Los baños (Notas cordobesas)
Escrito por Ricardo de Montis en Notas Cordobesas.[1]
Hace muchos años, un hombre de espíritu emprendedor, enterado por la historia de que en Córdoba, durante la dominación árabe, había más de 800 casas de baño, y sabiendo que en la época que nos referimos carecía nuestra población de tales establecimientos, decidió instalar uno, en la creencia de que proporcionaría un beneficio a la capital y confiado en hacer un buen negocio. Realizó su proyecto y sufría una decepción grande. La Casa de Baños estaba siempre desierta. Tuvo al fin que cerrarla y cuando se hablaba de ella decía con cierto dejo de amargura: la Córdoba actual no es la Córdoba de los Abderramanes; pues solo se bañan los que van a casar y no todos. Tenías razón la persona aludida; los cordobeses son pocos aficionados al baño que pudiéramos llamar público, sin que por esto haya motivo para no dejarlos de desaseados, pues nadie no era que, especialmente nuestras mujeres, son limpias como los chorros del oro. Por la circunstancia anotada los baños de Córdoba han quedado reducidos a los que, durante la estación veraniega, se instalan en el Guadalquivir. Estos, antiguamente, eran objeto de la predilección del público; hoy les ocurre lo mismo que al establecimiento mencionado al principio de estás notas. Hace 25 o 30 años, cuando la Ribera, bien regada y algún grado, podía ostentar el calificativo de paseo; cuando aún no la había destronado el Gran Capitán, y era. de reunión del vecindario, y hasta se verificaban en ellas fiestas populares, pues en una ocasión establecieron sea de las tiendas de la Feria de Nuestra Señora de la Fuensanta, y varias veces se celebraron las veladas de San Juan y San Pedro, el público invadía las casillas de los baños, siempre molestas, colocadas en ambos márgenes del río y se complacía en sumergirse bajo las ondas del betis, si aclaro en fama, no tan cristalino como aseguró el poeta. Y muchos curiosos acudían a una y otra orilla para mirar los prodigios de natación de los bañistas, deporte que los cordobeses han practicado del modo admirable. Barqueros y molineros hubo que lograron fama por su maestría en ese peligroso ejercicio y algunos que realizaron actos verdaderamente heroicos, dignos de las mayores alabanzas. ¿Quién no recuerda al molinero, durante una inundación, salvo una mujer que se hallaba en el tejado de una casa del Campo de la Verdad, y al dejarla cerca de la orilla se perdió arrastrado por la corriente para no aparecer más? El aprendizaje de la natación causa muchas víctimas, especialmente entre los niños; pero la terrible contribución anual que cobra el Guadalquivir no les amedrenta, y si bien ya no hay pequeñuelos que inviten al extranjero cuándo visita el puente romano a que le eche monedas al río para arrojarse y sacarlas, no falta muchachos que, burlando la vigilancia sus padres y dependientes de las autoridades, para para bañarse y aprender a nadar. También quedan ya individuos que se dediquen a enseñar la natación a cambio de modesta retribuciones. En otros tiempo hubo bastantes, alguno de ellos famosos, como el zapatero apodado Juanillo el Bacalao, que valiéndose de una soga para sostener los y de una horquilla para guiarlos, convirtió en hábiles nadadores a innumerables jóvenes de su época. En los tiempos a que antes nos referimos no era despreciable el oficio de barquero. Hoy desgraciado del que tuviera que vivir de él solamente. Y había barqueros en Córdoba que gozaban de cierta popularidad: todos recordamos a Juanito y a los hermanos Montes, cuya aparición el manejo de los remos era una garantía de seguridad para las personas que ocupaban sus prehistóricas embarcaciones- En ellas muchas familias, después del baño, organizaba giras por el río las noches de luna, costumbre que también se va perdiendo. El oficio de barquero no dejaba ni dejar aún detener sus sinsabores; ¿ y en evita que algunos patosos se obstinen en “dar bomba” a