San Eulogio de Córdoba

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Martirio de San Eulogio y Santa Leocricia
San Eulogio

Nacido en Córdoba en torno al año 800, es considerado por muchos como el último hispano-romano de la Bética.

Nace en una familia de carácter senatorial, recibiendo formación en un colegio sacerdotal de la basílica de San Zoilo. Posteriormente se integra en la escuela del abad Speraindeo, tenido por uno de los sabios más notables de la época. En esta escuela labra amistad con Álvaro Paulo, más conocido como Álvaro de Córdoba, perteneciente a una de las familias más distinguidas de Colonia Patricia, con quien le unirá una amistad que durará hasta la muerte.

Ordenado sacerdote dividió su tiempo entre la contemplación dentro de los monasterios próximos a la ciudad y la cura pastoral. Viajó por Cataluña, Navarra, Zaragoza, Calatayud, Arcóbriga, Sigüenza y Compluto (Alcalá de Henares), deteniéndose en Toledo junto al obispo Wistremiro, para cuya sede vacante será elegido Eulogio más tarde 858 como metropolitano.

Este viaje fue muy útil para el sacerdote cordobés, ya que vivió experiencias descubriendo la mentalidad de los cristianos que se habían liberado del yugo musulmán, además de traer numerosos libros latinos a las escuelas de Córdoba como La Eneida de Virgilio, así como obras de autores clásicos como Juvenal, Horacio o San Agustín.

A causa de esta defensa del movimiento martirial mozárabe padeció prisión junto con el obispo Saulo. En la cárcel desde el comienzo del otoño, escribió parte del Memorial de los Santos, una larga carta al obispo de Pamplona en 15 de noviembre, y el Documento martirial (Documentum Martyriale), dedicado a las santas Flora y María, también en prisión como él. El 29 de noviembre del 851 Eulogio era liberado de la cárcel.

Con el ascenso al trono omeya de Muhammad I en septiembre del 852 se endurecieron las medidas contra los cristianos. Hacia 857 se basa en apuntes obtenidos en la biblioteca de Leyre (Pamplona) para escribir el Apologeticus Sanctorum, que le hizo conocido por toda España y tras lo cual fue elegido por unanimidad Arzobispo de Toledo. Sin embargo, nunca puedo ocupar el puesto ya que a principios del 859 fue detenido por haber ayudado a ocultarse a una joven llamada Leocricia, hija de padres musulmanes, que había sido convertida por la monja Liliosa. Leocricia y Eulogio fueron llevados ante el juez, siendo condenado a decapitación a las tres de la tarde del día 9 de enero de 859. Su cuerpo fue sepultado en la basílica de San Zoilo, actual iglesia de San Andrés. En el 861 su amigo Paulo Álvaro de Córdoba escribe una biografía suya titulada Vita divi Eulogii.

En diciembre del 883, Alfonso III el Magno obtuvo del emir Muhammad I sus reliquias y las de Santa Leocricia. El encargado de la petición y del traslado fue el presbítero toledano Dulcidio. Colocadas en la capilla de Santa Leocadia de la catedral de Oviedo en enero del 884, fueron trasladadas a la Cámara Santa en 1303, y allí se veneran.

Reliquias de San Eulogio y Santa Leocricia

Corresponde el honor de la adquisición de la reliquias de San Eulogio y Santa Leocricia a la Hermandad de San Rafael cuyo hermano Mayor, Pedro Miguel de Prado, el 25 de agosto de 1735, dirige al Obispo de Oviedo sus vivos deseos para que les conceda una de las principales reliquias de los santos cordobeses.

Con la misma fecha, envía el Cabildo Catedral de Oviedo al Obispo de la misma diócesis un escrito, en el que dice: “Me ordena el numeroso y nobilísimo Cuerpo de la Hermandad de San Rafael de Córdoba haga patente a V.S.I. los vivos deseos que tienen los cordobeses de logar unas reliquias principales de San Eulogio y Santa Leocria, para que su logro sea asilo nuestro”.

Las santas reliquias fueron concedidas y tuvo mucho que ver Andrés Bruna, que debió ser alma de todas estas demandas. Así se puede deducir por la inscripción que se hace en el libro de asiento de la Hermandad: “El día 16 de julio de 1736 se recibió per cofrade con toda su ilustre dignidad el señor don Andrés de Bruna; consiguió las reliquias de San Eulogio y de Santa Leocricia”. Correspondió en Córdoba abrir y reconocer las reliquias al gobernador del obispado don Pedro Salazar y Góngora. También le correspondió colocar en los relicarios de plata, que mandó hacer la Hermandad.

Fueron estos actos muy solemnes, a los que asistieron numerosos sacerdotes y fieles. El último se celebró el 11 de abril de 1737, por la tarde. Con el gobernador eclesiástico, estaban presentes el previsor y vicario general Francisco Miguel Moreno Hurtado y el canónigo magistral Juan Gómez Bravo. El maestro platero, artífice de los relicarios, Tomás de Pedrajas afianzó los huesos con hilo de plata. El acta, de la que se toman estos datos termina con las siguientes palabras: “Su Señoría mandó se le dieran culto, como Reliquias de dichos santos y se expusieran a la pública veneración de los fieles.”

Estas Reliquias están depositadas en la Iglesia del Juramento, en la que en siglos pasados atraía a gran cantidad de fieles para su veneración.

Descripción de Eulogio hecha por Álvaro de Córdoba en su obra Vita divi Eulogii

Era un varón que sobresalía en todo linaje de obras y merecimientos; que a todos socorría en proporción de sus necesidades, y que aventajando a todos en ciencia, se tenía por el menor entre los menores. Su rostro era claro y venerable; su palabra, elocuente; sus obras, luminosas y ejemplares. Escritor elegante y sapientísimo, él alentaba a los mártires él componía sus elogios.

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