de los parados y se confeccionaban relaciones de los que no percibían subsidio. Se consiguieron ciento ochenta días de subsidio sin ningún requisito para cientos de inscritos en aquellas relaciones. Se puso en marcha el Empleo Comunitario para trabajadores de la ciudad que se emplearon en adecentar la carretera Puesta en Riego y las barriadas de Palmeras y Moreras, entre otras actuaciones que fueron parches sociales.

Pero la Asamblea de Parados no paraba.

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