Pepe Fernández (Notas cordobesas)

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José Fernández González, más conocido como Pepe Fernández, fue un panderetólogo (*Córdoba, 1835 - †Córdoba, 1925), persona diestra en el manejo de la pandereta; su vida estuvo ligada a las tunas estudiantinas, al Centro Filarmónico y al Carnaval.

Ricardo de Montis escribió una de sus Notas Cordobesas dedicadas a él.

Pepe Fernández

Muerte de Pepe Fernández (1925)

¡Terrible sarcasmo del destino! El ultimo día de Carnaval rindió la jornada de la vida quien constituyo una verdadera institución de las fiestas carnavalescas en Córdoba, una de sus figuras mis típicas, como Rafael Vivas, José Serrano Pérez y Rafael Priego. Pepe Fernández era un hombre original y popularisimo, ¿Quién no le conocía en nuestra ciudad? quién no le aplaudía cuando, en el escenario del teatro, al frente de la sección de panderetólogos de la marcial estudiantina, hacía gala de su agilidad extraordinaria, prodigiosa, retorciéndose en contorciones inverosímiles, saltando y haciendo cabriolas con ligereza de volatinero, sin que jamás le pesaran los años, al acompañar con la pandera pasacalles y jotas?

La figura de Pepe Fernández se destacó, hace medio siglo en el centro Filarmónico fundado por el inolvidable Eduardo Lucena y desde entonces hasta nuestros días ha sido elemento indispensable de las mejores estudiandinas y comparsas organizadas en Córdoba. Durante muchos años formó parte de una de las más famosas que recorría nuestras calles el Domingo de Piñata, la titulada La Raspa, para la que su director Rafael Vivas escribía todos los años música original, alegre, retozona, sin ser músico, y coplas satíricas, llenas de intención y gracejo, sin ser poeta.

La Raspa más de una vez celebró sus ensayos en el taller de carpintería de Pepe Fernández donde Vivas solía coger, a guisa de batuta, el primer listón que encontraba a mano, el cual le servía también para hacer cariñosas advertencias al músico o al cantante que desentonaba.

Al ser constituido el actual Centro Filarmónico en el ingreso el popular panderetólogo y en él obtuvo los mayores triunfos de su vida, que le llenaban de legítimo orgullo. Triunfos hemos dicho y no retiramos la palabra, pues un triunfo, y grande, consiguió al estrenar el vals para pandereías escrito por Lucena y, asimismo, triunfaba siempre que aparecía en la escena del Gran Teatro.

Ótra figura interesante en Córdoba, el famoso torero Guerrita gritaba al verle: ¡que baile Pepe Vals-polka! sobrenombre conque le llamaban sus amigos íntimos, y Pepe Fernández destacábase del grupo de la estudiantina y comienza a revelar sus extraordinarias aptitudes de panderetólogo, en medio de una verdadera tempestad de aplausos.

Cuando se aproximaban las fiestas de Carnaval o alguna excursión artística del Centro Filarmónico nuestro hombre se rejuvenecía, no descansaba para ultimar los preparativos de sus futuras, gloriosas jornadas, no dormía pensando en ellas.

Con los incidentes cómicos y las anécdotas de la vida de Pepe Fernandez se podría escribir un curioso libro. Prógido en tales incidentes fue, para el veterano panderetólogo, el primer viaje que el Centro Filarmónico. efectuó a Madrid.

Un día Pepe Vals-polka afeitabase de prisa porque se aproximaba la hora de ir a visitar a don José Sánchez Guerra, entonces ministro de la Gobernación. Pepe tuvo la mala fortuna de herirse, con la navaja en una mano cuando sólo se había rasurado media cara y, como no podía continuar la operación, marchó precipitadamente a la barbería más próxima para que concluyesen de afeitarle.

Los sucesores de Fígaro, al ver entrar a aquel desconocido, jadeante, vertiendo sangre de una mano y con barba solamente en un lado del rostro creyeron que se trataba de un criminal, o por lo menos de un tomador perseguido, que pretendía desfigurarse para burlar s sus perseguidores y le detuvieron, disponiéndose a entregarle a los agentes de la autoridad.

Gracias a la oportuna aparición de un amigo que tranquilizó a los barberos el maestro de panderetas de la Estudiantina Cordobesa no dio con sus huesos en el Juzgado de guardia.

Durante la visita del Centro Filarmónico al Palacio Real, la Infanta doña Isabel se acercó a Pepe Fernández, diciendo: son ustedes muchísimos. Pepe agregó: el ciento y la madre. La augusta dama, con su gracejo caracteristico, preguntólo entonces: ¿cuál es la madre? y el interrogado, sin vacilar, contestó: aquél, señalando al individuo más robusto y coloradote de la Estudiantina, que era Rafael Morón.

Los amigos y compañeros de José Fernández González- nuestro hombre se llamaba como el famoso novelistasolían hacerle objeto de bromas pesadas, no exentas de gracia casi siempre.

En una excursión del Centro uno de sus individuos, aprovechando la ocasión en que el panderetólogo dormía, ' le vertió un bote de goma sobre la cabeza.

A la mañana siguiente Pepe, al mirarse en el espejo, observó con horror que tenía de punta los cuatro pelos que le quedaban y le fue imposible hacer con ellos el emparrado de que se valía para disimular la calva.

Una vez digimos en una crónica de un concierto, para embromar a Pepe Vals-polka, que al tocar la pandereta se le había caído el bisoñé y Pepe se nos presentó protestando airadamente contra tal manifestación.

Yo me tiño el cabello, decia, pero no uso postizos, y, al mismo tiempo, para demostrarlo, se tiraba fuertemente de sus cuatro pelos. Este genuino representante de la clásica tuna cordobesa era un hombre simpático, jovial, dicharachero, ingenioso; de los que procuran desechar las penas y poner a mal tiempo buena cara; de los que saben, y estos son pocos, disfrutar las alegrfas del vivir.

Hace algún tiempo abandonó su oficio de carpintero y fue nombrado conserge del Club Guerrita.

El nuevo cargo impidióle acompañar al Centro Filarmónico en varias excursiones y esto le produjo, sin duda, la mayor contrariedad, el más hondo disgusto que sufrió en su dilatada existencia.

En la semana última sintióse enfermo; no obstante se proponía recorrer el domingo de piñata nuestras calles, con la agrupación artística mencionada, para respirar las auras de la juventud, para evocar los recuerdos del pasado, para demostrar que conservaba, a pesar de sus ochenta años, la agilidad prodigiosa de que hiciera alarde en sus mejores tiempos, pero ¡terrible ironía del destino! la muerte le sorprendió el martes de Carnaval.

El día siguiente un puñado de amigos acompañó el cadáver de Pepe Fernández a su última morada. En el cortejo fúnebre debieron figurar las estudiantinas cordobesas para rendir un póstumo tributo de cariño a quien ostentó su más típica representación y nosotros hubiéramos colocado sobre el ataúd un sombrero de estudiante y una pandereta, ese instrumento que sirvió de cetro a Mesalina en la orgía pagana, que postula, siempre para fines benéficos y nobles, con la tuna escolar, que alegra los Carnavales, que acompaña los sencillos y tiernos villancicos de Nochebuena y lo mismo puede acompañar los salmos funerarios aunque la Iglesia despide a los catóiicos cuando abandonan este mundo.

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