El Directo

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Manuel Ceular Luque "El Directo".

Manuel Ceular Luque "El Directo"

Nace en el año 1904, en la plaza de la Lagunilla del popular barrio de Santa Marina. De profesión guardagujas de la Renfe, pasando posteriormente a ser operario de SECEM (Electomecánicas) recomendado por su amigo Manolete. Tuvo en su juventud inquietud por el baile sin llegar a destacar en él. El apodo le provenía de su padre y estaba basado en un tren que había por aquel tiempo que le llamaban "El Directo".

La popularidad de este personaje se debe a que en los años de la posguerra se dedicaba a torear, con bastante arte, a cuantos "toros" imaginaba que le embestían en plena vía pública. Seguidor y amigo personal de Manolete iba a cuantos lugares toreaba, aunque no disponía de medios económicos su amistad con el diestro soslayaba tan grave inconveniente, ya que le regalaba la entrada.

Bajo los efectos del alcohol "toreaba" seriamente centrado en su imaginaria lídia arriesgando el físico, a veces realmente, por las embestidas de la circulación.

Sin apenas incomodar, sus reiteradas actuaciones hacían disfrutar del singular espectáculo en especial a la chiquillería de los barrios de Córdoba.

Su popularidad concitaba la presencia del “respetable” en los improvisados “tendidos” de la calle, cuando acometía tan peculiar y artística “faena” que prodigaba siempre que el "tiempo no lo impidiera" y con el tácito permiso de la “autoridad competente”.

El Directo llevaba a gala el ir de luto por su amigo el Monstruo desde su muerte en Linares.

Fallece en Córdoba el 29 de abril de 1968.

Hay muchas anécdotas que ilustran sus actuaciones toreriles callejeras y su interés como seguidor de Manolete. Se comentan las siguientes:


  • Su pasión como seguidor del "Monstruo" le llevó a la hazaña de desplazarse a Barcelona en un tren de mercancías, pasando calor, soportando viento y malestares, hasta recorrer los novecientos kilómetros que separan Córdoba de la Ciudad Condal. Al llegar a la plaza Monumental al verlo Camará sorprendido le dice: - ¿Pero Manolo, cómo has "llegao"? a lo que El Directo respondió: - ¡Cómo va a ser, pues en los topes de un mercancia!.


  • En sus continuas corridas callejeras hacía la parodia completa de una faena, desde el paseíllo hasta el arrastre. Muchas veces la gente que lo presenciaba tenía la ocurrencia de decirle frases o palabras como: ¡Olé!, ¡olé!; ¡qué te coge, qué te coge...!; ¡por la derecha que no embiste!. Él, miraba hacia el infinito y decía: ¡Va por ti, maestro, el mejor de los toreros!. Los espectadores acogían este brindis con aplausos.


  • Un día estaba actuando en una de sus corridas imaginarías por la plaza de San Agustín un gracioso -por no decir un malasombra- que estaba presente, sacó de la Taberna La Paz (San Agustín) un cubo de agua y se lo tiró con fuerza, quedando empapado de arriba abajo. "El Directo" paró la faena y dirigiendo una mirada imaginaría hacia la tribuna del presidente saludó y dijo: -Se suspende la corrida por lluvia. Recogió la chaqueta a modo de capote, se la echo al hombro y con paso torero se marchó.


  • Un subalterno en activo encargó al "El Directo" que llevara el traje de torero a su casa y como Manolo estaba bien "averiguo" con los efluvios del Montilla Moriles, tuvo la ocurrencia de ponerse el traje de luces por las calles de Córdoba y hacer una de sus faenas cotidianas, esta vez claro está, vestido de auténtico torero.


Testimonio Según Lucas León

El alcohol, la rancia tradición taurina, la necesidad de evasión de aquella realidad producía mártires como El Directo.
El resonante mito de Manolete hizo eco en él y a falta de morlacos urbanos a los que lidiar, El Directo toreaba todo lo circulante
.

Coreado y oleado por una grey infantil, interpretaba el “toreo vertical” templando una imaginaria muleta ante la primera moto o bicicleta que se tropezaba en su deambular por las dehesas callejeras.
La mayoría lo conocían y soportaban amablemente el evento, pero otros respondían airados y la frágil humanidad de El Directo quedaba comprometida entonces como si de un pabloromero se tratara.
Sus naturales tenían prestancia y estilo aunque su crónico olor a coñac mal digerido le restaban brillantez
.
Cabal y redondo en su ideal taurino, El Directo era como un Quijote entregado a una liturgia idealista, convirtiendo en miuras los molinos gigantes que los demás solo acertábamos a ver en forma de peligrosos automóviles.
No se sabe si fue la cirrosis o la embestida de un pitón de varios caballos la que mandó a El Directo a la enfermería final, en aquel trágico ruedo, en el reseco albero de un asfalto que había empezado a ser mortal de necesidad.
El Directo interpretó como nadie aquella suerte suprema reservada a los quijotes del espíritu y el ideal errante, su paseíllo, su lance último, hendió, heliotropo y oro, la puerta grande de un tiempo que estaba pasando de mísero a trágico.


Libro 5: La Fuenseca - Lucas León Simón

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