Marqués de la Corte

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El título de Marqués Pontificio de la Corte tiene su origen en Juan Antonio de la Corte, nacido accidentalmente en Badajoz, donde su padre estaba destinado como militar. Con escasamente un año de edad su familia se trasladó a Cabra, localidad donde había nacido su madre y en la que nacerían sus tres hermanos: Antonio Mª, que murió joven; Felipe, que fue militar, y Manuel. En 1819 su padre ganó pleito de hidalguía.[1]

Historia

En 1865 el papa Pío IX le hizo la gracia de ser el I marqués pontificio de la Corte. Unos meses después casaba en Sevilla con Dolores Pizarro Ramírez, hija de la II condesa de las Navas, quien desde 1858 ejerció de Aya de la infanta Isabel de Orleans y Borbón, para lo que se trasladó a vivir a Sevilla, donde residían los duques de Montpensier. En 1860 pasó a residir en Málaga, donde residía su hermana. En la ciudad malacitana la reina Isabel II, de visita oficial en aquella urbe, le regaló personalmente un brazalete de muchísimo valor en nombre de su hermana, con la que pretendía agradecer el tiempo que sirvió en el palacio de San Telmo. Dolores Pizarro había casado en 1863 en Málaga con el abogado Antonio Mercado Muñoz, siendo sus padrinos de boda los propios duques de Montpensier. Sin embargo su matrimonio duró escasamente un año y al enviudar en 1864 y volver a Sevilla, es designada Teniente de Aya de los Orleans.[2]

La revolución de Septiembre daría al traste con su ascenso cortesano, pues con el exilio de la reina, el matrimonio opta por retraer su actividad social e incrementar sus visitas a Cabra. El marqués intentó participar en política siguiendo los dictados de Martín Belda y en enero de 1869 se presentaría por el partido conservador por el distrito de Montilla, donde residen sus parientes los Pineda de la Corte, aunque sin conseguir éxito en los sufragios. La nueva situación del Sexenio revolucionario le perturba tanto que el 30 de septiembre de 1869 Juan Antonio de la Corte abandona la capital madrileña y su puesto de profesor. Por una orden del ministerio de Fomento del 16 de febrero de 1870, el gobierno lo separa del servicio. Durante el periodo que siguió se refugió en tierras cordobesas en el ámbito privado, viéndose al matrimonio en 1871 en la ciudad cordobesa en la iglesia de San Basilio en el Jubileo circular que ellos costeaban. Su estrecha relación con los Orleans Borbón permite ver cómo los marqueses pontificios asistiesen a finales de febrero de 1872 a los emperadores del Brasil en su corta visita a Córdoba, monarcas que son huéspedes de los De la Corte, quienes los llevaron a su magnifica huerta del Alcázar, por donde paseó Pedro II de Castilla.[3]

