La Coja del Pianillo
Personaje muy singular de mediados de los años 40 y parte de los 50 del siglo XX. De edad más bien madura, facciones agitanadas, con faldón largo que escondía su cojera; pelo negro y moño recogido al que en verano incorporaba un buen ramo de jazmines. Andar a golpes de muleta bajo el brazo derecho manejada de forma magistral. Muleta formada por un palo lago que terminaba en una cruceta a semejanza de las imaginadas en los piratas.
Su instrumento de trabajo era un organillo montado en un carrito tirado por un borriquillo adornado con madroñeras y cascabeles. Le acompañaba por un mozo que le servía para guiar al rucio y para dar vueltas al manubrio, mientras la Coja amigablemente y de forma zalamera y confiada, con un platillo metálico en la mano izquierda, pedía a los acomodados clientes de los cafés una ayuda en agradecimiento por la alegría musical que les ofrecía mediante el acompañamiento de pasodobles, chotis, tangos, cuplés y fragmentos de zarzuelas.
Terminado el concierto volvía al artilugio sonoro, saltaba a la vara de arrastre del carrito de un sólo y fuerte golpe ayudado por la muleta montándose a la grupa y partía llena de alegría continuando su camino hacía los diferentes cafés en su ronda cotidiana: Café Chastang en de la Ronda de los Tejares; Cafeteria Dunia, Círculo Mercantil y Círculo de Labradores en avenida Gran Capitán y La Perla o El Gran Bar en la plaza de las Tendillas.
Posteriormente regresaba a la que era su casa, la Posada de Venceguerra, desde dónde salía diariamente en torno a las 10-10:30 de la mañana. Podía realizarse este acontecimiento musical gracias a que no era interrumpido por la menguada circulación de aquellos años. Todo un recuerdo de una época lleno de escasez y sobriedad pero a la vez de elegancia y refinamiento.
Hay que anotar una anédota de tintes taurinos que le ocurrió a la Coja del Pianillo que sino fuera por la tragedia de pudo suceder es digna de risa. Corría la primavera de 1953 según se recoge en crónica del Diario Córdoba.
Escenario, el puente romano cordobés. Un toro que era conducido al matadero se desmandó, ocasionando sustos, carreras y revolcones. Uno de éstos se lo llevo la "Coja", la del pianillo, que hubo de salir por "pies", para ponerse a salvo, mientras el burro sufrió un varetazo y a punto estuvo de ser destripado. El insólito hecho fue objeto del comentario gereneral"[1]}} La voces guasonas decían : ¡Anda que corres delante del toro más que la "Coja" del pianillo!. |
La Coja del Pianillo iba acompañada en ocasiones por El Feo, tan alto y tan formal con su gorra de plato, verdadero virtuoso del manubrio, cambiando de mano sin que se notara nada en la ejecución del chotis o pasodoble. Los niños de entonces se divertían gritándole cruelmente ¡feooo! y, saliendo después corriendo a todo trapo[2]
Referencias
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