Asociación Obrera "La Caridad"
La Asociación Obrera "Caridad sin límites" o "La Caridad", Asociación de Obreros fue una asociación promovida por el Conde de Torres-Cabrera y creada en el año 1894. Ya en julio de ese mismo año, convocan una reunión a la que acuden 300 obreros en el Teatro-Circo, publicándose en el Diario de Córdoba en septiembre de ese año, el reglamento[1]. Su secretario era Rafael Romero Barros.
En octubre del año 1894 propone al Círculo de Labradores la búsqueda de soluciones conjuntas con el objeto de crear armónicos medios que lograrsen dar cumplida satisfacción al capital y al trabajo, que es el fin a que todos aspiramos y el único a que debemos aspirar para resolver toda cuestión social[2]
En el año 1895 contaba con 3.000 socios, sin embargo, se hacía difícil el cobro.
En el año 1906, el propio fundador propone su integración de facto en el Sindicato gremial cordobés de patronos y obreros y se conoce que en el año 1910, el Ayuntamiento paralizó sus aportaciones[3]
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Artículo de Rafael Romero Barros [4]
Nada más noble, más moral y más benéfico; nada que mejor concierte una aspiración sublime con la doctrina evangélica nada que mejor pueda excitar la piedad y el interés de las alma-, generosas, como la Asociación que lleva inscrito en su bandera «Caridad sin límites». Unir con fraternales vínculos las clases jornaleras con las acomodadas, suavizando las asperezas y enojos que á entrambas las separa, inculcarles el respeto, el afecto, la unión y la concordia que deben de existir entre patronos y óbrelos; regenerar á es* tos y moralizarlos, apartándolos del vicio y del influjo pernicioso que' merced á su ignorancia pudieran ejercer en ellas anárquicas, teorías, llevándolos al crimen y acreciendo sus desgracias; iniciarlos en las sanas prácticas y en el ahorro, proporcionándoles con su propio esfuerzo albergue independiente y sano, aminorar sns cuitas, enjugar sas lágrimas y desterrar por último de sus hogares el hambre y la miseria, es la alta, cristiana y civilizadora idea, en cuyas aras rinde fervoroso cariño dicha Sociedad benéfica, la que, para poder realizar aquella, mucho tiempo bá, que sin desdoro ni cansancio, estiende sus manos so plicantes pidiendo ana limosna á todos los hijos de Córdoba que en su caritativa empresa puedan ayudarla. ¡Y cosa extra fia! á pesar del largo espacio transcurrido, soló ha contestado á la demanda una muy pequeña parte, de la que era de esperar de los compasivos sentimientos, que siempre han distinguido á está ciudad noble y magnánima. Y no porque obedezca este imprevisto resultado á que la Asociación, en su impaciente anhelo de dar forma ea determinado plazo á su piadosa idea, haya tratado de obligar con su demanda la acción caritativa y voluntaria, ni menos de exigir costosos sacrificios á esta ciudad débil y abatida en virtud de la honda crisis que atraviesa, no: muy lejos de e.so.la Asociación, al pedir su ayuda, al excitar la caridad no desmentida de este pueblo, siempre hidalgo y generoso, y mas cuando á practicar el bien se le estimula, ni se ha impuesto á los donantes ni les pide por su clase la cuantidad de la dádiva, y por tanto, con la misma gratitud y el mismo júbilo recibe un donativo, sea cual fuese su cuantía, del opulento banquero ó del magnate, que del pobre menestral ó del bracero, porque todas las dádivas unidas habrán de coadyuvar á establecer sólidamente aquella Institución grandiosa que no solo podría llevar el consuelo y la alegría á las clases desvalidas, sino que, tiene ya iniciado en su naciente organismo, el jodiciado medio de asociar y unir con duraderos lazos, en las amplias esferas de la industria y de las artes mecánicas, el capital y el trabajo, y de resolver con feliz éxito el problema social qne preocupa á todas las nuevas sociedades y cuya incógnita pudiera despejar mny fácilmente aquella Asociación benéfica, por estar inspirada en los sabios