Dionisio Solís

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Dionisio Solís Villanueva y Ochoa nació en Córdoba en 1774 y murió en Madrid en 1834. Cómico, violinista y autor teatral, estudió poética y retórica.

Desde 1793 hasta su fallecimiento trabajó como apuntador en la Compañía de Teatro de la Cruz.

En su memoria existe una calle cordobesa.

Obras

A un cortesano (soneto)

Dicen que eres mudable, don Pepito,

que fuiste de Manolo cortesano,

soneteruelo del francés tirano

y de sus odres perennal mosquito;

que mudando de altar, de culto y rito

fuiste, tras esto, muratista insano

y, para postres, del Nerón hispano

semanalmente adorador contrito.

Pero no dicen bien; el pueblo miente,

ni menos hay razón por que afrentando

te esté, y traidor y apóstata te llame.

Antes en eso mismo que insolente

te echa Madrid en cara, estás mostrando

cuán firme has sido siempre en ser infame.

Crítica de Juan Valera

Juan Valera escribió de Dionisio Solís en su Crítica Literaria[1]

Don Dionisio Solís fué un amable y modestísimo poeta, cuya vida y elogio ha escrito don Juan Eugenio Hartzenbuch con sencillo estilo y piadoso afecto.

Solís, cuyos verdaderos apellidos eran Villanueva y Ochoa, nació en la ciudad de Córdoba, en el año 1774.

Con relación á su talento y á su saber, adquirido sin maestros, por constante aplicación y desinteresado amor á las letras, su vida fué obscura, así como fué pobre y humilde el estado en que la avara fortuna le mantuvo hasta el día de su muerte en Madrid por el mes de Agosto de 1834.

Su más alto empleo fué el de apuntador en el teatro de la Cruz.

Aunque hombre pacífico y juicioso, y á pesar de la ninguna importancia de su posición, su ardiente patriotismo, que le llevó á tomar las armas [Pg. 283] y á combatir en Ucles por la independencia de España, y sus ideas liberales, moderada y candorosamente manifestadas, no dejaron de acarrearle disgustos, destierros y persecuciones por parte del Gobierno del Rey absoluto.

Fué Solís persona de muy afable trato, y tan entendido en el arte de la declamación, que el célebre Isidoro Máiquez oía á veces y estimaba mucho sus advertencias y consejos.

Solís estuvo casado con la apreciable actriz María Ribera.

Corno autor dramático, fué laborioso y fecundo, señalándose en traducciones y arreglos de dramas ingleses, alemanes, franceses é italianos, aunque bien se puede asegurar que sólo tradujo de las lenguas francesa é italiana y no de las otras.

Cualquiera que sea la opinión que tengamos sobre la necesidad ó conveniencia de la refundición de comedias de nuestro teatro del siglo XVII, no se ha de negar que, durante el primer tercio del siglo XIX, en que prevalecía el seudo-clasicismo francés, las más hermosas joyas de nuestros dramaturgos castizos se hubieran arrumbado y olvidado sin aparecer en la escena, á no haber alguien que piadosa, hábil y discretamente las ajustase al gusto moderno y á las reglas de moda. Esto supo hacer Solís, y por esto merece honrosa conmemoración y no corto aplauso. Por él revivieron [Pg. 284] en la escena y fueron gustadas y aplaudidas La villana de Vallecas, La celosa de sí misma, García del Castañar, El rico hombre de Alcalá, El Alcalde de Zalamea, Marta la piadosa, Por el sótano y por el torno, El escondido y la tapada y otras muchas obras que refundió con tino, imitando primorosa y diestramente el estilo y el lenguaje de los antiguos autores.

Compuso también Solís tragedias y comedias originales á las que Hartzenbuch atribuye no escaso mérito. Tello de Neira y Blanca de Borbón, fueron las tragedias. Fueron las comedias La pupila y Las literatas. Ni tragedias ni comedias originales llegaron á representarse nunca.

La más celebrada y hasta admirada labor dramática de Solís, fué su traducción en verso del Orestes de Alfieri.

Como lírico es Solís un poeta fácil, espontáneo y agradable. Sujetándose al gusto de su tiempo, sigue á Meléndez y á Metastasio en sus composiciones idílicas y amorosas, pero en las más de ellas resalta y prevalece algo de popular y de castizo, que recuerda la lozanía y la franca ingenuidad de los mejores romances y letrillas del siglo XVII. Graciosa muestra de ello es La pregunta de la niña.

Fuentes

  1. VALERA, Juan. Crítica Literaria (1901-1905): La poesía lírica y épica en la España del siglo XIX. I, pp 282-284

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