Piquera
En el portal de las tabernas clásicas existía la piquera, una pequeña ventana encristalada, como una cratícula monjil, por donde se servía directamente a la reducida pieza del portal. Estaba en algunos edificios al paso entre la entrada y patio con habitaciones de la taberna, lo que no hacía posible la total clandestinidad de aquel que quería ocultar su identidad al resto de los clientes. La piquera era el medio que tenían algunas mujeres bebedoras de alcanzar el producto sin tener que pasar a la barra. En Córdoba hasta mediados de la década de los sesenta del siglo XX era muy mal visto que una mujer estuviera alternado en una taberna.
La piquera servía como vínculo de unión de la mujer con la taberna. A través de ella, sin entrar en el "templo machista", la mujer podía localizar a su marido.
Su función varió según épocas y lugares, sirviendo también a modo de discreto reservado, cuando al hombre lo acompañaba su querida. Usando la piquera se lograba que la situación no resultaba tan evidente para el resto de los parroquianos.
En sus últimos tiempos la piquera la utilizaban los asiduos a la taberna, en periodos de luto riguroso, así como mujeres y niños que acudían para adquirir el vino para su consumo doméstico, evitando así tener que entrar en el núcleo del establecimiento normalmente ocupado por el colectivo de una clientela exclusivamente masculina.
Perdido el sentido que en otros tiempos tuvo, se conservaron en Córdoba piqueras en las tabernas de Pepe el de la Judería, Casa Salinas, El Tablón, La Paloma y pocas más que permanecen como reliquias de un revelador pasado.
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