Pedro Cid Mármol

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Pedro Cid Mármol

Pedro Cid, nació en Castro del Río en 1890. No se le conocen inquietudes políticas, aunque muy posiblemente se integrara en algún grupo de tendencia anarquista (F.A.I. o C.N.T.) tan arraigada en el Corazón Rojo de Córdoba.

Casado con Antonia Navarro Carretero y padre de dos hijos (Juan y Francisco), de profesión jornalero su vida transcurrió, como la de tantos jornaleros andaluces, en jornadas de trabajo de sol a sol, mal alimentados y con sueldos de miseria.

Trabaja como guarda en el cortijo conocido como Pilas Bajas junto a la estación de ferrocarril de Torres Cabrera, donde pasaba periodos de 15 o 20 días sin bajar al pueblo y lo hacía para ver a la familia, recoger algo de ropa y vuelta al cortijo; también practicaba la caza furtiva y para ello disponía de una escopeta que presumiblemente fue la causa de su asesinato.

El lunes 20 de julio de 1936, una columna fascista al mando del Capitán Larriva intenta la toma de Castro, y ante la imposibilidad de penetrar en el pueblo por la feroz resistencia de los campesinos se retira no sin antes haber practicado algún asesinato y deteniendo a veintiséis campesinos. Pedro figura en una lista de 15 detenidos que ese mismo día ingresan en la Prisión Provincial de Córdoba y son puestos a disposición del Comandante Militar Ciriaco Cascajo. Su único delito, salir a defender al pueblo del ataque fascista, defender a su familia del hambre y la miseria, defender a un gobierno democrático, que podía poner fin a las condiciones de vida a que eran sometidas las clases trabajadoras por el clero, los militares y los terratenientes.

Antonia Navarro y sus dos hijos de 12 y 2 años, sin un marido que los defienda, abandonan Castro en la evacuación general del 24 de septiembre e inician una marcha huyendo de las bombas, la represión y la miseria que los llevará por varios lugares de Andalucía (Bujalance, Villanueva de Córdoba, Montoro, Jaén), llegando finalmente al Levante Español (Calasparra y Moratalla), donde permanecerán hasta el fin de la guerra. En todo este tiempo no tuvo noticias de su marido y mantenía la ilusión de poder encontrarse finalizada la contienda.

Pedro Cid permaneció en prisión hasta el día 2 de octubre de 1936, cuando es entregado a la Guardia Civil y fusilado en el muro interior del cementerio de San Rafael. Su cuerpo descansa en una fosa común junto con miles de cordobeses asesinados por represores furibundos e implacables (Ciriaco Cascajo, Luis Zurdo Martín, Bruno Ibáñez).

En su partida de defunción se hace constar simplemente que apareció cadáver como consecuencia de los sucesos ocurridos en la ciudad de Córdoba.

Antonia vuelve a Castro una vez terminada la guerra y comprueba la dura realidad: su marido ha sido asesinado tres años atrás, su casa destruida y la vida en el pueblo se convierte en un autentico infierno, mendigando día a día, a merced de la caridad y con dos hijos de corta edad a los que mantener. La miseria, el hambre y las malas condiciones de vida rompen su fortaleza y después de presenciar la muerte de su pequeño Francisco con ocho años de edad fallece al día siguiente, el día 28 de febrero de 1942. Sus restos descansan en una fosa común del cementerio de Castro.

Esta es la historia de una familia rota, víctima de la intolerancia, la sinrazón, la represión y el odio y que gracias al único hijo superviviente Juan Cid Navarro se ha podido rescatar del olvido.

Sus nietos recuerdan y homenajean a Pedro Cid Mármol, Antonia Navarro Carretero y al pequeño Francisco Cid Navarro.

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