Convento de San Francisco de la Arruzafa
El Convento de San Francisco de la Arruzafa fue un convento franciscano fundado en 1414 sito en el paraje donde se asienta actualmente el Parador de la Arruzafa. Este convento fue abandonado con la desamortización en 1836.
Historia
Situado en el paraje donde albergó un palacio de Abderramán I, en el año 1417 Fernando de Rueda se une a los frailes observantes en el convento de la Arruzafa.
En el siglo XV, Don Pedro Tocino se une a la lista de personalidades relacionadas con el convento, tras su matrimonio con Fernando Ruiz y Catalina Rodríguez, quienes expresan en testamento su deseo de ser enterrados juntos en el convento. También en el siglo XV, Dña. Catalina López solicita en testamento ser enterrada en el convento. Durante el siglo XVI, el convento es visitado por diversos personajes relevantes. San Francisco Solano se desempeña como maestro de novicios del convento en 1581, mientras que el obispo D. Antonio de Pazos lo visita en 1583. Los Padres Cosme Muñoz, Mateo de la Fuente y Juan de Manosalvas también forman parte de esta lista de visitantes ilustres.
Ocupado durante la guerra de la Independencia por parte de las tropas francesas, en 1811 dos bandoleros, Fraile y Anucero fueron abatidos en el convento.
- En la sesión del 21 de abril en Cádiz, se aprobó el dictamen de la comisión encargada del proyecto de decreto para el restablecimiento y reforma de regulares. El Sr. Castillejo había propuesto anteriormente que se autorizara a los regulares observantes de la orden de San Francisco a poseer su convenio, conocido como la Casa-grande de Córdoba. Además, se propuso que, sin devolverles el convento de extramuros, llamado de la Arrizafa, se unieran los miembros pertenecientes a dicho convento en la Casa-grande cuando quedara desocupada de tropas y quintos. Todo esto se consideró como una medida provisional hasta que se tomaran decisiones definitivas al respecto.[1]
El ex convento de San Francisco de la Arrizafa[2]
A principios del siglo XV vivía en Córdoba un sujeto llamado don Fernando de Rueda, muy bien acomodado y enteramente dado a las prácticas piadosas, y casi alejado por completo de sus convecinos. Este hombre concibió el pensamiento de abrazar la vida solitaria, yendo primero por temporadas y quedándose después con los ermitaños, que como hemos dicho estaban en cuevas diseminados desde la Arrizafa hasta la Albaida. Ya unido con ellos proyectó realizar sus bienes, dedicando su producto a una obra la más aceptable a su entender para los ojos de Dios, decidiendo al fin fundar un convento observante de la orden de San Francisco, a cuyo efecto logró la competente bula de su santidad Benedicto XIII, en 31 de octubre de 1417, disponiendo el fundador que se estudiase en él, y quedando sólo con vicaría, la que permaneció hasta 1573, que en el capítulo general que se celebró en Sevilla en 21 de mayo fue ascendida a guardianía. También en 1523 cambiaron esta casa de observantes en recoletos. En cuanto el ya pobre ermitaño Fernando de Rueda se encontró desposeído de bienes y con el convento concluido tomó el hábito en él y profesó la regla de San Francisco, donde con gran austeridad pasó el resto de su vida. Algunos autores dicen que los señores de la Albaida dieron el sitio que ocupó el convento, y que de ahí procedía el ser sus patronos los Condes de Hornachuelos. Muchos son los religiosos de sabiduría y santidad que ha tenido este convento, sobresaliendo entre todos San Diego de Alcalá, que aquí tomó el hábito, y San Francisco Solano, que fue maestro de novicios. De ambos pueden verse las vidas en los diferentes Años Cristianos que hay impresos. También estuvo en este convento y llegó a guardián en él fray Antonio de Sayas, natural de Écija, que obtuvo la mitra de Lipara, dejando además en Italia gran fama de ciencia y santidad. Cuantos autores hablan de este convento dan crédito a un suceso que produjo gran asombro en los cordobeses. Decían que en 1523, siendo vicario fray Pedro Navarro, varón de extraordinarias virtudes, estando un día la comunidad en el coro, todos sus individuos fueron arrebatados en un éxtasis, del que no volvieron hasta las diez de la mañana, a cuya hora dijeron la misa conventual. Sin embargo, en La Crónica de la orden no vemos este caso. La cueva revestida de huesos humanos En el sitio donde la tradición decía haber vivido San Diego de Alcalá, y que aquellos religiosos unieron después al convento, echando la cerca más afuera, aún se conservan vestigios de una cueva, que llegamos a conocer completa, revestida de huesos humanos, viéndose multitud de cráneos, muchos de los que en nuestra última visita vimos rociados por el suelo. Diferentes versiones se hacen sobre el origen de esta cueva, todas más o menos inverosímiles. Unos aseguran fue hecha por aquel santo; otros que para reunir los huesos esparcidos de resultas de una gran batalla en aquel punto, y otras cosas por el estilo. De todos modos choca el ver tantos restos humanos reunidos en aquel lugar y el destino que les dieron. El autor de los Casos raros asegura haber oído decir que yendo unos cuantos jóvenes de broma una noche, apostaron a que ninguno era osado a ir a la cueva de los huesos y traerse uno de ellos. Varios ofrecían hacerlo, luego se arrepentían, y por último dos aceptaron el reto y se pusieron en marcha; mas a poco regresó uno de ellos arrepentido desde el camino, no ocurriendo lo mismo al otro que no apareció en toda la noche, infundiendo sospecha con su tardanza de haber sufrido algún percance. En esta duda esperaron la luz del día; fuéronle a buscar y lo encontraron muerto con un hueso en la mano y como si volviese con su apuesta ganada. Este acontecimiento se comentó mucho, interpretándolo como un castigo del cielo por haber profanado aquel santo lugar. 'De convento a Fonda' Este convento continuó en aumento durante siglos, y en el presente había disminuido la comunidad y sufrió dos exclaustraciones temporales, o sea cuando la invasión francesa y en la época de 1820 a 1823. En este tiempo, estando su iglesia sin culto, fueron varios jóvenes liberales un día de campo por aquellos alrededores, y entrando en la iglesia uno de ellos se subió al pulpito y estuvo figurando predicar un rato. Esto fue bastante para que al caer la Constitución se le formase una causa que duró algunos años, hasta que, mitigada aquella efervescencia, pudo arreglarse gracias a la amistad particular con alguno de los que intervinieron en el proceso. La última exclaustración comprendió a este convento, como a los demás, y después de algunos años de abandono fue vendido por la Hacienda, adquiriéndolo don Juan Rizzi, quien lo convirtió en fonda, dependiente de la que tenía en la ciudad, y con cuyo destino continúa, aunque varían los arrendatarios así como los propietarios, pues en pocos años hemos conocido tres. |
Referencias
- ↑ El redactor general: Número 707 - 1813 mayo 22
- ↑ RAMÍREZ DE ARELLANO, T. Paseos por Córdoba.El ex convento de San Francisco de la Arrizafa. Disponible en Internet. Accedido el 9 de octubre de 2011
Localización
Ubicación del convento de San Francisco de la Arruzafa |
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