Parroquia de San Mateo (Monturque)
En la parte más alta de la población, en la calle Rafael de Lara no lejos del castillo y colindante con el cementerio municipal, se localiza el más importante y antiguo edificio religioso que actualmente posee la villa de Monturque: la parroquia de San Mateo, iglesia de un simple estilo gótico-mudéjar, cuya construcción parece corresponder a los últimos años del siglo XV o primeros del XVI.
En su exterior se aprecia una fachada reedificada, presidida por un campanario dividido en dos cuerpos y con dos arcos en cada uno de ellos; su sencilla portada principal, en sus orígenes gótica y con un arco ondulado conopial, es la única entrada que posee el templo, a través de la cual se accede a un pequeño cancel sobre cuyo techo se levanta el habitáculo del coro.
El interior de la iglesia se compone de tres naves paralelas de unos veinticinco metros de longitud, siendo la del centro de doble anchura que cada una de las otras dos; éstas se encuentran separadas en cada línea divisoria por cuatro robustos arcos apuntados, apoyados sobre pilares de cantería ochavados y rematados con capiteles de molduras. La nave central conserva en la bóveda su primitivo artesonado de tirantas de madera, con muy poca ornamentación; sin embargo, las bóvedas de las naves laterales fueron reconstruidas en 1913 y no presentan artesonado alguno. Sigue a este primer cuerpo una cabecera triple, cuyos rasgos obedecen ya a reformas y obras del siglo XVII.
Al final de la nave principal se levanta el presbiterio, cuya cúpula, algo rebajada, luce como único adorno un florón central de yeserías. En mitad de este recinto se erige el ara donde se celebra la consagración; y al fondo, el altar mayor, con un retablo de madera de 1677, de un único cuerpo dividido en tres partes separadas por estípites, y con una hornacina en el ático que alberga una pequeña talla de su titular, el apóstol San Mateo, también de madera algo deteriorada y posiblemente de la misma fecha del retablo, flanqueada por sendos emblemas de la casa ducal de Medinaceli, que otrora ostentara el patronato de esta parroquia. En su centro, otra hornacina acoge la imagen de la Virgen de la Aurora con el Niño, patrona de Monturque, talla de madera originariamente completa que fue modificada para hacerla de vestir, de la que se desconoce su antigüedad y su procedencia. Completan el conjunto dos lienzos con las imágenes de San José, a la izquierda, y de San Francisco de Asís, al otro lado, los cuales presentan una factura decimonónica. Un hueco excavado en el espesor del muro izquierdo del presbiterio acoge el tesoro parroquial, entre cuyas piezas destaca una bella custodia procesional de la primera mitad del XVII, atribuida a Pedro Sánchez de Luque.
Por su parte, al principio de la nave de la izquierda y junto al cancel de entrada, puede observarse el grupo escultórico de San Isidro Labrador con su yunta de bueyes, del artista lucentino Pedro Muñoz de Toro, realizado en 1843.
Hacia la mitad de la nave mencionada se abren las entradas con arcos de medio punto de dos capillas independientes, resguardadas enteramente por unas verjas de hierro. La primera de ellas, erigida en 1696, presenta bóveda de medio cañón algo rebajada y alberga el camarín de la Virgen de la Soledad, construido sin embargo un siglo después de la capilla, en concreto en el año 1791, según atestigua la leyenda que existe alrededor de la circunferencia de la base de su cúpula semiesférica, exquisitamente pintada ésta con motivos marianos. La Virgen es una bella imagen de vestir de finales del siglo XVII, tallada en madera y de autor desconocido, aunque relacionada con la escuela granadina, restaurada en 1988 por el imaginero cordobés Miguel Ángel González, quien, debido al mal estado que presentaban las primitivas manos entrelazadas, labró las que actualmente posee colocándolas en posición separada, más acorde con el nuevo concepto iconográfico. En un nicho de la pared derecha de esta capilla puede contemplarse a Nuestra Señora de la Alegría, interesante obra de madera realizada en el año 2000 por el artista prieguense Niceto Mateo Porras; y en la izquierda, otra hornacina acoge una figura de serie del Resucitado de 1955. Por su parte, el centro de la estancia lo ocupa la pila bautismal, que no es la primitiva del templo.
A la derecha de la anterior se encuentra la capilla con cúpula oval de Nuestro Padre Jesús Nazareno, presidida por un altar con un sencillo retablo de madera tallada y con estípites, que a través de una vidriera da vista a un camarín cubierto también con una hermosa cúpula oval repleta toda de yeserías vegetales, construido en 1694, y cuya decoración, sin embargo, se remonta al último cuarto del siglo XVIII, según atestigua la inscripción que existe sobre el dintel de la entrada lateral derecha de referida sala. En esta cámara reside la efigie del Nazareno, obra de gran valor artístico que llegó a esta población en 1662, que por sus características parece proceder de la escuela granadina, y más concretamente de un obrador en el que imperara el modo de hacer del taller de los Mora, bien de José o del patriarca de la familia, Bernardo de Mora. La escultura es una magnífica talla de madera anatomizada, con brazos articulados y peluca, en la que destacan sobremanera la expresividad del rostro y los definidos rasgos físicos de las manos; la cruz arbórea que sostiene es de reciente factura, siendo procesionada con otra de gran valor artístico, labrada en plata, confeccionada por Bartolomé de Gálvez y Aranda a mediados del XVIII. En la pared derecha de esta capilla puede contemplarse un lienzo muy deteriorado, que representa a un Crucificado sobre fondo negro, pintado dentro del mismo siglo XVIII; y a los lados, dos imágenes de escayola de la Virgen del Carmen y de San Antonio, ambas de los años centrales de la pasada centuria. Por último, en una hornacina abierta en el muro de enfrente descansa una pequeña efigie de la Virgen de Fátima, del mismo período que las anteriores.
