Francisco de Borja Pavón

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Francisco de Borja Pavón
Francisco de Borja Pavón (cuadro).png
Nacimiento: 1814
Córdoba
Fallecimiento: 1904
Córdoba
Profesion: Farmaceútico
Reconocimientos: Hijo predilecto de Córdoba
Destacado: Director del Museo Arqueológico de Córdoba

Cronista oficial de Córdoba

Contexto histórico

Décadas: 1850 - 1860 - 1870 - 1880 - 1890

Francisco de Borja Pavón y López, escritor, académico y farmaceútico, nació el 10 de octubre de 1814 en la calle del Pozo, en el Barrio de la Magdalena. Sus padres fueron Rafael Mariano Pavón, farmaceútico y Encarnación López.

Estudia entre otros, en las Reales Escuelas Pías así como en el Seminario de San Pelagio, pero su interés en la literatura, hace que se le recomiende abandonar la carrera eclesiástica para hacer la misma que su padre había emprendido, viajando hasta Madrid en el año 1833 donde estudia hasta el año 1837, fecha en la que regresa a Córdoba con su título de farmacia. Se incorpora así a la llamada por la población de Córdoba, Botica de San Antonio, que su padre había abierto diez años antes, en 1828.

Amante de las letras y de los viajes amasó una notable biblioteca compuesta de más de 3.500 volúmenes de los cuales donó muchos en vida. Ingresa en la Real Academia el 10 de marzo de 1841, institución de la que fue secretario desde 1843.

Fue uno de los fundadores del Diario de Córdoba en el año 1849 junto a Fausto García de Tena. Fue miembro de numerosas sociedades, correspondiente de diferentes academias así como socio de diferentes instituciones históricas y farmacéuticas, entre otras. El 6 de enero de 1887 fue nombrado Cronista de la provincia de Córdoba por parte de la Diputación y el 20 de abril de 1891 Hijo Predilecto y Cronista de Córdoba por parte del Ayuntamiento. Fue director del Museo Arqueológico de Córdoba desde 1896 hasta 1897

Entre sus contribuciones destacan la publicación de dos apuntes históricos propios que recopiló durante la década de 1870 sobre los acontecimientos que sucedieron en la Córdoba de la década de 1820 y la siguiente, especialmente con el fin del trieno liberal (1823) y la I Guerra Carlista (1836):

Falleció el 21 de septiembre de 1904 en la ciudad de Córdoba. Vivió en calle Armas y fue padre de Manuel Pavón Pérez y Antonio Pavón Pérez.

Ricardo de Montis sobre Francisco de Borja Pavón[1]

No habrá cordobés, medianamente ilustrado, que no haya conocido á don Francisco de Borja Pavón, ni persona de la clase popular que no conozca la botica de San Antonio.

Es esta una farmacia antigua, sin lujo, sin reclamos, sin escaparate siquiera en el que luzca, en medio de los botes llenos de específicos y de los aparatos ortopédicos, la, enorme esfera de cristal llena de líquido coloreado é iluminada potentemente, que simula el ojo de un cíclope; es la clásica botica en que se reunían nuestros bisabuelos para pasar las noches de invierno, interminables, entretenidos en amena charla ó en agradable lectura.

El pueblo siente hacia ella marcada predilección, quizá porque profesa mayor cariño que las demás clases sociales á todo lo tradicional; acaso porque le encanta su sencillez primitiva; tal vez porque ha oído decir que su dueño era un sabio y, siéndolo, debía estar menos expuesto á errores que sus colegas.

Efectivamente: esa modesta casa de la calle de Maese Luís, donde está la farmacia aludida, servía de domicilio á un verdadero sabio: al hombre más ilustrado y más erudito en materia literaria, al escritor más castizo y correcto que ha tenido nuestra ciudad en el siglo XIX.

Allí, en aquella rebotica llena de libros y de papeles, pasó muchos años, consagrado al estudio, el inolvidable Cronista de Córdoba don Francisco de Borja Pavón; allí, escribió sus maravillosas necrologías de personas ilustres, su magistral estudio acerca de don Luís de Góngora y Argote, su notable serie de artículos referentes á la Prensa cordobesa, sus fidelísimas y gallardas traducciones de poetas latinos, franceses ó italianos, sus versos donosos y chispeantes en los que se admira la sátira de Juvenal y el ingenio y la gracia de Quevedo y allí redactó y coordinó esa inmensidad de notas curiosísimas; hoy cuidadosamente conservadas por la Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes, las cuales constituyen un arsenal inagotable de datos para escribir una historia de nuestra población más completa, variada y útil que cuantas se han escrito de todas las ciudades de España.

Aquel retiro del venerable anciano era la Meca lo mismo de nuestros literatos de fama que de los principiantes, pues unos y otros iban á consultar, á aprender de Pavón, á pedirle consejo, á deleitarse con su conversación, siempre instructiva y amena. Y más de dos sentaron plaza de eruditos merced á las noticias que, siempre amable y bondadoso, les facilitara el gran intérprete del clásico Marcial.

El ilustre humanista, á pesar de vivir alejado de los grandes centros de la vida intelectual, estuvo en relación con las principales figuras literarias de su tiempo, tanto españolas como extranjeras; sosteniendo con muchos hombres ilustres amistosa y frecuente correspondencia, que también podría servir para hacer un epistolario notable.