coDsejosque para conjurar los grandes males qne amenazan á todas las naciones, dictó á estas, con admirable acierto el Pontífice Supremo, á quien el mundo admira por su ciencia y sus virtudes, el venerable anciano Padre de los fieles, cuya frente ilumina la aureola de los santos. Dados estos favorables precedentes, y no debiendo ser ya desconocidas las tendencias bienhechoras, ni el alto fin á que la sociedad procura enderezar sus pasos, ¿porqué la indiferencia, el retraimiento que se observa en casi todos los que pueden merced á un leve esfuerzo concurrir á practicar un acto humanitario precursor de tantos bienes? ¿Porqué no todos los que forman las clases influyentes y las acomodadas y aún los obreros mismos que fueron invitados permanecen vacilantes, en espectativa y como recelosos de acudir al llamamiento? ¿porqué todos solícitos no acuden á elaborar los cimientos que han de sustentar los muros de tan gran edificio? ¿Es que dudan de que éste por su alteza y magnitud pueda llegar á construirse? Pues desechen su inacción y pongan todos sus manos en la obra, y esta, en breve se erguirá fuerte y expléndida, acogiendo en su recinto al desvalido, y ostentando en su portada con brillantes caracteres el título piadoso de «Caridad sin límites». ¿Es por ventura que la caridad del pueblo cordobés há se extinguido al maléfico influjo de la tenaz dolencia que la aniquila y enerva, como ha dicho en un arranque de amor patrio un popular y distinguido escritor muy amado amigo nuestro?[5]. Así pudiera creerse á juzgar por apariencias, si esta digna ciudad no llevara consignado en limpia y muy honrosa ejecutoria, que tiene en sí encarnada aquella virtud sublime, que siempre ha practicado heroicamente en mil y mil azarosas circunstancias. ¿Será, pues, que en esta edad en que vivimos, falta de creencias religiosas, escéptica, positivista, en la que la duda impera y la virtud se desprecia ó desconoce; que en esta edad de actividad febril, ávida de innovaciones, en la que, la tradición se rompe y se desdeñan como inútiles y rancias todas las maravillas que la fé y la cultura produjeron en los pasados tiempos, todo cambia, todo se transforma en más largo ó breve plazo, y qué por esto, los pueblos de virtudes más acrisoladas, degeneren combatidos sin cesar por tan contrarias influencias? No estamos dispuestos á creerlo, aún cuando el desequilibrio, el desconcierto que en el esquema social produce el rumbo anormal é inusitado que siguen las ideas, impelidas por los glaciales vientos del esceptisismo, indubitalblemente van gastando en la sociedad moderna y en nuestra Córdoba misma, las más nobles tendencias, dejando el campo libre á las bastardas pasiones, que sin lucha y sin violencia en él se enseñorean, y al influjo de éstas la fé, la moral y la virtud se eclipsan,» la caridad solo aparece torpemente reemplazada por la vana ostentacióny la soberbia. Y no por revelar estas verdades, arrojando el antifaz del finjimiento, se nos debe tildar de pesimistas; que no somos de los espíritus fuertes que aseguran, como el amor paro y casto, la honradez, la virtud y la caridad verdadera entre los hombres no existen: bien sabernos qne en nuestra querida ciudad, y en medio del ambiente emponzoñado que aspiramos, alientan seres; dignos, desprendidos, generosos y dotados de tan bellas cualidades, sin hacer de ellas alarde, que ante la desgracia se conmueven y acuden á remediarla sin medir el sacrificio que se imponen, sin aspirar al aplauso, ni esperar más recompensa que la inefable dicha en que sus almas se inundan, al practicar el bien por el bien mismo, ejerciendo la caridad silenciosa, recatada, que hoye del ruido y se nutre y vivifica en el misterio; la que exalta á las almas generosas, la que dicta el canon evangélico, la que brota del alma como flor purísima cuyo aroma sube al cielo en alas de la fé y del sentimiento: pero también sabemos de otra, por desgracia, más en uso, que encubierta con el explendente