Toma de Dos Torres

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El 10 de julio de 1835 recoge el Boletín Oficial de la Provincia un suelto en el que se resume la toma de Dos Torres por una facción carlista, dentro de la Primera Guerra Carlista.[1] La toma de Torremilano y Torrefranca por los carlistas comenzó el 26 de junio de 1835, procedentes de la provincia de La Mancha, que con anterioridad habían tomado La Garganta. La compañía carlista, al mando el coronel Francisco Javier de la Lastra y el Rubio, su lugarteniente, estaba formada al menos por 70 facciosos. Tras varios enfrentamientos con los propios vecinos y fuerzas leales, terminó la acción militar con el resultado de 18 muertos, incluidos los dos cabecillas, y seis prisioneros; el resto, huyó.

Suelto

Muy Sr. mío: aunque supongo que a esta fecha ya habrá V. dado a la prensa para satisfacción de los amantes de la excelsa Dª Isabel II, el parte extraordinario, que sin duda habrá dado el Comandante de la Columna, de la brillante acción conseguida en estas dos Villas de Torremilano y Torrefranca de la que resultó el total exterminio de la infame gavilla, capitaneada por los monstruos abominables Andrés Monzón (alias el Rubio) y por el titulado coronel D. Francisco Javier de la Lastra, le dirijo a V. el presente, para, si lo tiene a bien, lo inserte en el Boletín oficial, a fin de que los incrédulos en esta materia (que en todas partes los hay) se persuadan y convenzan, haciéndoles una exacta relación de todos los pormenores de dicha acción.

En la madrugada del día 27 (de junio) en el momento mismo de retirarse las patrullas de Urbanos, que desde la desgraciada ocurrencia de la Garganta velaban para que no fuesen sorprendidas estas dos Villas, que en lo material forman un pueblo, se hallaron a la vez acometidas de la facción que con el mayor estrépito entró por sus calles hasta colocarse en las dos plazas para impedir la salida de los vecinos, consiguiendo por este medio el fin que se propusieron, que era el que no se le pudiese dar noticia del acontecimiento al Comandante de la Columna que se hallaba en Pozoblanco, pues a pesar de que se intentó la salida por distintos puntos y en distintas ocasiones, no pudo verificarse. Posesionados los asesinos del pueblo en los términos dichos, llamaron a las autoridades, é imperiosamente les dieron orden para que inmediatamente habilitasen cuatrocientas raciones de pan, queso, vino y cebada, como también, el que se presentasen en la plaza todos los caballos, armas y monturas. En este estado tuvo noticia un buen patriota, la que comunicó con todo sigilo, que co la Villa de Santa Eufemia, distante tres leguas de estas, se hallaba la Celturnia al mando del Capitán Don Joaquín Fitor del 2º de Ligeros, compuesta de 4 caballos y 30 infantes, que debiendo haber salido de dicha Villa á las cuatro de la mañana a recibir la conducta de Almadén que se hallaba en Pozoblanco, debía llegar tí ceta /o mas tarde a las siete y media. En tan críticas circunstancias los buenos no dudamos un momento, que lo que acomodaba hacer era dilatar la reunión de raciones, presentador de caballos y demás, con el fin de dar tiempo a que llegase dicha Celturnia; mas fue tanta la dilación con respecto a la prisa que tenían los malvados, que ellos mismos principiaron a extraerlos de las casas de sus (leerlos, amenazándoles con la muerte. No contentos aun con practicar con lentitud cuanto mandaban, se dispuso que un Urbano que conocía al cabecilla Monzón desde el año de 1823, cuando estuvo preso por ladrón y asesino en Pozoblanco, el que a este y a el titulado coronel Lastra los convidase a su casa a tomar el desayuno: lo consiguió en efecto a fuerza de ruegos, y marcharon a pie, dejándose los caballos en la plaza en donde estaban unos 30 de la facción. Llegó en fin el término deseado de las siete y media, hora dichosa y memorable en que se presentaron ocho Lanceros guiados por un patriota, que liallendose fuera de la población, había ido a darle aviso al referido capitán D. Joaquín 'ritos: aquel los puso á tiro de fusil sin que fuesen vistos per los : centinelas, dirigiéndose la den las tropa á situarse por donde probablemente debian retirarse; el resultado fue, que habiendo acometido con ei valor y entusiasmo que distingue a los leales , los Ocho LiliZerOS dichos á 70 facciosos , huyeron estos llenos de terror y espanto sin tirar ni un solo tiro, pues nadie puede figurarse el miedo que les causan las lanzas, sino el que lo vé; al tiempo de suceder esto, y cuando ya los Urbanos se hallaban los mas con las armas en las manos persiguiéndolos, venían los dos cabecillas de tomar su desayuno, llenos de pavor, con dirección a la plaza a reunirse con los que allí estaban, hallándose ya muy próximos les disparó un tiro desde su casa el Urbano de caballería D. Mateo Fernández, hirió a ambos, habiéndolo sido gravemente el Lastra. Con un lance tan inesperado por ellos, ya no sabían por donde huir, y hechos unos miserables, entraron en la última casa del pueblo, suplicando los ocultasen, les hicieron en efecto este favor para hacérselo mayor a la patria, poniendo á el Lastra en el doblado y al Rubio en un arca; al momento fueron sabedores los Urbanos no de la situación en que se hallaban, sino de su entrada en referida casa; cercaron esta, á la que corrió con la velocidad del rayo e1 Comandante de armas D. Antonio de la Concha, a cuyo tiempo se presentó el intrépido y valiente lancero Casimiro Torres, destines de haber acometido él solo á 30 rebeldes que se hallaban en la plaza y haber muerto dos de ellos, no habiéndolo podido hacer con los demás porque desaparecieron como el humo; se desmontó y fue el primero que entró en la casa, siguiendo su ejemplo los Urbanos, é hirió mortalmente al Rubio, bajando en seguida del doblado a el Lastra, al que pusieron en la cárcel con cuatro de la gavilla que habían sido hechos prisioneros en las mismas calles por los Urbanos, excepto el primero, que fue preso en la misma plaza por el Secretario de Ayuntamiento D. Manuel Nemesio de la Concha; a todos se les trató cristianamente (cosa que no hubieran ellos hecho): testigo de esta verdad lo acaecido en la Garganta, suministrando les todos los auxilios espirituales por los tres Curas de estas dos Villas á aquellos que se hallaban en disposición de recibirlos; el resultado de tan heroica acción ha sido de 18 muertos, inclusos los dos cabecillas Lastra y Monzón; seis prisioneros, trece caballos, armas, mantas y otros enseres, despreciaMes. Esto es, ni más ni menos sin faltar a la verdad ni en una coma lo que ha ocurrido; si alguno dijese lo contrario, que se presente, pues estoy pronto a probarlo documentalmente.

Referencias

  1. BOP, 10 de julio de 1835, en la web del BOP.

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