Arroyo Pedroche
El arroyo Pedroche o Pedroches tiene unos 12 kilómetros de extensión de los cuales los últimos 1.800 metros se encuentran conducidos bajo tierra. Arroyo que con el paso del tiempo ha mermado considerablemente su caudal, actualmente sólo puede contemplarse algo más caudaloso en época de otoño e invierno.Este arroyo fue uno de los que facilitaron el agua a Corduba, construyéndose el acueducto Aqua Nova Domitiana Augusta, construido entre los años 81 y 96 dc.
En estos 12 kilómetros, el Arroyo es cruzado por dos puentes: el Puente romano del arroyo Pedroche y el Puente de Hierro. El arroyo Pedroche fue vivienda para muchas familias a lo largo de los siglos, siendo todavía utilizado por parte de personas sin recursos.
Arroyo Pedroches[1]
Obejo, pasado el parque forestal de Icona, a la derecha arranca un camino particular donde en tiempos, hubo una piedra en la que se podía leer: "Aquí nace el río Pedroches". Es, a mi parecer, el más importante de los arroyos de Córdoba. Nace en Torre-Árboles y recoge toda la vertiente sur de dicho cerro. Valdegrillo es un barranco quebradísimo, de jaras, lentiscos, jaguarzos y coscojas al fondo del cual, junto a unas lanchas, al pie de unos álamos hay una alcubilla muy deteriorada. En este lugar nace el arroyo de Pedroches. Delante la hermosa mole de Torre-Árboles que declina hacia poniente, por donde muy tímido pasa el regato, aún niño, dando curvas en un paraje bello y agreste. Cantan unos chamarices en las retamas, mientras el viento solivianta las crestas de las encinas que dan vistosidad al paisaje con su mezcla de grises y amarillos recientes de sus amentos colgantes. Baja su dificultad el joven arroyo falto de caudal que, aguas abajo, le aportarán las barrancas y laderas de los Villares Bajos, lugar donde el piorno ofrenda el oro nuevo de su redonda cúpula; la ruda nos ofende con el olor fétido de su follaje y hay mucho jaguarzo y jaricepa. El lecho se va haciendo muy pedregoso y difícil.
ubicación del arroyo Pedroche |
Llegamos al Salmerón que dejamos a la izquierda, y por la Huerta de Cabras nos salió el dueño al encuentro, con una escopeta de dos cañones, azuzándonos los perros, aduciendo "muy correctamente" que habíamos invadido su propiedad. Debió tratarse de un pobre loco, Dios lo haya perdonado. Ibamos Jose, María Luz Escuín y sus hijas a más de otros amigos de ellos. En las Fajardas, los últimos incendios forestales han dejado la huella triste de su paso. Hay encinas enteras en el suelo hechas un círculo de ceniza. Es sobrecogedora la visión del monte, sólo palos negros de lozanas retamas, jaras y lentiscos. En el mismo cauce hay una casilla con emparrado y un pequeño huerto en abandono. En el monte de la derecha la llamada Mesa Blanca o del Sol. Es una extensa meseta donde abunda el algarrobo, la encina y algunas higueras junto a una cueva de caliza donde el agua se filtra corroyendo la piedra, y en la ladera opuesta de la meseta, otra gran gruta que se conoce como de las Cabras. Al pie de ésta, el Pedroches recibe la donación de otros dos arroyos: el Barrionuevo y el de la Ventilla donde el lecho es de roca muy quebrada, formando muy bellas cataratas y remansos que hacen difícil el paso.
Llega el arroyo ahora por feudos del Orive, allí arranca un camino de herradura que sube hasta la casa de guardería que fue molino aceitero. Allí están, todavía, las grandes piedras y torvas entre otros despojos del tiempo: unas viejas cantareras, cocina y los viejos habitáculos dando fe de antigua vida campesina. Junto al arroyo un pozo y unas pilas de lavar.
Aquí el cauce se abre entre adelfas y junqueras y hay unos hermosos eucaliptos muy cargados de años. Algo más abajo, a la derecha, existe un manantial conocido como de los Mártires. Un milano vuela bajo la mañana. Y llegamos con el arroyo a tierras de la Trinidad regando su huerta de higueras, pereros y membrilleros donde recibe el derrame de una alberca cuya fuente se haya en una pequeña gruta de la ladera del cerro. Aquí la ribera se hermosea de álamos y chopos que la acompañan largo trecho, y en la puerta de la finca cruza un vistoso puente de arco único de ladrillo en sardinel que sombrea una higuera ubérrima. Sigue el arroyo cauce abajo dando agua a unos pequeños huertos furtivos que enriquecen sus márgenes con el verdor gozoso de las hortalizas.
En el lugar conocido como Puente de Hierro, recibe por su derecha las aguas del Santo Domingo y de la Palomera y pasado el puente roza la huerta de don Marcos donde pasaba temporadas de convalecencia nuestro don Luis de Góngora y Argote, y según el poeta Ricardo Molina aquí debió nacer su insigne obra Polifemo y Galatea. A decir de este inolvidable poeta, aquel "prado frondoso por donde cruza un riachuelo" no es otro que la propia huerta y este arroyo el mencionado de Pedroches. Como a un kilómetro aguas arriba existe una cueva que sería según esta versión la del propio gigante. Seguimos el curso de las aguas con fresnos, cabrahigos y majoletos que, en marzo, lo visten de cal purísima y lo aroman con el desmayo de su flor caediza. Aquí, este arroyo, recibe agua que se escapa de una laguna que se forma con las lluvias en la Mesa de la Marquesa, y de un manantial que se renueva cada año junto a unas cuevas de esta finca. Vamos de paso por tierras que fueron del cortijo el Majano, desaparecido al empuje de la industria del cemento. Aquí había una fuente con pilar de piedra, que yace enterrada bajo los escombros de la cantera, pero que las lluvias hacen aparecer como recuerdo de los años idos.
Más abajo cruzaban las vagonetas colgantes, llevando el material hasta la fábrica, lo que hoy hace una cinta transportadora que derrama gran cantidad de vertido en el arroyo y lo empuerca, lo que denunció a la Agencia de Medio Ambiente. Hubo un cortijo junto al viejo puente; y aún se conserva el manantial conocido como Sombrero del Rey que no ha llegado nunca a agotarse, ni en verano. Aquí hubo una venta llamada de Pedroches con sala nocturna de recreo. Algo más abajo, hay un puente romano ya restaurado por donde discurría la Cañada Real Soriana.
Está este puente junto al cortijo Molino de los Ciegos. Aquí el arroyo se pierde embovedado pero en tiempos no muy lejanos hacía linde a las huertas de Miraflores, la Palma y San José. Cruzaba la antigua carretera de Madrid y por las de la Sardina, Porras, Hacienda de San Eduardo, la Cruz, el Carmen y Paparata iba hacia el Moredal donde entre cañas se unía con el de las Piedras o San Cristobal.
Aquí se les conocía como de la Fuensanta, que por el puentecillo de Santa Matilde buscaba el Guadalquivir por los Peñones de San Julián. Pero todo esto es ya patrimonio de la memoria. Francisco Carrasco.
Referencias
- ↑ Carrasco Heredia, Francisco. Arroyos de Córdoba. Ateneo de Córdoba. 1998
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