manto de aquella, cuyo santo nombre usurpa, aparece ocultando el repugnante esqueleto de una falsa caridad, engendro del orgullo y la soberbia, y de la vanidad qne bulle, que se agita, que se exhibe y mauifiesta revestida de oropeles, mintien do nna piedad que desconoce y cuyos vanos alardes, que debieran acogerse con silbidos, se toleran, se publican y aplauden en la misma sociedad á quien engañan por debilidad, adulación ó miedo. Mas no es este mal, aunque existente en Córdoba, como en todas las modernas sociedades; la causa verdadera que origina la actitud vacilante en que la. hallamos al tratarse de una empresa que á su término llevada tanto pudiera engrandecer la, no: porque ahondan en ella corazones generosos, y las malas pasiones en gran número no pueden en su suelo aclimatarse: el grave mal, que por desgracia, desde larga fecha aqueja á esta. ciudad desventurada, y la posterga á las demás ciudades andaluzas, es su indolencia inesplicable, el letargo profundo en que aparece de continuo sumergida. Su inacción, á merced de la cual deja agostarse los gérmenes preciosos y fecun dos que atesora; la indiferencia que muestra en todas sus empresas, y la frialdad conqoe indistintamente acoge todo lo que puede redundar en su- provecho ó perjuicio, constituyen ese mal á que aludimos, porque á éste y sólo á este debe su po breza, las desgracias que lamenta, el des concierto en que vive y el atraso moral, en que se halla, dado el paso lento y perezoso couque marcha por la senda del progreso. Córdoba parece dominada por ese estupor que invade á todos los pueblos de agitada historia, y que como ella han sufrido grandes transformaciones é infortunios. Apegada á sus gloriosas tradiciones las invoca, enaltece y enumera con orgullo, como el viejo soldado que al calor del hogar refiere á sus oyentes los lauros que obtuvo en sus campañas; más el amor respetuoso que Córdoba profesa á su pasado, ni la obliga ni estimula á reverdecer sus laureles ufana y satisfecha vive entre viejos monumentos que proclaman la cultura que alcanzó en su edad florida, y sin embargo, vé impasible que la mano del hombre, mutila ó despedaza aquellas expléndidas ruinas, que fueron respetadas por la segar demoledora de los siglos. En vano es que la prensa, vigilante defensora del buen nombre y de los fueros de su amada ciudad, dando tregua á sus rencillas, deje oir sus acentos, enérgicos á veces, á veces persuasivos y amorosos, tratando de excitarla á que contenga la alármente proporción que en el orden político y social van adquiriendo los abusos y las malas pasiones por su negligencia; en vano que otros ecos no menos cariñosos y vibrantes, evocándole el recuerdo de sus más prósperos tiempos y el deber que la obliga á restaurarlos, se aunenpara desportar de su letargo á la anciana venerable, que en su edad juvenil apellidada la perla dé Al andálus: pues la joven romana qus vistió toga pretexta, la hermosa favorita de An Nussir, la odalisca convertida que supo cautivar con sus encantos á su nuevo señor el austero monarca castellano, no ha de oirlas: perdidas ya su gloria y su belleza, su actividad y energía; decrépita, agobiada bajo el peso de los años y de sus grandes desdichas, yace triste, abatida, insensible á todo estímulo, y sin alientos para salir del marasmo tenaz que la domina. Solo en los momentos críticos de prueba, cuando siente en sí el sacudimiento vigoroso que producen las grandes ; calamidades ó los aterradores conflictos, sale de su abatimiento. Si la invaden el hambre ó la epidemia, entonces parece que recobra nueva vida, y con ésta sos perdidas energías, y grande activa y generosa, como en sus buenos días, digna y caritativa, acude diligente á socorrer al desvalido, á dar salud á los enfermos y consuelo á los que sufren: y si la religión peligra, recuerda que es católica y creyente, las luchas que estuvo en defensa de la fé, y rechaza con viril fiereza las étnicas teorías que traten de arraigar eu este