En el espacio que separa por la parte interior del templo las dos capillas comentadas, se sostiene un gran lienzo con la figura de Jesús con la cruz a cuestas camino del Calvario, ayudado por el Cirineo, de principios del siglo pasado.
A continuación precisamente de la capilla de Jesús, y paralela a ella, existe otra nave rectangular de similares dimensiones, cubierta con dos bóvedas de aristas barrocas, carente sin embargo de cualquier tipo de decoración, y que alberga al fondo un retablo de madera con altar, de muy pobre composición, donde se venera una talla de cartón piedra de la Virgen del Rosario de 1911. En la pared de la derecha se abre la puerta que permite el acceso a la nueva sacristía, recientemente construida, y, desde ésta, a la sala que acoge el histórico y completísimo archivo parroquial, donde se conservan, en muy buen estado, las diferentes series de libros sacramentales y otros valiosos registros documentales desde principios del siglo XVI.
Pero sin duda, la parte más interesante y atrayente del edificio es la suntuosa capilla del Sagrario, situada en la cabecera de la nave del Evangelio, obra del segundo cuarto del siglo XVII, en cuya construcción y decoración intervinieron diversos artistas de los pueblos limítrofes y de la propia capital de la provincia, entre los que cabe citar a Francisco Donaire Trejo (maestro de cantería), Bernabé Gómez del Río (escultor), Bernabé Jiménez de Illescas y Andrés del Río (pintores), Gabriel Martínez de Peralta (carpintero) y Juan Bravo Machado (dorador). Está concebida como un doble espacio: El primero, precedente, es rectangular y se cubre con cúpula sobre pechinas, apeada por arcos de medio punto sobre pilastras corintias. Todo está profusamente recubierto con ornamentación de esculturas y relieves realizados en yeso, aprovechando su color blanco para contrastarlo con el dorado, resultando un efecto de inusitada riqueza. A ambos lados de la puerta se encuentran San Juan Bautista y San Sebastián. Recostadas sobre las volutas de la portada, La Caridad y La Esperanza. Encima, un bello relieve de la Santa Cena, de gran valor que se desarrolla sobre un abigarrado fondo, tapizado de una retícula de rombos con flores insertas. En el arco que corona este conjunto aparece la figura de la Fe, en las pechinas los cuatro Evangelistas y en la cúpula oval, completamente cubierta por querubines, símbolos eucarísticos insertos en tarjas y, alternando con ellos, pinturas que representan los padres de la iglesia.
El segundo espacio es el Sagrario en sí, al cual se accede por una portada adintelada de mármol oscuro y rosado, que se compone de dos columnas que sostienen un friso y cornisa con aparatosas volutas y tope. Se cierra mediante cupulita ovalada, dividida en fajas y salpicada de hermosas cabezas de querubines en relieve. Las puertas de madera que cierran este espacio constituyen una obra digna de tener en cuenta por su cuidada talla, representando diversos símbolos como el cáliz y las velas encendidas. En el centro del pequeño habitáculo, un altar adosado en la pared central sobre el que descansa el Sagrario propiamente dicho, espléndida obra de madera tallada y dorada tanto en su interior como en el exterior, de igual época que la capilla, y en cuyas puertecitas luce las figuras muy bien pintadas de los apóstoles San Pedro y San Pablo.
Dentro del conjunto de la capilla que comentamos, en la pared izquierda de ella, se encuentra un buen retablo de madera de mediados del siglo XVIII, obra del tallista lucentino José Primo, que acoge una imagen reciente de la Milagrosa; pudiéndose observar, a través de las rendijas del nicho donde se encuentra la Virgen, parte de las yeserías que cubrían el muro primitivo. Enfrente de este retablo, referida sala se comunica directamente con el presbiterio por medio de un arco de medio punto, decorado con igual estilo que la misma.
Por su parte, a la derecha, la nave de la Epístola se encuentra presidida por la capilla que en 1659 se erigió en honor de Nuestra Señora del Rosario, ocupada la mayor parte de la pasada centuria por la Virgen de la Aurora y desde hace pocos años por una imagen de la Inmaculada Concepción que parece fecharse hacia finales del siglo XIX. Su retablo de madera sobredorada y el altar que lo antecede son de 1696, destacando en aquél un conjunto de cuatro lienzos muy deteriorados con las figuras de San Joaquín y San Francisco de Asís, a un lado, y San José y Santo Domingo de Guzmán, al otro; y un lienzo acristalado en su parte superior con la Virgen del Perpetuo Socorro de fecha bastante más moderna. En la pared de la derecha de esta capilla cuelga un gran cuadro con la representación de la Virgen del Carmen con San Juan de la Cruz y las ánimas del Purgatorio, de hacia 1669. La bóveda de esta sala no presenta decoración alguna, comunicándose a la izquierda con el presbiterio por un arco de medio punto, al igual que por el otro extremo lo hace la del Sagrario.
En el muro que separa esta nave de la Epístola del exterior no existe ninguna otra capilla ni altar, y tan sólo sobre la mitad del mismo puede contemplarse la impresionante figura de un Crucificado algo mayor del tamaño natural, de principios del siglo XVII, de origen mejicano y realizado con médula de caña, que llegó a esta población el 7 de diciembre de 1998, y que fue bendecido al día siguiente con el nombre de Santo Cristo de la Paz.
Finalmente, repartidos por todo el interior de la iglesia, también pueden observarse catorce pequeños cuadros con las respectivas representaciones de las estaciones del Vía-Crucis, los cuales no parecen ofrecer demasiada antigüedad.
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