Taberna El 6 de las cinco calles

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Taberna El 6

Miguel Berjillos fue el dueño de un conjunto de tabernas que llevaban esta denominación. Estaban situadas en diferentes puntos del casco antiguo de la ciudad. En la actualidad sólo queda la comentada en este artículo ubicada en al calle Carlos Rubio. En estos establecimientos su principal atractivo era copear un buen vino elaborado en sus propias bodegas y las tertulias que se formaban alrededor de la degustación de los mostos montillanos.

Recuerdos de la taberna [1]

Esta taberna, ya con bastante antigüedad fundada por don Miguel Berjillos, con otras sucursales y bodega propia, está situada haciendo esquina con las calles Baño y Lineros, con puertas a las dos.
Yo la frecuenté hace muchos años. Entonces estaba de "mozo" Antonio Aguilar, que ha continuado hasta su jubilación hace poco tiempo.
Allí se pasaba muy bien, buen vino, buenas amistades y clientela correcta.
Eran asiduos dos cordobeses muy conocidos en el arte de la Tauromaquia que habían sido componentes de cuadrillas de matadores de muchos relieve de su época.
Estos picadores, uno de ellos Bernabé Álvarez Fernández "Catalino", y el otro conocido por el alias de "Gasnago".
"Catalino" nos contaba anécdotas de sus actuaciones en Méjico, donde actuó en la cuadrilla de Manuel Rodríguez Sánchez "Manolete", de allí había traído varias monedas de oro en pesos mejicanos, que nos mostró un día; y también nos contó cómo una madrugada tuvo que salir huyendo, en ropas menores, por un balcón al ser sorprendido por el dueño del manjar que estaba disfrutando.
Su posición económica era desahogada, había sabido administrarse, y era hombre de conflexión hercúlea.
En cambio, "Gasnago" estaba viejo, sin medios económicos y mutilado de los porrazos y caídas del caballo en sus actuaciones, y andaba "a saltos de mata" de los amigos que le ayudaban e invitaban siempre. Su afición era las pesca y se pasaba las horas en el Paseo de la Ribera del Guadalquivir, con su colmada paciencia esperando la picada de algún despistado pez.
Otro cliente, pues vivía en al acera enfente de la calle Baño, era Lolinet, un abogado sin título, que había dejado la carrera sin terminar, pero su habilidad en el manejo de lo picaresco y el enredo se iban abriendo paso entre inquietud y tirones.
Un buen amigo mío y vecino de aquel barrio, con el que yo me reunía y bebíamos juntos, era Paco Cuevas, practicante ayudante en la clínica de Traumatología del Dr. Ortiz Clos.
Cuevas era muy aficionado y conocedor de la cocina cordobesa, y siempre estaba improvisando "peroles". En unos de éstos, en el que actuaba como cocinero, tuvo la desgracia de un desprendimiento de retina, en el que perdió la vista.
Se acabaron los peroles y quedó un recuerdo amargo para siempre a sus amigos y para él un mundo de tinieblas.
  1. "Memorias Tabernarias". Manuel Carreño Fuentes en Diario de Córdoba.22 de julio de 1989
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