Calle Agustín Moreno (Rincones de Córdoba con encanto)

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1. La capital
Rincones de Córdoba con encanto
Francisco Solano Márquez (2003)
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Calle Agustín Moreno / Alrededor de Santiago

El entorno de la iglesia de Santiago, en la antigua calle del Sol, ofrece una sucesión de detalles que cautivan al viajero observador. Como en otros muchos espacios con encanto hay que abstraerse del tráfico que baja desde el Campo Madre de Dios para que no enturbie las sensaciones.

La fachada de Santiago que mira a la calle Agustín Moreno no revela la presencia de un templo fernandino construido en los siglos XIII y XIV sobre una mezquita árabe, pues lo que se contempla es un austero pórtico de principios del XIX formado por tres arcos de medio punto y, junto a él, se eleva una insulsa torre rematada por espadaña dieciochesca. Para descubrir el genuino rostro de la iglesia hay que asomarse a la angosta calle del Viento, oficialmente dedicada a Ronquillo Briceño –el corregidor que emprendió la construcción de la Corredera–, y apreciar la fachada medieval, mejor si es por la tarde, en que el sol transmite un áureo resplandor a la piedra. Aquí se abre la portada de los pies, un arco apuntado rodeado de arquivoltas, y sobre él, un gran rosetón formado por arquillos de herradura entrelazados, que la angostura de la calle impide contemplar adecuadamente.

Aunque las reformas emprendidas en los siglos XVIII y XIX enmascararon el aspecto medieval del templo, hay dos detalles en el interior que el viajero debe apreciar: los arquillos del primitivo alminar, recuperados en la base de la torre, y la capilla de la Encarnación, hermoseada con sus bóvedas góticas. Despierta devoción popular el Cristo de las Penas, crucificado anónimo del siglo XV. Un azulejo colocado en el atrio se refiere a la concesión a este templo de las mismas “indulgencias y gracias espirituales que goza la sacrosanta iglesia de San Juan de Letrán de Roma”, por bula obtenida en 1827 “a expensas de la Exma. Sra. Doña María del Carmen Aguayos y Condesa de Villaverde, con el piadoso fin de promover la particular devoción que dicha Sra. tiene al Ssmo. Cristo de las Penas”.

Enfrente de la iglesia, la calle Siete Revueltas, que zigzaguea al encuentro del barrio de San Pedro, enmarca el soberbio ciprés que escala el cielo desde el patio de la cercana Casa de las Campanas, rescatada por los Amigos de los Patios Cordobeses.

A poca distancia de la iglesia se extiende, en la misma acera, la plaza de Valdelasgranas, un cuadrilátero peatonal redimido por Vimcorsa del vulgar abandono. Una farola fernandina de tres brazos se alza en el centro geométrico del pavimento, cuyo enchinado dibuja cuatro cuadrículas con desvaídas palmeras. En tres de los lados se alinean los bancos de hierro en alternancia con naranjos, mientras que en la vertiente de la calle las cadenas defienden el carácter peatonal de la plaza. Ocupa la vertiente frontal la austera fachada de la antigua casa de los Caballeros de Santiago, hoy colegio público del mismo nombre, que conserva en dos de sus patios vestigios mudéjares de finales del siglo XIV, como arcos lobulados y angrelados sobre pilares de ladrillo.

Otro lujo arquitectónico de la plaza se levanta al otro lado de la calle, y es el antiguo palacio de los Marqueses de Benamejí –un edificio del siglo XVIII cuya fachada fue renovada en 1874 por el arquitecto Luque y Lubián–, descrito por Pío Baroja en La feria de los discretos como palacio del marqués de Tavera en la ficción: “Cinco balcones salientes, encuadrados por una gruesa moldura, con sus hierros llenos de adornos y sus pomos de cobre, se abrían en la fachada de piedra amarilla y porosa. En el balcón central, de más vuelo, se erguían a un lado y a otro dos pilastras con un tímpano encima, en medio del cual campeaba un escudo medio borrado; en la balaustrada, los hierros, ya carcomidos, se retorcían en complicados dibujos. En la planta baja, cuatro grandes rejas rasgaban las espesas paredes del caserón, y en medio se abría la gran puerta, cerrada por un portón macizo, claveteado y con un ventanal de cristales en lo alto, en forma de abanico”.

En lo esencial, la descripción de Baroja permanece vigente, salvo el número de balcones y ventanas, que la ampliación del edificio llevada a cabo en los años setenta para adaptarlo a nueva Escuela de Artes y Oficios, amplió por la derecha, reproduciendo la fachada original. En el interior, cautivan sus dos patios, que no han perdido el antiguo aire señorial.

El hastial y la espadaña de la antigua iglesia conventual de Madre de Dios cierra, al fondo, el paisaje urbano de la calle, que se despide con un jardín y una fuente barroca de piedra en el lugar donde que se alzó la antigua Puerta de Baeza.



Referencia

  1. MÁRQUEZ, F.S.. Rincones de Córdoba con encanto. 2003. Diario Córdoba

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