Los juguetes (Notas cordobesas)

De Cordobapedia
Saltar a: navegación, buscar
LOS JUGUETES (Escrito por Ricardo de Montis en enero de 1919)
En las fiestas de estos días, especialmente la de los santos reyes, los juguetes constituyen una nota de actualidad.
Por este motivo en los recuerdos de otros días trataremos hoy de la primitiva industria de la juguetería cordobesa, La cual no dejo de tener importancia y, sobre todo, un sello original y característico.

Varias familias antiguas de nuestra población, como la de Cáceres y Silva, dedicaron se exclusivamente a este industria, que paso de padres a hijos, adquiriendo un considerable desarrollo.
La mayoría de los juguetes que, en la segunda mitad del siglo XIX, se fabricaba en esta capital era de madera y entre ellos había unos propios y exclusivos de córdoba, como los llamamos la cigüeña y los herreros.
Constituían el primero varios listones cruzados qué, merced a su colocación, se alarga Vania cortaban, cerrando abriendo los dos de los extremos.
Consistían los herreros en dos tarugos de madera, cuyo extremo superior simulaba una cabeza de hombre con un sombrero coronado por una pluma; del centro de cada tarugo salió mazo y, por la colocación de los tiburones en dos tablillas análogas a las de la cigüeña, aquellos golpeaban alternativamente con los mazos en otro tarugo pequeño imitando un yunque, colocado en el centro de las tablillas.
Estos juguetes gozaban de la predilección de la gente menuda, en unión de otros, ya casi desaparecidos, como la baraja del diablo, colección de tablilla sujetas con cintas que caían unas sobre otras doblando la del extremo superior hasta una isla con la que le seguía; el primitivo siempre tieso, especie de muñeco torre de madera muy poco pesada, que, por efecto de un pedazo de plomo que tenía en la base, permanecía siempre en posición vertical y otros.
Constituían el encanto de las niñas arcas, mesas y cunas y las sillitas de carrito con sus asientos de enea.
Todos los juguetes mencionados y otros muchos tenían un sello característico, una verdadera marca de fábrica cordobesa: su pintura.
Ninguno estaba pintado de un solo color, los muebles imitando caoba nogal como los modernos puntos todos tenían un fondo encarnado, verde o azul vivísimo y sobre el innumerables grecas, franjas y labores caprichosas, blancas y de todos los colores, unidas y entrelazadas de tal forma que les daban el aspecto de la escritura china.
El cartón, uno de los materiales más utilizados ahora en la fabricación de juguetes, entonces tenía escasas aplicaciones.
Con él solo se confeccionaban las muñecas bastas y mofletudas llamadas vulgarmente Peponas; las cabezas de caballo que unidas a un palo para que en él se montarán, servían de cabalgadura los chiquillos y las mulitas y los bueyes de los cochecitos y las carretas, que solo se distinguían por las orejas o cuernos.
La hoja de lata, que desde hace algunos años constituye un elemento esencialísimo para la industria de la juguetería, tampoco se empleaba entonces más que la construcción de sables, trompetas, cañones de escopetas, cubos y regaderitas.
Los fabricantes de todas estas menudencias, tan indispensables para la niñez como el alimento y el calor de la madre, proporcionaban ocupación en sus talleres a considerable número de operarios, mujeres y muchachos en su mayoría, y visitaban las ferias más importantes de la región andaluza, obteniendo en ella pingües beneficios.
Había otros jugueteros más modestos cuya obra no traspasaba los límites de nuestra población; los que se dedicaban a confeccionar objetos de barro.
Su especialidad eran los niños rechonchos y colodarotes para las cunitas; los animales que el naturalista más eminente no sería capaz de clasificar, todos provistos de un silbato en la parte posterior, y las campanas que producen uno de los ruidos más característicos de nuestras verbenas populares.
El mercado de estos industriales, como ya hemos dicho, no se extendía fuera de la capital. en las ferias de Nuestra Señora de la Salud y Nuestra Señora de la Fuensanta, colocaban largas mesas bien provistas de género y en las veladas de los barrios reducción su instalación a un pedazo de estera tendido sobre el suelo lleno de campanas inarmónicas.
En el barrio de la Ajerquía habitaban tenían sus talleres en los portales de las casas, hace ya bastantes años, unos modestos artífices cuyo principal negocio era la juguetería, aunque no se dedican exclusivamente a ella.
