Diego de León y Navarrete "I Conde de Belascoaín"
Diego de León | |
Primera lanza del Reino | |
Nacimiento: | 1807 Córdoba |
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Fallecimiento: | 15 de octubre 1841 Madrid |
Contexto histórico | |
Décadas: 1810 - 1820 - 1830 - 1840 |
Diego Antonio de León y Navarrete, conde de Belascoain (Córdoba, 1807 - † Madrid, 15 de octubre de 1841). Militar español.
Biografía
Hijo segundo del también militar y héroe de la Guerra de la Independencia, Diego de León y Canales, I marqués de las Atalayuelas, ingresó en el ejército en el arma de Caballería a muy corta edad y con 17 años ya era capitán. Participando en Andalucía en la Primera Guerra Carlista, destacó inmediatamente por su valor y decisión, haciéndose famosa su costumbre de marchar en los ataques al frente de sus lanceros y cargar allí donde el enemigo es más numeroso.
En Arcos de la Frontera, al mando de un escuadrón de sólo 70 jinetes, se enfrentó a una columna carlista, deteniéndola hasta que llegaron los refuerzos. Su comportamiento en esta acción fue tan heroico que su jefe ordenó se le impusiera en el mismo campo de batalla la Cruz Laureada de San Fernando.
Participó con éxito en la batalla de Mendigorría. Tomó Belascoain en 1838, mérito que le valió el título de Conde de Belascoain y destacó en sus acciones en el Maestrazgo. En 1840 fue nombrado Capitán General de Castilla la Nueva.
Miembro del Partido Moderado, a la caída de la regente María Cristina de Borbón durante el reinado de Isabel II, marchó al exilio en Francia. Más tarde, en 1841, se unió al alzamiento moderado de O'Donnell contra Baldomero Espartero, pero fracasó, fue detenido y fusilado el 15 de octubre de 1841.
Su arrojo final se ejemplificó en que no quiso aceptar proposiciones de huida y aceptó la pena que se impusiera por su intento de asalto al Palacio Real. Espartero fue inflexible e hizo ejecutar la pena de muerte. Desde la prisión se le trasladó al lugar de la ejecución a las afueras de Madrid. De León vistió su uniforme de gala. Al bajar de la carreta regaló unas monedas de oro a los soldados del pelotón y, una vez leída la sentencia sumarísima, se dirigió a los soldados y les dijo antes de dar él mismo las órdenes reglamentarias: ¡Que no os tiemble el pulso! ¡Al corazón! [1]
Su última carta a su esposa escrita la noche de antes:
Amada Esposa;Preveo que sobre estas líneas van a caer abundantes lágrimas; yo quisiera evitarte este dolor, pero es tan largo y acelerado el viaje que he de emprender que no puedo dilatar la despedida. Me dicen los amigos que la Sentencia que sobre mí ha recaído es injusta, pero cuando Dios la consiente la tendré merecida; por eso apelo a la resignación, que es el triste consuelo de los moribundos.
Indicarte los deberes que competen a la viuda de un soldado pundonor, sería ofenderte y no lo mereces, ni el trance pide argumentos de esta clase.
No solicites verme, no quebrantes con tu cariñosa presencia el vigor que necesito para morir como he vivido, ni busques duplicar tus dolores delante del que no ha de poder remediarlos.
Supla el cariño de nuestros hijos el inmenso amor de tu infortunado esposo y llévalos por la Senda honrada que anduvo su padre.
Quisiera estar hablándote toda la noche, por ser la última que te dirijo la palabra, pero hay deberes que me lo impiden.
El que vivió Caballero, es menester que muera Cristiano y el que merecerse a Dios, exige meditadas y supremas preparaciones.
Tuyo hasta exhalar el último Suspiro.
Diego de León, 15 de octubre de 1814
Existe en Córdoba una céntrica calle con su nombre, junto a la plaza de las Tendillas.
Notas
Fuente
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