Francisco Jiménez de Córdoba

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Francisco Jiménez de Córdoba
Paquito Jiménez.jpg

Restaurador, pintor y escultor

Nacimiento: 2 de septiembre de 1939
Córdoba
Fallecimiento: 6 de abril de 1999
Córdoba

Contexto histórico

Décadas: 1970 - 1980 - 1990

Francisco Jiménez de Córdoba (Córdoba, 2 de septiembre de 1939 - 6 de abril de 1999) fue restaurador, imaginero y pintor. Formado en el taller de Antonio Castillo Ariza, ejerció como pintor y escultor, aunque siempre dijo que vocación era la restauración, especialmente de imaginería.

Biografía

Llamado en realidad Francisco Jiménez García, nació en Córdoba el 2 de septiembre de 1939. Llamado cariñosamente "Paquito el Poeta" se interesó desde temprana edad por la pintura y escultura, ingresando en la Escuela de Artes y Oficios y en el taller de Antonio Castillo Ariza como discípulo, taller en el que permaneció durante más de veinte de años como restaurador.

Casado con Victoria Parra Jiménez, fueron padres de dos hijos, Silvia y Francisco Jiménez Parra. Vivió en calle Muñoz Capilla, 9.

Trayectoria

Se independizó y comenzó a esculpir y pintar, unido a la restauración tanto de figuras escultóricas, pinturas o muebles antiguos. Su taller estaba en la calle Anqueda, número 3, en el barrio de las Costanillas, donde albergaba un auténtico museo repleto de restos arqueológicos y objetos curiosos cargados de encanto y evocación que sugerían el sentir de un pasado romántico irrecuperable. El patio de la casa del siglo XVII restaurada en los años cuarenta estaba lleno de restos arqueológicos entremezclados con hermosos geranios, gitanillas, cintas, claveles… todo un conjunto de arte floral, recreo la visión. Este patio fue presentado en varias ocasiones al Festival de los Patios Cordobeses, llegando a alcanzar diversos premios.

Una de la esculturas más conocidas es el Cristo Crucificado que realizó a finales de los años ochenta para una parroquia de Miami (Florida, EE.UU.). Como pintor realizó multitud de pinturas y dibujos sobre patios cordobeses y rincones de la ciudad que expuso en numerosas exposiciones. Pero su fuerte siempre fue la restauración de cuadros y esculturas de imaginerías. Estos trabajos fueron en su mayoría realizados fuera de Córdoba, como unas tablas de la Catedral de León del siglo XV; la restauración de la imagen de Santa María la Blanca patrona de Sigüenza (Guadalajara) o un lienzo de Zurbarán del Museo Diocesano de la misma cuidad. En Córdoba su buena labor restauradora quedó plasmada en el Círculo de la Amistad conjuntamente con Rafael Serrano, en las obras de Julio Romero de Torres que están expuestas en los salones de esta entidad, así como en la Virgen de Linares en el año 1985 o el paso de las Agustias y otras. Sin embargo ha sido conocido más por su neocostumbrismo como pintor al dominar el dibujo en diferentes estilos y técnicas.

Francisco Jiménez era una persona con estilo propio, aflable y cariñoso, sumamente independiente de los círculos artísticos y políticos; con cierto corte bohemio en su forma de vivir, aunque con estilos muy costumbristas en el vestir, pues iba impecable con trajes y adornos de estilo habanero; esto unido a su capa cordobesa en tiempos invernales.

Fallece el 6 de abril de 1999, cuyos restos mortales están een el cementerio de San Rafael.

Testimonios

El mismo Paco definía su vocación con estas palabras:

Esta profesión es mi vida porque cuando la desempeño me produce un gran disfrute espiritual. Lo mío verdaderamente es la restauración de imaginería, aunque también creo esculturas de mi invención, lo que ocurre es que ya nadie encarga imagenes. Pinto también cuadros de encargo porque es algo que lo he aprendido, pero mi especialidad es el restaurar.

José Cobos Ruiz de Adana catedrático de Historia - amigo personal de Francisco - definía su arte de esta forma en uno de sus artículos escrito en el Diario Córdoba: [1]