Con la Restauración de la monarquía, los marqueses son restituidos. Así, en febrero de 1875 su hermano Felipe de la Corte es ascendido a brigadier y Juan Antonio se reincorporará como profesor del instituto San Isidro, donde a mediados de octubre de 1875 es rehabilitado. A principios de 1876 los marqueses firmaban -como gran parte de la nobleza- el manifiesto que se presentó al rey en pro de la unidad del catolicismo en España, por entonces en el proceso de discusión de la nueva Constitución. Y como un nuevo gesto de relación con la Casa real, su hermano es destinado al ejército del Norte, llegándole su ascenso en marzo a comandante general de ingenieros. Aunque el mayor de los premios llegaría para la marquesa cuando recibe de Alfonso XII el cargo de Jefe del cuarto de las infantas, dándole la importante tarea de educar a sus hermanas, pues “conocida es de todos la distinguida ilustración de la señora agraciada (…), el nombramiento no ha podido ser más acordado, dadas además las especiales cualidades, singular finura y nada común inteligencia que distinguen a la señora marquesa de la Corte”. Con esta nueva responsabilidad el matrimonio deja Cabra y se trasladan a Sevilla, ciudad en la que residían las hijas de Isabel II. En abril de 1876, con motivo del viaje de Alfonso XII a Andalucía, y de acuerdo con la propia solicitud de Isabel II, quiso ésta enseñarle a sus hijas la crudeza de la pobreza. Así las cosas le indicó a la marquesa de la Corte que en la visita regia a Córdoba acompañase a Paz y Eulalia de Borbón para, de forma sorpresiva, mostrarles dos casas de familias humildes, cosa que hizo en colaboración con el párroco cordobés Solís. En junio la marquesa entendió que las infantas debían mostrar interés por las labores de costura y los bordados; de modo que asistieron junto con las infantas Pilar, Eulalia y Paz de Borbón a la exhibición de trabajos en la Escuela Normal de maestras de Sevilla. Ciertamente era una de las últimas lecciones que pudo enseñarles, pues exactamente un mes después dimitía y se ausentaba de Sevilla, partiendo a Madrid. Fue recibida por Alfonso XII, en cuya conferencia cesaba en las funciones que tenía encomendadas con sus hermanas. En aquel verano la noble romana se avecinaba con su esposo en Cabra, dedicando aquel último trimestre del año a defender al cabo de la guardia civil. Rincón estaba condenado a muerte y, aunque los De la Corte rogaron a los duques de Montpensier su intercesión ante el rey para un indulto, la pena se ejecutó. Dada la gran vinculación de la marquesa con los Orleans, la familia Montpensier y sus hijos le enviaron una considerable suma para que Pizarro la usase como limosna con los hijos del guardia civil. En el verano de 1878 estaban los marqueses en su hacienda de la localidad cordobesa de Zambra, donde se enteran de la muerte de la reina doña Mercedes de Orleans, pupila de Dolores Pizarro como Aya suya que fue. Así las cosas, y con un despliegue de medios poco común, los marqueses pontificios celebraron solemnes funciones fúnebres por la soberana

Poco después De la Corte salía elegido diputado, si bien los juegos caciquiles típicos del momento hacen que pierda el sillón, pues la audiencia dio el escaño a Manuel Císcar López. Iniciado 1883, Alfonso XII le concedió la gran cruz de la orden de Isabel la Católica, toda vez que el recurso que presentó sobre el escaño provincial se resolvió el 18 de diciembre a su favor por dictamen de la justicia, obteniendo a principios de 1884 su acta. Pese a mantenerse en esta villa cordobesa, la relación con la familia real era estrecha, y nada extraña que en mayo los duques de Montpensier -en tren hacia Madrid- paren en unas horas para saludar a la marquesa de la Corte, que iba acompañada por el Obispo de Córdoba. Unos meses después era la reina, de visita en Sevilla, la que en Navidad los invita a una gran fiesta que ofrecía en el Alcázar hispalense. En noviembre les visita su sobrino el ganadero Rafael Pizarro y Pizarro, quien asiste a una tienta de vacas, un tiempo apacible en el que llega el retiro definitivo del marqués.

En abril de 1885 Juan Antonio de la Corte se jubila como profesor emérito, si bien en septiembre de aquel año ingresó en el Tribunal metropolitano de órdenes militares. En noviembre su hermano Felipe de la Corte es designado director de la Compañía general de tabacos en Filipinas. Un día después fallecía en El Pardo el rey, asistiendo los marqueses pontificios al sepelio del soberano y vuelven finalizando el año a Cabra.