Nos referimos a los torneros, aquellos torneros primitivos, que, sentados en el suelo, tenían que trabajar con pies y manos, pues un pie servía de motor al torno.
Más que para ebanistas y carpinteros trabajaban estos obreros para los chiquillos, pues en ciertas épocas del año, juegos del trompo y del trabuco, dedicaban sé casi exclusivamente a fabricar estos objetos y, cuando se aproximaban las ferias, las trompetillas de Adelfa y los pitos de culantrillo.
El trabuco, que era exclusivamente cordobés, ha desaparecido y con él, por fortuna, el peligro que amenaza va el vecindario de que un chico travieso le atravesara un ojo.
Finalmente, en la escala de la industria que nos estamos refiriendo ocupaban el último lugar, el más modesto, los juguetes hechos con yeso y con grega sin cocer; las macetitas en que un alcaucil silvestre un pedazo de espino pintado de verde, en el efecto de un arbolito, y los curas y las Marías Verdejos que se desmontaban al tocarlos.
Uno de los fabricantes de tales muñecos fue, sin duda, el precursor del individuo que algunos años después se enriqueciera con el sencillísimo invento del ratón mecánico.
Ideó un juguete que titulo el abuelo y el nieto, consistente en dos toscas figurillas de greda; una simulando un viejo y otro un niño, las cuales pendiente unas, sujetas por un extremo a las cabezas de los monigotes y por el otro a las juntas de un palillo.
Colocábase ésta posición horizontal, movíase ligeramente y los muñecos subían y bajaban, produciendo el regocijo de los muchachos.
Aunque lo invento logró un buen éxito como su autor no pudo reunir con él un capitalito como el del autor del ratón mecánico, que es una ligera variante del abuelo y el nieto.
Las figuras aromáticas, de movimiento, que forman gran parte de la juguetería mira, nunca tuvieron carta de naturaleza en la industria de nuestra capital, por la precisión de confeccionar objetos muy baratos. como que hace 40 años quién pagaba un real por un juguete era considerado un Creso, o cuando menos, un loco.
Indudablemente por esta causa nuestros jugueteros no querían calentarse la cabeza para idear prodigios de mecánica.
A su infantil clientela le encantaban tanto como el más perfecto autómata los herreros, la cigüeña o el muñeco que subía y bajaba en un palo, tirándole de una cuerda, y al que, sus constructores o los chiquillos, pusieron el extraño nombre de lavador.
De este muñeco, en nuestros días, ha hecho infinitas variantes, algunas ingeniosas, el popular Montoro, que con recortes de trapos, madera y cartón con vino unas figuras inverosímiles y los vende a precios más inverosímiles todavía, por muchos costarían más comprados al peso, como leña.
Los antiguos jugueteros de esta ciudad dedicáronse también a la confección de figura para los nacimientos, zambombas y panderetas.
Las indicadas figuras, dicho sea en honor a la verdad, nunca pudieron competir con las de Granada y otras poblaciones, pues eran sumamente toscas.
En este ramo especial de la juguetería, que pudiéramos llamar de Noche Buena, había solo un objeto característico de Córdoba: la caja de aguinaldo.
No era la hucha, de madera de barro, cerrada y con una hendidura para introducir las monedas, sino una caja ovalada, llena de labores y franjas pintadas con vivos colorines, en la que la gente menuda guardaba sus ahorros para vivir el misterio, los pastores o las ovejitas.
A principios de diciembre, aparecían los puestos de cajas de aguinaldo en la Plaza de la Corredera y desde entonces, especialmente en los barrios bajos, no podía pasear el transeúnte 4 pasos seguidos sin que le salir al encuentro un rapaz mostrándole la cajita destapada para que le echas en ella un par de cuartos.
Hoy a la Pepona ha sustituido la muñeca de pasto de China; al monigote que gateaba por el palo, el payaso que hace equilibrios o trabaja en el trapecio; Tito con sus caballos de cartón, el automóvil que rueda por medio de un ingenioso mecanismo, y a la cunita y el arca pintarrajeadas la cama de dorados barrotes y el armario de luna barnizado, haciendo perder su carácter típico y original a la juguetería cordobesa y desesperando a los padres de numerosa prole, pues tienen que gastar un dineral cuando llegan las ferias y el día de los Santos Reyes, si quieren ver contentos a sus hijos.


Referencias

Principales editores del artículo

Valora este artículo

0.0/5 (0 votos)