suelo rega do con la sangre de Eulogio y de Leocricia. Pero esta reacción es momentánea, que al acabar de sa obra, desfallecida y débil torna á postrarse, porque aqaella actividad y aquellas enerjías que desplegara, agotadas en tau inusitado esfuerzo, comienzan á extinguirse, como an eco se extingue lentameute en el espacio. Y las causas tristes pero verdadera que originan este estado en que vemos á la más hermosa y grande de todas las ciudades andaluzas, hijas son del estado excepcional en que hoy se vive en todas las esferas y de las enconadas pugnas que entre sí sostienen lai pasiones qae cual la mala semilla, fecundada por bastardos egoísmos, brota, crece y se multiplica con pasmosa rapidez en el cerebro social, malogrando lastimosamente en este pueblo digno de mayor fortuna, todas las aspiraciones, todas las nobles tendencias qae, como la Asociación benéfica de que tratamos pudieran enaltecerlo. Dudas, suposiciones qne pudieran llamarse calumniosas á no ser motivadas por susceptibilidades pueriles y desconfianzas fáciles de esclarecer, han también contribuido á detener la marcha de aqaella Asociación altamente humanitaria, cuya santa y civilizadora idea, limpia y trasparente á la vista de todos, por sí misma se sublima ante la Suprema Mirada del Altísimo, al tratar como trata, según dejamos dicho, de borrar del gran libro de la familia hamana, los antagonismos, los rencores, los agravios, que el odio y la maldad sostienen y los siniestros proyectos de exterminio y de venganza, reanimando en Jos corazones, el amor fraternal qae en ellos vi ve oculto, encubierto por aquellos vicios, y anhelando ver caer arrepentidos, al hermano en brazos, del hermano. Idea santa y civilizadora repetimos, que atenta al sacrosanto dogma, invita noblemente á todos los que sientan en bus almas, el vivificador impulso de la piedad y de la unción cristiana, á discurrir por el vergel teológico, para practicar dentro de este, una dé las más hermosas y grandes virtudes, de las que á' todos los fieles dicta el sagrado texto bíblico; y que en su gloriosa enseña, lleva escrito en letras de oro, fe, caridad y amor al prójimo. Estos y otros obstáculos qae por no ser más extensos omitimos, viénense también oponiendo al desenvolvimiento de esta Institución, que hoy contempla con pesar al go lejano él anhelado término en pos del cual camina; largo tiempo há que lacha sin descanso por vencer á aquellos, sin rendirse á la fatiga ni entregarse al desaliento: próximo ya el dia en que habrá de decidirse, ó sa constitución definitiva, para entrar á ejercer su misión humanitaria, ó su disolución por faltarle el auxilio que esperaba, ha vuelto á dirigir por vez postrera su voz persuasiva y suplicante á todas las personas generosas pidiéndoles su apoyo, para evitar que fracase empresa tan benéfica y transcendental con mengoa y desprestigio del buen nombre de Córdoba. ¿Se perderá su voz en él vacío? En realidad, no lo esperamos: quiera Dios que despertando á sus humanitarios ecos, los nobles sentimientos que atesora este catóíico pueblo, acudan todos á medida de sos fuerzas á cultivar el árbol santo de la candad, para que, nutrido éste de fecundante savia, crezca lozano, se eleve y extienda sus frondosas ramas, y acoja en su sombra protectora á todos los honrados hijos del trabajo.
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referencias
- ↑ Diario de Córdoba de comercio, industria, administración, noticias y avisos: Año XLV Número 12820 - 05 Septiembre 1894
- ↑ Diario de Córdoba de comercio, industria, administración, noticias y avisos: Año XLV Número 12849 - 1894 octubre 13
- ↑ Diario de Córdoba de comercio, industria, administración, noticias y avisos: Año LXI Número 18530 - 1910 noviembre 18
- ↑ Diario de Córdoba de comercio, industria, administración, noticias y avisos: Año XLVI Número 12936 - 1895 enero 9
- ↑ Don Emilio López Domínguez
Principales editores del artículo
- Aromeo (Discusión |contribuciones) [9]