Calle Ambrosio de Morales (Rincones de Córdoba con encanto)

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1. La capital
Rincones de Córdoba con encanto
Francisco Solano Márquez (2003)
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Calle Ambrosio de Morales / Un eje cultural

La calle Ambrosio de Morales y sus aledañas enhebran en su trazado varios edificios de vocación o dedicación cultural, y eso le otorga un indudable interés. En el libro colectivo El Convento de Dominicas del Corpus Christi de Córdoba, el recordado geógrafo Francisco García Verdugo estudia esta calle y su entorno durante la contemporaneidad, proporcionando numerosos datos acerca de edificios y vecinos.

El eje cultural se inicia con la casa número 9, desde 1976 sede de la Real Academia de Córdoba. “Nuestra Academia nació en 1810, en plena ocupación francesa, en el seno de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, entidad cultural que representaba el movimiento científico y literario de la época, y fue obra de un canónigo penitencial, don Manuel María de Arjona”, resumía don Rafael Castejón el origen de la institución cuando era su director.

Frente a la Academia desemboca la angosta y umbría calle del Reloj, que viene de la Compañía, y paralela a ella surge poco más abajo la de Pompeyos, romano topónimo, que aporta el Archivo Histórico Provincial a esta concentración de centros culturales. Un triste solar, por el que hay que pasar de largo en un recuento de encantos, señala el lamentable derribo de la casa solariega de la Condesa de Conde Salazar, que se asomaba a la Ajerquía a través de una hermosa logia de arcos renacentistas a modo de mirador.

El edificio más emblemático del trayecto es el antiguo convento del Corpus Christi, establecido en 1609 y abandonado por las monjas dominicas descalzas en 1992, que tras una sabia restauración –obra póstuma del preclaro arquitecto Rafael de la Hoz – acoge la fundación de jóvenes creadores. “En este convento, donde durante siglos se levantó la reflexión y el amor más espiritual –afirmaba su promotor, el escritor Antonio Gala–, se instalarán las ansias, los deseos, los proyectos, el temblor y la luz de jóvenes creadores que llevarán después, vayan donde vayan, el fértil recuerdo de su estancia”. Por eso el lema de la casa es un versículo del Cantar de los cantares, “Ponme por sello sobre tu corazón”. En el muro encalado, abre a la calle la portada del siglo XVII, formada por un arco de medio punto flanqueado por pilastras, y coronado por frontón triangular. Tras ella pervive el recoleto compás, con un pórtico de tres arcos escarzanos que cobija la entrada a la antigua iglesia, hoy salón de actos, que con el hermoso patio claustrado confiere monumentalidad al conjunto. El valioso patrimonio artístico del antiguo convento fue trasladado al nuevo cenobio, erigido a la protectora sombra de la facultad de Medicina.

Enfrente del antiguo Corpus se halla el recuperado edificio que Cultura denomina Teatro Principal. El edificio, proyectado por Amadeo Rodríguez, fue construido en el último tercio del siglo XIX sobre el solar de aquel teatro, arruinado por un incendio en 1892, y está muy vinculado al Real Centro Filarmónico Eduardo Lucena, que en él tuvo su sede desde 1930 y allí ha vuelto tras la remodelación, dirigida por el arquitecto Sanz Cabrera.

Al fondo de la angosta calleja dedicada al Marqués del Villar sorprende la barroca portada de una iglesia cuya composición de mármoles polícromos evoca el estilo del arquitecto lucentino Hurtado Izquierdo; llamará la atención del viajero su extemporánea presencia, cuando advierta que no hay detrás templo alguno, sino el Museo Arqueológico, que promovió su traslado desde Lucena tras la desaparición de la iglesia conventual de Santa Ana, a la que perteneció.

La calle Ambrosio de Morales termina con un ensanche por la derecha, para formar la plaza dedicada a Séneca, remodelada en 1966, cuya casa natal se sitúa en este entorno. Un muro de sillares salva el desnivel al tiempo que sirve de cabecera a una seca fuente, cuyo caño, si manase, se desplomaría sobre un colosal capitel corintio de época romana. “Corduba, phons sophiae”, proclama la inscripción labrada sobre la piedra. A la izquierda monta guardia un togado sobre sencillo pedestal, mientras apuestos cipreses ennoblecen la grata atmósfera de este rincón, que antes de la reforma le pareció a Ricardo Molina un “remanso rebosante de viejo sabor cordobés”. En contraste con la romanidad, completa el decorado una casa señorial barroca de principios del siglo XVII, en cuya fachada de ladrillo visto se abre la adintelada puerta sobre la que corre el balcón. Desde el zaguán, a través de la cancela, el viajero puede contemplar el patio porticado, en el que llamarán su atención los arcos de medio punto sobre columnas toscanas, pintados al estilo de la Mezquita.



Referencia

  1. MÁRQUEZ, F.S.. Rincones de Córdoba con encanto. 2003. Diario Córdoba

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