Villafranca (Rincones de Córdoba con encanto)
Los pueblos
Rincones de Córdoba con encanto
Francisco Solano Márquez (2003) [1]
Villafranca / La calle Alcolea engarza las bellezas
Se extiende Villafranca a los pies de la sierra, arrullada por las aguas serenas del cercano Guadalquivir. El viejo puente de Hierro ya es una reliquia que se puede contemplar, casi tocar, desde el puente nuevo de los Remedios, así bautizado en honor de la patrona.
A las afueras del pueblo, hacia levante, tiene su casa la Virgen de los Remedios, una imagen tallada por Martínez Cerrillo que sustituyó a la primitiva, perdida en la guerra. Su pequeño tamaño, realzado por un plateado resplandor, contrasta con la hermosura arquitectónica de su santuario, un aislado y esbelto templo barroco reedificado entre 1701 y 1731 con donativos de los vecinos.
Rafaela Moreno, que lleva cerca de cuarenta años como santera, es fiel testigo de la devoción popular que despierta la patrona; ahora en verano abre la iglesia de siete de la mañana a once de la noche, y no cesa el goteo de devotos que vienen a rezarle a su Virgen y pedirle favores, la mayoría, a pie, a través del ameno paseo flanqueado por cipreses y adelfas.
Tras el preludio de la bella torre de San Miguel, perteneciente a la antigua iglesia del mismo nombre, que se alza junto al cuartel de la Guardia Civil, los encantos de Villafranca se engarzan a lo largo de la calle Alcolea, su arteria principal, recta y luminosa; todos en la acera de los pares, que es la que el viajero tiene a su izquierda. Lo primero que llama la atención son las antiguas carnicerías, un edificio del siglo XVII transformado en biblioteca municipal, al que le da carácter el escudo de los Fernández de Córdoba labrado en piedra que ostenta en la fachada. Si coincide con el horario de apertura puede el viajero asomarse al interior para contemplar la gruesa columna que sustenta las bóvedas de arista. Junto a la biblioteca, al inicio de la calle Carnicería, pervive restaurado un arco dieciochesco de ladrillo; en mitad del largo pasadizo se abre un nicho con una pequeña imagen de San José. Y junto al arco se conserva el antiguo pósito, transformado en mesón.
Más adelante, el Ayuntamiento nuevo, de 1985, conserva la vieja torre del Reloj, un prisma de ladrillo cuyo primer cuerpo data de finales del siglo XVI, al que ya en época barroca se le añadió al cuerpo del reloj. Sus sonoras y cadenciosas campanadas marcan la vida del pueblo, y alborotan a las palomas que habitan en el mirador superior.
En vecindad con la casa consistorial se alza la parroquia de Santa Marina de Aguas Santas, templo de finales del XVII reformado un siglo más tarde, cuya barroca portada de piedra destaca nítidamente sobre la cal. Se retranquea el edificio respecto a la línea de fachada, lo que le permite el grato preludio de un jardincillo protegido por verja de hierro, amenizado por palmeras, yucas y flores del tiempo. Como acatando la supremacía arquitectónica del vecino torreón, el campanario surge, sumiso, a la derecha de la fachada. El buen párroco Tomás Pérez mantiene hecho un primor el templo, de tres blancas naves, cuyo barroco retablo mayor, una curiosidad, procede de la parroquia cordobesa de San Francisco.
En la fachada, un mural de azulejo pregona que la Virgen de los Remedios fue coronada canónicamente el 7 de septiembre de 1986, y que seis años más tarde fue nombrada alcaldesa perpetua, lo que le otorga el derecho a ostentar el bastón de mando.
Junto a la iglesia se abre una recoleta placita sombreada por árboles y dedicada a Apolinar Rodríguez, un apreciado médico, que la gente conoce por “el Jardincito”. Penetra en ella la hexagonal capilla parroquial del Sagrario. Al fondo abren el mercado público, de 1929, y el consultorio médico, que originan un constante ajetreo matinal.
En contraste con el blanco dominante de las fachadas llama la atención la antigua residencia de los mayordomos de la casa ducal de Medinaceli –a cuya jurisdicción señorial estuvo vinculada la población–, edificio del siglo XVIII revestido de fuertes colores, rojo almagra y amarillo oro viejo. No pase el viajero de largo sin observar los artísticos llamadores de la casa.
Conviene torcer ahora por Canalejas para engarzar, finalmente, en este itinerario de encantos, el restaurado triunfo a San Rafael erigido en 1782 “a espensas de la deboción de los caballeros don Joseph i dn Joachin de Abilés”, y la fuente de los Dos Caños, viejo abrevadero conservado al inicio de la calle Ramón y Cajal, con el hermoso fondo de una casa señorial bien conservada, que emula en sus colores la de Medinaceli. Diseminadas por el casco antiguo menudean en Villafranca las casas de nobles portadas adinteladas, en las que la rojiza piedra molinaza anticipa lo que será ya constante hasta Villa del Río.
Referencia
- ↑ MÁRQUEZ, F.S.. Rincones de Córdoba con encanto. 2003. Diario Córdoba
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