los barcos, pesar de las protestas de las personas formales de los gritos de terror de las mujeres, y logren volcarlos para que sufra en el chapuzón consiguiente los pasajeros? Más de una seria cuestion se ha suscitado por estas bromas, especialmente con los hermanos Montes, hombres de no muy buenas pulgas, y a veces de mil; cómo que en cierta ocasión uno de ellos, que era entonces guardia municipal, desde la primera cuestión o con el otro que se hallaba en su banco y de uniforme y todo se arrojó al agua para agredir a su contendiente, proporcionando un espectáculo delicioso al público. Aunque el precio del baño en las casillas del Guadalquivir siempre ha sido muy módico, desde que se establecen aquellas instalarse, además, el llamado cajón, donde por dos cuartos antiguamente si por una perra hoy, puede remojarse todo el que lo desee. Baño popular, separaciones ni distintos, es el más concurrido y se puede decir que en el local está están de juerga perpetua. También es el que da más que hacer a los funcionarios encargados de velar por el orden y la moralidad, pues nunca faltan frescos decididos a lucir sus formas en completa desnudez, ni espíritus observador intenten aproximarse a las casillas destinadas a las mujeres para recrearse en la belleza plástica. Hoy, como antes decimos, el balneario de la Ribera, reducido un escaso número de casetas que, con muy buen acuerdo, solo se colocan en la margen izquierda del río, está casi desierto, triste, oscuro, lo mismo que aquel antiguo paseo, donde las nubes de polvo y las emanaciones pestilentes de las tenerías amenazan con la asfixia al transeúnte.. Y los que somos amantes de las tradiciones, al pasar por aquel lugar sentimos no me da pena, al mismo tiempo que a nuestra memoria q de un aluvión de recuerdos, todos de cosas muy gratas, porque son cosas de la juventud. Hemos dicho que en Córdoba no ha habido más que los del Guadalquivir y tenemos que rectificar, en parte, está afirmación. También en tiempos ya lejanos había otros muy originales, que fueron descritos por un malogrado poeta en una bellísima composición: los baños de los huertos. En algunos de los antiguos huertos característicos de nuestra ciudad, cuando llegaba el estío convertir la alberca en casa de baños. Con lienzo si esperas resguardaban la de los rayos solares y la culta van a las miradas indiscretas, y allí, a una hora determinada las mujeres y a otra los hombres, y van las mozas y los mozos del barrio a refrescarse y a pasar un rato de solaz, rodeados de flores, de pájaros y de perfumes. Y el amo del huerto tenía una renta no despreciable, pues ¿quién, además de dar los dos cuartos por el baño se iba sin comprar una vara de nardos, una magnolia, a lo menos como un ramo de jazmínes? Hoy este baño poético, típico de córdoba, también ha desaparecido, como desaparecieron aquellos 800 baño árabe, de los que solo quedan algunos restos de gran valor artístico en 12 casas de la calle Comedias. Aparte de los encontrados en el Campo Santo de los Mártires cuándo se formaron los jardines que embellecen aquel lugar, cubiertos otra vez, por no haber apreciado en ellas méritos suficiente para continuar las excavaciones. Aunque respecto a los subterráneos aludidos había muy diversas opiniones y algunas personas competentes en arqueología aseguraban que no eran tales baños. Si bien un humorista, de verdadero ingenio y gracia, que ya no pertenece al mundo de los vivos, siempre que le hablaban de ese asunto, decía dos puntos pues yo puedo asegurar que se tratan de unos baños porque al visitar esas excavaciones encontrado en una de sus naves este pedazo de jabón, y mostraba una lasca de piedra amarillenta y sucia.
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Referencias
- ↑ Los Baños . DE MONTIS, R. Publicaciones del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba. 1981. Página 167. Tomo I
Principales editores del artículo
- Aromeo (Discusión |contribuciones) [3]