Y no venía á Córdoba personalidad saliente en los diversos ramos del saber que no favoreciera con su visita aquel modesto despacho, lleno de libros y de papeles.

A don Francisco he Borja Pavón ¿por qué no decirlo? le agradaba poco su profesión de farmacéutico, más, no obstante, con frecuencia veíasele abandonar satisfecho á la visita de más cumplido para acudir solícito á preparar una fórmula delicada ó para ordenar al mancebo que no cobrase una medicina á cualquier necesitado.

El viejo Cronista tenía una afición extraordinaria á los libros y llegó á reunir la mejor biblioteca y una de las más numerosas que había en nuestra capital.

Casi diariamente recorría los baratillos y examinaba con cuidado cuantos volúmenes había en ellos.

Si encontraba alguno que le conviniera separábalo de los demás, y después mandaba á cualquier persona, siempre de la clase del pueblo, para que lo adquiriese.

¿Por qué hacía esto? Sencillamente porque si él trataba de comprarlo el prendero le pedía una cantidad enorme, casi siempre más de lo que valía la obra, y á otro individuo cualquiera se la daba casi regalada.

En cierta ocasión encontró en uno de estos baratillos un ejemplar -él ya tenía otro- del poema Las lágrimas de Angélica, citado por Cervantes en Don Quijote, al que faltaba la primera hoja.

Lo adquirió, valiéndose de un intermediario, por diez céntimos, y algunos años después vendiólo en mil pesetas á una persona que lo estaba buscando desde hacía mucho tiempo para regalárselo á Cánovas.

Pavón no sólo era un literato, un erudito y un humanista notable, sino que poseía conocimientos generales y profundos tanto de ciencias como de arte, y además del idioma latino dominaba el francés y el italiano hasta el punto de traducirlos, hablarlos y escribirlos con irreprochable corrección.

Contribuyeron á aumentar su ilustración los viajes al extranjero que hizo durante la juventud, los cuales, á la vez, sirviéronle para adquirir relaciones con hombres tan insignes como Víctor Hugo y Alejandro Dumas.

Todo esto, unido á su memoria prodigiosa y á su carácter jovial, hacía que fuera amenísima la conversación de aquel anciano, á quien jamás se cansaban de oir viejos ni jóvenes, porque unos y otros encontraban en ella sabias enseñanzas, prudentes consejos, gratos recuerdos, sátira culta, frases ingeniosas y ocurrencias verdaderamente felices.

Trasnochador empedernido, aún en sus últimos años permanecía hasta las primeras horas de la madrugada, con su tertulia, en el paseo del Gran Capitán durante el verano y en el café del mismo nombre durante el invierno; siempre rodeado de escritores, de artistas, de admiradores, de amigos, que le querían como á un padre ó un hermano y le respetaban como á un maestro.

Y no era estraño, tampoco, verle en el rincón más oculto de un café cantante, pues como buen andaluz le entusiasmaban el género flamenco y las hembras de trapío.

Cuando se encontraba ya en el último tercio de la vida, la Real Academia Española le llevó á su seno, y entonces nuestra ciudad, siempre indiferente con sus hijos de valía, reconoció los méritos indiscutibles de Pavón.

El Ayuntamiento confirióle el cargo de Cronista de Córdoba y puso su nombre á la calle del Pozo, en que había nacido; los literatos y periodistas le obsequiaron, con un banquete, y la Prensa local le dedicó artículos y poesias encomiásticos.

De las composiciones en verso publicadas entonces recordamos una que seguramente haría muy poca gracia al ilustre humanista. Como que empezaba de este modo:

"Tu cabeza, Pavón, es un armario

de noticias que yo saber quisiera"

El símil no puede ser más adecuado ni más poético.

Hace algunos años dejó de existir don Francisco de Borja Pavón: de él sólo quedan hoy, á más del recuerdo imborrable en el alma de sus amigos, un tomo de Necrologías de cordobeses que le editó la Corporación municipal, un busto donado por el escultor Inurria á la Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes y un rótulo en una vía pública, que está reclamando una inmediata rectificación. Ese rótulo dice Borja Pavón, y como Borja no es nombre ni apellido, debe sustituirse la actual denominación de la antigua calle del Pozo por la de Francisco de Borja Pavón ó Pavón y López, si aquella parece demasiado larga.

La magnífica biblioteca de nuestro Cronista ha desaparecido casi por completo, como desapareció la del Marqués de la Fuensanta del Valle, pues sus mejores volúmenes fueron vendidos á diversos particulares y corporaciones, deshaciéndose así, en pocos meses, una obra de muchos años, debida á la perseverancia y al talento de un hombre.

Muy triste es que esto suceda en Córdoba, pero todavía más lamentable resulta que, á pesar de haber acordado el Ayuntamiento, á raiz de la muerte de Pavón, costear la impresión de sus obras, no se haya podido todavía cumplir el acuerdo por causas que no debemos exponer en estas Notas.

Nosotros creemos que la Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes debe recopilar y dar á la imprenta los escritos de Pavón, como hizo con los del poeta don Manuel Fernández Ruano, evitando que se pierdan las valiosas producciones de uno de los primeros ingenios que tuvo nuestra ciudad en el siglo XIX.

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References

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  1. DE MONTIS, RICARDO. Don Francisco de Borja Pavón y la botica de San Antonio Notas Cordobesas. Volumen I. 1919

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