Adrede evité evocarlo en su décimo aniversario, cuando la primavera su tea enciende de fragancias apuntando a mayo. Lo hago ahora, cuando el sol aletea como pájaro sobre las jaulas del huerto donde, impregnados por el lirio y la buganvilla a la sombra del vetusto laurel y el limonero, tantos instantes pasamos juntos, al igual que en Anqueda 3, entre recuerdos y libros de museo, adosados al estudio y a la serena belleza de un patio con pozo de férrico pretil, junto al decapitado togado y donde basas y fustes marmóreos resplandecían con decrépitos capiteles visigodos o con un sinfín de vasijas, como testigos de vida que, para la preñada flora cuidada como hija, daba el agua. Patio popular, que el añorado Rafael Pineda perpetuase al quedar listo para el concurso que a Paco ilusionó. Porque, Francisco Jiménez García , maestro en decorativas y plásticas artes, amigo de Concha y mío, fue ante todo un entusiasta de cuanto tradicional pervive en esta urbe, la ciudad universal que le viera nacer cuando la guerra alcanzó su fin. Su lengua la mantuvo siempre afilada para quienes en almoneda la malvendían. Tanto la amó, que pasó a firmar con su apelativo, como Jiménez de Córdoba. Su característico andar con el bastón, el uso de la cachimba o del personalizado traje de larga americana y chaleco, con áurea cadena y reloj, lazo al cuello, capa y sombrero, lo que le daba porte de hacendado colonial de otra época, con una identidad tan peculiar que a nadie parecía indiferente. El y su buen hacer, como amante de antigüedades y costumbres populares, me dejó una imborrable marca, también la gratitud infinita hacia su persona; lo mismo que generosa fue su aportación a la imaginería, así como a la restauración o la pintura, de la que podrían dar fe artesanos y anticuarios y, entre ellos, Enrique Santos o el ebanista ermitaño de la calle Montero, Rafael Villar , o los hijos de éste, Mariano y Rafael , del que tanto aprenderían mientras vivió, y Jesús , el tapicero, Pepe Jiménez , el charolista y tantos que le respetaron, como fuera el caso de Miguel Salcedo, Manuel Garrido, Pepe Cruz , su amigo Guillermo Puya o el de sus discípulos, Antonio y Gabriel , sobrinos de su llorado maestro. Los palaciegos muros de la Escuela de Artes fueron testigos de sus inicios, si bien pronto trabajaría para el imaginero y restaurador Antonio Castillo Ariza , con el que permaneció entre 1954 y 1971, coincidiendo allí con Miguel Arjona, Pepe León, Paco García y Aurelio Sanchiz . De sus manos saldrían tallas notables y, entre ellas, un niño Jesús para la iglesia de Espiel, firmado en la planta del pie, o el crucificado que hiciera años después y que se venera en el Estado de Florida, en la parroquia Príncipe de la Paz de Sun City Center. Trabajó con sus compañeros en los tronos de las Angustias y del Rescatado y, como restaurador, contó en su haber con un amplio historial, debiendo mencionarse, entre otros muchos, sus trabajos que para la diócesis le encargara monseñor Laureano Castán , obispo de Sigüenza , donde se ocupó durante la década de los pasados setenta, tanto en el museo diocesano como en el cenobio de clarisas de Santa María de las Huertas o en la Mayor, imagen patronal de dicha población de Guadalajara. En nuestra ciudad, su buen hacer se plasmó en pinturas y restauración para particulares, instituciones y un sinfín de iglesias, entre ellas, la Catedral, las Esclavas o la iglesia de Villaviciosa, sin olvidar el museo diocesano y las realizadas para El Churrasco o el Círculo de la Amistad. Institución en la que restauró los Cinco Sentidos de Díaz Huertas y, con Rafael Serrano , la obra que allí colgara Julio Romero de Torres . Dominó el dibujo, así como estilos diferentes y técnicas, llegando a participar en diferentes exposiciones. Huella dejaron sus trabajos, algunos pasaron incluso por antiguos, al igual que las ilustraciones en libros y artículos de prestigiosos escritores, siendo sus cuadros de costumbres y de aves los que alcanzarían una mayor proyección en colecciones relevantes, como la de Prasa o la Ducal de Alba. No existió artista que plasmara con tanta facilidad de memoria iglesias como la de San Lorenzo o Santa Marina, y esquinas o fuentes como la de la Piedra Escrita y la Fuenseca, así como personajes o aspectos varios de la Sierra y de la cultura tradicional cordobesa, que tanto amó hasta su óbito, como se aprecia en su ingente obra. El era la ciudad y le bastaba. Por ello, merecería ser reconocido por todos, como ya se indicara en el homenaje que, en marzo del 2000, casi un centenar de artistas le tributáramos en el Centro Comercial Zoco. Evocación que el Consistorio de esta ciudad espero nunca olvide y al que sugiero que Anqueda, su calle de las Costanillas, donde con los jazmines la blanca cal de su tapial persiste aún teñida con el añil del cielo de su solar patricio, en adelante, sea conocida como la del pintor Francisco Jiménez de Córdoba.
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Se hermana la sensibilidad del artista cordobés con el gusto estético de la escuela castellana del seiscientos.
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Tal vez no exista en este país otro artista que tantas veces haya plasmado en sus lienzos y tablas las calles, plazas o personajes de esta ciudad tradicional cordobesa que el pintor tanto ama, con esa luz tan característica en sus obras, de pincelada ágil y suelta

Miguel Salcedo Hierro lo definía de esta forma en un artículo (In memorian) en el Diario Córdoba:


Paco Jiménez era un hombre extremadamente cariñoso y alegre. Había quienes lo consideraban extravagante a la hora de vestir; pero no se ponían a pensar que la elegancia consiste en resaltar la propia personalidad y que se debe utilizar la singularidad cuando se tiene categoría para hacerlo. Nadie más pulcro, atildado, pulido y educado. ¿Podríamos reprocharle que él mismo se elaborara sus joyas, sus bastones, sus objetos de uso personal?

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Los que tuvimos la dicha de conocerle sepan que hemos perdido un cordobés de pro.

Galería de Imágenes

Referencias

  1. Jiménez de Córdoba, in memoriam, en el Diario Córdoba, 9 de mayo de 2009.

Bibliografía

  • Francisco Jiménez de Córdoba un restaurador de imaginería. (Diario Córdoba 25 de septiembre 1979)
  • Muere el pintor escultor y restaurador cordobés Francisco Jiménez. (Diario Córdoba 7 de abril 1999)

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