A principios de 1886 se hizo público el enlace de don Antonio de Orleans y Borbón con su prima hermana la infanta doña Eulalia de Borbón, contrayentes ambos que habían sido educados por la Marquesa de la Corte. Como no podía ser de otra forma fueron invitados al enlace y, aproximándose la boda, la la prensa nacional hizo públicos los dos mejores regalos de los novios, que eran el devocionario obsequiado por la Condesa de París -hermana del novio- y “un rico bastón de marfil” que los nobles pontificios ofrecían al augusto infante. La prensa cordobesa, como era lógico, se detuvo en la descripción del objeto, tratándose de un bastón “recuerdo de familia” que iba en un elegante estuche forrado en terciopelo y raso, donde su “puño estaba primorosamente labrado y llama la atención la cabeza de perro que sirve de apoyo, tallada”. Así las cosas, cuando en la noche del 4 de marzo la condesa doña Isabel de Orleans iba hacia Madrid para asistir a la boda de su hermano, mostraba nuevamente el afecto que sentía por esta familia pontifica, pues paró en Córdoba para saludar entrañablemente a su antigua Aya. Diez días después el único hermano del marqués, Felipe de la Corte, quedaba viudo, siendo padre de dos hijos, en quienes recaían el futuro de la herencia del noble pontificio. Esta circunstancia retrasaría su viaje a Filipinas. Refugiado el general De la Corte con su hermano en Cabra, en el verano de 1887 el coronado romano renuncia al tribunal de órdenes militares. Enfermo, no tiene ánimo para más esfuerzos, toda vez que la acechanza de su herencia se desvanece, pues en la primera semana de octubre su sobrino, el coronel Felipe de la Corte y Vial, muere en Filipinas. La luctuosa circunstancia lleva a su hermano Felipe de la Corte a renunciar a su cargo en la colonia, que es sustituido por el de subinspector general de Ultramar. Marcharía a Madrid, donde se vuelca en su actividad de conferencias sobre el mundo filipino, una marcha que anímicamente debió afectar al marqués pontificio, quien fallece el 30 de abril de 1888 en Cabra. Como herederos, su viuda y su hermano Felipe de la Corte, viudo al cuidado de su única hija, Aurora de la Corte y Vial, mujer de Enrique Franch García y también sin hijos. En los años que siguieron Dolores Pizarro mantuvo un estricto luto, viendo fallecer el 12 de agosto de 1892 en Cabra a su cuñado el general Felipe de la Corte. Saldría la marquesa pontificia de sus lutos en 1893, cuando la visitó en Cabra doña Luisa Teresa de Borbón, duquesa de Montpensier, quien iba invitada por los duques de Sessa, alojándose en su palacio. En abril vino a cumplimentar a la infanta el gobernador cordobés Ortiz Casado, acompañado del Diputado por Córdoba Sánchez-Guerra, recién nombrado Subsecretario de Ultramar, asistiendo la marquesa pontificia al banquete en el palacio de los condes de Cabra. Aquel verano la coronada pontificia acompañaría a la infanta a Jerez de Frontera, así como al convento de las Capuchinas y a la catedral. Tras retornar a Cabra se implica en obras benéficas, y así a principios de 1894 vemos a esta coronada fundando la Cruz Roja del municipio, institución que presidiría. En mayo viajó a Sevilla, alojándose en el palacio de San Telmo, donde visitó a la infanta doña Luisa Fernanda de Borbón y a su familia, y en donde tuvo ocasión de saludar y despedir al duque de Orleans en su viaje a Londres. Tras retornar a su casa, en septiembre asiste a un certamen de damas egabrenses para recaudar fondos benéficos. La marquesa falleció el 12 de diciembre de 1898 en Cabra. Su legado fue enviado al museo arqueológico nacional, donde lleva el nombre de Colección de la marquesa de la Corte.

En 1901, uno de los pocos herederos del marqués, su pariente Rafael Pineda de la Corte, hacendado de Montilla, moría, diluyéndose la herencia en una complicada red de legados. Así las cosas, entre éstas resalta su antigua residencia de los marqueses pontificios, la finca denominada La Capilla, en Granadilla, para la obra de Marías de los Sagrarios de Priego y Zambra, y que se instalarían en esta iglesia particular.

Referencias

  1. SÁNCHEZ RAMOS, Valeriano: Los cortesanos del Papa en Andalucía: los títulos nobiliarios pontificios. Estudio particular de los linajes católicos. Anuario de Historia de la Iglesia andaluza, Vol. 13, 2020, págs. 227-340. ISSN 1888-7368. Disponible en Internet.
  2. Los cortesanos del Papa en Andalucía: los títulos nobiliarios pontificios. Estudio particular de los linajes católicos, por Valeriano Sánchez Ramos. Anuario de Historia de la Iglesia andaluza, ISSN 1888-7368, Vol. 13, 2020, págs. 227-340.
  3. Diario de Córdoba, [Córdoba], 27 de febrero de 1872, p. 2.

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