El sábado gris (1976)

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El sábado 24 de enero de 1976 a la diez de la mañana, convocados por la Asamblea de Parados, se congregan unas mil personas entre parados, sus mujeres y niños de corta edad, ante la fachada de la sede de los sindicatos oficiales del Régimen, situada en el Bulevar Gran Capitán. El motivo era cumplir lo acordado en asamblea: solicitar el subsidio de desempleo no contributivo a todos los trabajadores cordobeses en paro con cargas familiares. Los trabajadores se dirigieron a la Delegación de Trabajo, donde una comisión fue recibida por el delegado, Rafael Hurtado, al que le entregaron una relación de los parados que no cobraban desempleo, teniendo con éste una reunión de una hora de duración en la que el mismo planteó que quizás habría soluciones para los parados de la construcción.

Tras la reunión con el delegado de Trabajo, los manifestantes se dirigen de nuevo a la puerta de los Sindicatos, donde se tiene una asamblea en la que se acuerda ir al Instituto Nacional de Previsión-INP. Una comisión de la Asamblea de Parados, formada por Fernando del Rosal, Felipe Sánchez, Luis Massana, Antonio Perea, Antonio Amaro y Sebastián López se entrevistó con el director del INP, Martín Cabezón, a quien le expusieron las reivindicaciones de los parados, entre las que destacaban la agilización de los trámites para la percepción del subsidio por desempleo. El tono de la discusión con el director del INP fue muy fuerte, la comisión de parados expuso sus reivindicaciones con dureza y la discusión fue muy crispada. En torno al mediodía la comisión baja a la puerta del INP donde estaban los manifestantes esperando, se improvisa una asamblea y se decide que las mujeres y los niños marchen a sus casas y que el resto se encamine hacia el polígono industrial La Torrecilla. Algunos acatan lo aprobado pero otros permanecen junto con sus mujeres e hijos.

Para llegar a La Torrecilla los parados tenían que recorrer la Avenida de la Victoria por los jardines del mismo nombre. Como el objetivo era alcanzar el polígono industrial para realizar la asamblea, el grueso de la concentración circulaba por los jardines para no levantar sospechas, ya que eran casi mil personas. La policía eligió el lugar para su ataque donde la escaramuza quizás tuvo un menor coste político, al ser menos visible. Sin embargo las consecuencias del enfrentamiento fueron más profundas de lo que en un principio pensaron.

La "batalla" comenzó pasadas las doce del mediodía. Un Land-Rover y un autobús de la policía se abren paso entre la marcha de los parados por medio de los jardines. El grueso de la concentración los deja pasar para cerrarse después y tratar de continuar la marcha. Sin embargo, los vehículos policiales paran delante de los parados y los guardias bajan de ellos con las armas en la mano. El grupo, lejos de amilanarse, avanza. Un portavoz comunica a la policía que no se pretende ningún tipo de violencia y que sólo desean tener una asamblea con los obreros de La Torrecilla. Un cabo responde que los parados deben disolverse y que, si no lo hacen al segundo toque de silbato, comenzarán a cargar. No obstante, el grupo es contrario a disolverse y se producen insultos, forcejeos y golpes. En la barahúnda, una niña que iba a hombros de su padre con un cartel en el que estaba escrita la leyenda "Papá quiero pan" es arrojada al suelo. Antonio Amaro y Antonio Delgado acuden en auxilio de la niña y del padre y son golpeados con saña, siendo retirados con heridas en la cabeza por algunos de sus compañeros. Se desencadena un fuerte enfrentamiento entre policías y parados por los Jardines de la Victoria y Ciudad Jardín, barrio hasta el que son perseguidos algunos de los parados. Con una docena de policías heridos y otros tantos parados y numerosos detenidos, concluye por la tarde una jornada aciaga para los derechos de los trabajadores.

El lunes, día 26, se declara la huelga general en el sector de la construcción en Córdoba y su provincia, que se prolongaría durante 15 días. Una huelga solidaria más que reivindicativa, pues el Convenio Colectivo de la Construcción de Córdoba en 1976 era el más avanzado de España. El nombre de Sábado gris fue adoptado de forma natural y espontánea, tanto por los parados como por los albañiles, en las asambleas y reuniones que siguieron al día de los hechos. Quizás contribuyeron a su difusión poetas como Sebastián Cuevas, Papi y Cahue y algunos cantautores del grupo Kábila.

En aquellos acontecimientos y en todos los que tuvieron como protagonistas a los trabajadores de Córdoba y su provincia, hubo siempre un jovencísimo peón de albañil llamado Rafael Morales Ruiz que, -en bicicleta o a bordo de un viejo ciclomotor marca Mobylette, visitaba los tajos y centros de trabajo, seguía a los manifestantes, tomaba notas en las asambleas, espiaba a la policía y las reuniones de los obreros-jerarcas, arrojaba piedras y panfletos y hasta corregía las faltas de ortografía en las pintadas-, fue testigo y notario, de los más legales y de los más auténticos. Con el tiempo, con su esfuerzo y con su talento alcanzó el título de doctor en Historia Contemporánea por la Universidad de Barcelona

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