Sucesos de Montoro

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El 3 de diciembre de 1868 se produce en Montoro un encontronazo entre manifestantes republicanos y fuerzas del orden. Como resultado, dos niños de cinco años muertos, dos hombres heridos graves y dos levemente heridos.[1]

Historia

Se conoce el telegrama que envió el Gobernador Civil de Córdoba al ministro de la Gobernación, Práxedes Mateo Sagasta, el 3 de diciembre: “Según me dice el Alcalde de Montoro hay tranquilidad completa en la población y se está instruyendo diligencias, han sido presos don Francisco Leiva, republicano de esta capital, y dos reaccionarios de allí”. En telegrama posterior, aclara: “Los culpables de Montoro que están ahora presos son el republicano Francisco Leiva, sin modo de vivir conocido y los escribanos reaccionarios de aquel lugar Luis Pedrajas y Luis Balveca (…) La causa del alboroto fue una manifestación republicana capitaneada por Leiva que al llegar al sitio donde está situada la Guardia de voluntarios hiriera a estos con varios disparos dando lugar al conflicto”. Para este caso se nombró en comisión al juez de Carmona, Manuel Jiménez.

Leiva, destacado miembro del Partido Demócrata, era según Miguel Jesús López Serrano “humilde pero honroso”, “un hombre distinguido de la política local pero republicano intransigente”. Su infatigable esfuerzo en pro del movimiento republicano le lleva a ganar fuerza y adeptos, a pesar de las penurias por las que atraviesa la población. Leiva se manifestó desde bien pronto contra el gobernador civil, duque de Hornachuelos, al considerar que su proceder no estaba de acuerdo con los postulados de la Gloriosa.

El 4 de diciembre el alcalde de Montoro imploraba al gobernador de Córdoba que “es urgentísimo la venida del juez” ya que había “dos niños de cinco años muertos, dos hombres heridos graves, y dos levemente heridos”. Finalmente el alcalde de Montoro, Juan Serrano, envía al conde de Hornachuelos un informe detallado de lo ocurrido en Montoro el día 3. En dicha jornada los republicanos convocaron una manifestación liderada por Francisco Leiva, con la intención de recorrer las principales calles de la población y de hablarle a la población de sus ideas republicanas en la plaza de la Constitución, donde se encuentran las casas consistoriales. El alcalde de Montoro autorizó la manifestación pero “encargando que lo hiciera en términos templados y rogándoles no lo hiciera en las plazas de la constitución para evitar que las turbas provocasen a la Guardia Ciudadana”. La Guardia Ciudadana se inscribe en la creación de cuerpos de voluntarios al fragor de la revolución liberal. Las antiguas milicias ciudadanas, falta de medios y organización, se revelaron insuficientes para atajar los tumultos callejeros y la ola de anticlericalismo extremo. Las autoridades crearon un nuevo cuerpo denominado “guardia ciudadana”, formada por los llamados “ciudadanos honrados”. A diferencia de policías, guardias civiles y soldados que se les presuponía obediencia ciega a los mandos, en las milicias cívicas sus integrantes se consideraban ciudadanos-soldados. Los manifestantes dispararon a la guardia ciudadana con armas de fuego, provocando por desgracia, la muerte de dos niños y causando heridas graves a cuatro hombres. Según la investigación realizada “el fuego partió de las turbas republicanas y que las personas que las capitaneaban hicieron la voz de fuego”. La Guardia Ciudadana, al parecer, no respondió a las provocaciones ya que “permaneció a presencia de aquella turba, desaforadamente daba gritos a la república en aptitud pacífica, pero tan pronto como se pusieron en frente de dicha guardia dispararon un tiro de bala cuyas señales están impresas en el edificio de la guardia ciudadana (...)”. Además, añade que los guardias no respondieron de la misma manera ante las provocaciones de los manifestantes puesto que “el jefe de las fuerzas mandó hacer algunos disparos al aire que tampoco fue esto bastante para contenerlos”. El informe es claro y conciso, incluso atreve a lanzar algunas reservas sobre el proceso judicial en curso puesto que “el objeto del juez es ponerlos en libertad a los detenidos” y la constancia de “los antecedentes republicanos de este sr. juez (…) pidiéndole la separación de este funcionario a fin de que los perturbadores pierdan las esperanzas de quedarse impunes los atropellos que han cometido”. Los sucesos trágicos de Montoro tuvieron repercusión en todo el país y figuras destacadas del proceso revolucionario dieron su opinión y parecer ante tales luctuosos hechos. Uno de los primeros en responder fue el entonces ministro de Gobernación, Práxedes Mateo Sagasta, en el futuro figura clave en el sistema político de la Restauración como cabeza del Partido Liberal.[2]

Referencias

  1. La algarada de Montoro, por Carlos A. Font Gavira, en la revista Andalucía en la Historia, núm. 52, abril-junio 2016, págs. 46-49, en la web https://www.centrodeestudiosandaluces.es.
  2. La algarada de Montoro, por Carlos A. Font Gavira, en la revista Andalucía en la Historia, núm. 52, abril-junio 2016, págs. 46-49, en la web https://www.centrodeestudiosandaluces.es.

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