Costumbres cordobesas desaparecidas en 1981

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Costumbres cordobesas desaparecidas

Coso de los Tejares

Recuerdos Cordobeses [1]

Cuando se acercan las fechas de la Feria de Mayo vienen a mi mente recuerdos de mi niñez, que aún no he olvidado y con toda naturalidad, y gracias a mi buena memoria, traigo para Córdoba en Mayo, se trata de una vieja costumbre que por desgracia, como otras tantas, ya desaparecidas y que consistía en acudir a la puerta de la plaza de toros los días de corridas, “PARA VER SALIR A LA GENTE DE LOS TOROS”, así de sencillo, y así de económico, pero que no dejaba de tener su encanto.

La mayoría de personas que acudían a este “espectáculo gratuito” eran mujeres y niños, así como aquellos aficionados, que por falta de localidad o de medios económicos, no entraron y seguían el curso del festejo desde la calle.

Todo lo bonita que era la Plaza de Toros de los Tejares, también lo tenía de incómoda, sobre todo, en las localidades sin numerar de sol y este detalle le restaba asistencia femenina, por aquello de que la esposa, hermana o novia sufriera un "rozón" -muchas veces sin mala fe- pero que podía originarle un disgusto al acompañante.

El público acudía a la plaza, por todos sitios, siendo los de más afluencia; las calles Gondomar, Morería, Góngora, Conde de Robledo, Avenida de Canalejas y de la parte del paseo de la Victoria, así como del último tramo del Gran Capitán, de la estación de autobuses, muy cerca de la plaza de toros, no paraban de llegar "CATALANAS" -así les llamaban a los autobuses de línea- cargadas de provincianos que viajaban, hasta encima de los coches sentados en unos bancos de madera, y todos llevaban un solo destino... ¡A LA PLAZA DE TOROS!

Se veían muchos sombreros cordobeses en los hombres, y en las mujeres las clásicas mantillas blancas, y bordados mantones de Manila, la gente abarrotaba los bares cercanos a la plaza, tales como Bar del Hotel y España y Francia, los Casinos Mercantil y Labradores, y por su proximidad a la plaza, la pastelería y Café Chastang, que ponían buen café -con estuche de azúcar de cinco terrones- y que siempre estaba de “bote en bote”.

Junto a la taquilla de sol, había una tienda grande de maquinarias agrícolas, y casi junto, una fonda denominada “La Oriental”, que en el sótano había un bar al que se bajaba por una escalera exterior dándole al edificio cierto aire de Londres, y desde su azotea siempre había espectadores gratuitos, que veían media plaza de toros; a mí de niño me gustaba andar por la puerta de la plaza los días de toros, y hasta he mirado por la rendija de la puerta grande, por su veía “algo” de la corrida.

Los toreros solían hospedarse en el hotel Regina -muy cerca de la plaza- y junto a la taquilla de sombra había un hotel, aunque en el Gran Capitán existían varios hoteles, siendo los más importantes “Simón” y “Hotel de España y Francia”; los viejos aficionados me contaban que los “encierros” se hacían de madrugada y detrás del cabestro con el cencerro iban los toros que entraban a pie, instalándose unos callejones con esteras para ello.

Cuando todo el contorno de la plaza tomaba su gran dimensión era la salida y conforme se iba acercando la hora de terminar el espectáculo, las madres con sus hijos iban acudiendo y se situaban encima del acerado, frente a la plaza, y nosotros los chiquillos nos sentábamos en los bordillos de la acera a ver la “salida” y a esperar algunos a los padres, para después ir a la feria; los guardias municipales, a pie y a caballo estaban preparados, para empezar la avalancha, aquello daba la impresión de que iba a pasar una procesión, todo estaba a punto para canalizar el gran río humano los primeros en salir son esos espectadores que nunca ven la última “estocá”, que tienen mucha prisa, y que dan la impresión de que han entrado de “gañote”, luego los músicos de la banda municipal, señal de que el último “mataor” no va a necesitar música por su “endeble” faena, y enseguida todas las puertas incluyendo la grande comienzan a “vomitar” público, pero si por la puerta grande aparece un torero en hombros es cuando aquello sube de tono.

La gente del sol sobre todo, sale sedienta buscando los puestos de agua, estos puestecitos estaban atendidos por unas señoras ya mayores con sus moños bien recogidos y blancos delantales, que no paraban de gritar ¡CON LA NIEVE EL AGUA!, otros con un botijo en el suelo decían ¡¡A PERRILLA LA JARTA!!

Las jarritas rambleñas estaban tapadas con unas graciosas tapaderas de madera para evitar que el polvo entrase en el “precioso liquido, entre el público se mezclaba un picador que secándose el sudor, regresaba para su casa, así como las “mulillas” ya sin adornos, también había unos arropieros ya viejecitos, con puesto que tenia la forma de un barco, con muchas chucherías, siendo su especialidad las arropias de miel, aquello se va descongestionando, las aguadoras, hacen el relleno porque dentro de un rato, en la plaza de toros, aún con el eco de la corrida, darán cine sonoro, el último en salir del coso taurino es el carro de la carne, era un carro todo cubierto de chapa y pintado de verde, donde iban los toros ya descuartizados, para el día siguiente venderlos en el mercado.

En los teatros de la avenida y paseo del Gran Capitán, había dos, el Duque de Rivas -demolido- y el Gran Teatro –que no sabemos qué pasará- se podía leer en sus carteleras el anuncio de las compañías de comedias de Casimiro Ortas, o la de nuestro paisano Luis B. Arroyo, se va acercando la noche.

La gente camina por el Gran Capitán, para entrar a la Feria por la Puerta de Gallegos: “Entra Oficial”, allí huele a jeringos; las guapas garbanceras, ofrecen su mercancía, “¡Garbanzos tostaos!” a ¡ perrilla la “media”!, o el tío del turrón ofreciendo un trocito de prueba, y para terminar quiero recordar al genial Pepe Marchena -que ya no está entre nosotros- las veces que ha cantado en la Feria de Córdoba en aquel “romance a Córdoba” del Pastor Poeta, donde estos versos eran todo un símbolo.

Estábamos Paco Gil,
Pedro de Puente Genil
Y el Niño Sabio de Lorca
en la puerta del “Mercantil”,
tomando una de “Pastora”...
Comentando la corría
en la que Antonio Cañero,
sacando su jaca hería
Puso el rejón más certero
que había puesto en su vía.

Y de plaza, queridos paisanos, sólo quedan DOS PALMERAS, que muchos cordobeses sabemos que allí “caía” la puerta grande de la plaza de toros de Los Tejares de Córdoba.


Referencias

  1. . José Rafael Solís Tapia en Córdoba en Mayo año 1981.

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