Monturque (Rincones de Córdoba con encanto)

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Los pueblos
Rincones de Córdoba con encanto
Francisco Solano Márquez (2003)
[1]


Monturque / Entre el paisaje y la romanidad

Tras escalar el ‘monte de roca’ –tal es el significado etimológico del topónimo Monturque– a través de pendientes y blancas calles, como Padre Manjón, Menéndez y Pelayo, conocida por ‘Tumbajarros’, o Ramón y Cajal, el viajero puede tomarse un respiro en la plaza de Andalucía antes de continuar por la calle dedicada al alcalde Rafael de Lara, donde comienza el paseo por los encantos de la villa.

El primero que sale al paso es el restaurado torreón de la fortaleza medieval, construida por los musulmanes sobre cimentación romana y reedificada por los cristianos. Dos arcos ojivales se abren en la cara interior del sólido prisma, que se corresponden con las dos cámaras abovedadas del interior. La altiva presencia del torreón contrasta con las ruinas dispersas a sus pies, entre las que verdean las plantas –geranios, coralitos, papiros, alhelíes, romero– para mitigar así su desolación. El bello conjunto formado por la torre y el jardín arqueológico se puede contemplar a través de la verja. Poco más arriba la calle dibuja un ángulo y enseguida se alza la fachada, rematada por espadaña, de la iglesia parroquial de San Mateo, cuya sencillez no anticipa el mérito ni la antigüedad del templo mudéjar de principios del siglo XVI que sorprende en el interior, con sus tres naves separadas por blancos arcos apuntados apoyados en pilares octogonales. Tan ascética belleza contrasta con las capillas del Sagrario y de Jesús Nazareno, sobrecargadas de polícromas yeserías.

Al costado de la parroquia, sobre una pequeña meseta se extiende el paseo de San Mateo, sencillo jardín arbolado en cuyo contorno surgen algunas curiosidades, como otra perspectiva del cercano torreón medieval; la entrada al cementerio a través de una verja con la fecha de 1888; el museo municipal, y el mirador de los Paseíllos.

El cementerio, enclavado en lo más alto de la villa, atrae no sólo a los deudos de los difuntos sino también a los arqueólogos y a los aficionados a las antigüedades, que acuden a contemplar las cisternas romanas –‘las Minas’ las llama el pueblo– existentes bajo las tumbas, que constituyen un soberbio testimonio de ingeniería. Descubiertas en 1885, el conjunto consta de doce cámaras subterráneas intercomunicadas y organizadas en tres naves paralelas, abiertas al exterior a través de ventanucos circulares protegidos por claraboyas. En medio de las sepulturas sorprende a muchos visitantes el pabellón de cristal con la escalera de bajada a estas curiosas cámaras subterráneas, consideradas durante mucho tiempo graneros o incluso catacumbas.

Junto al cementerio una nave anuncia en su fachada ‘Museo Local’. Es el museo histórico municipal, que guarda en su interior secciones dedicadas a la prehistoria, las culturas ibérica y romana y la Edad Media. La visita al museo, que abre los domingos, se complementa con una ruta arqueológica que recorre el castillo, las cisternas romanas y el yacimiento de los Paseíllos.

Los Paseíllos llaman en Monturque a un elevado camino peatonal de trazado curvo que bordea el caserío por su vertiente nordeste, la más escarpada, y regala la mejor vista de la Campiña meridional y las Sierras Subbéticas. Serpentea el río Cabra, a cuyo paso verdean las huertas y el arbolado soto. Alternancia de viñas y olivares cuadriculan la fértil tierra, moteada de blancas casitas. Al pie del casco urbano la cinta gris de la carretera encauza el hormigueo del tráfico, cuyo rumor sube apagado hasta esta altura, enredado entre cantos de pájaros. Por la derecha las obras de la autovía hieren las oscuras colinas.

En la lejanía blanquean los pueblos del contorno; así, por la derecha, se extiende Lucena a los pies de su sierra de Aras, coronada por el santuario de la Virgen de Araceli; al frente Cabra se agazapa entre ondulaciones, bajo la vigilante mirada de su Virgen de la Sierra; azulean al fondo las escarpadas barreras de las Subbéticas; y a la izquierda yace Montilla sobre la línea del horizonte, no lejos de su sierra menor, pródiga en uvas de calidad.

Puede ser que el hermoso paisaje que se va desplegando a lo largo de los Paseíllos, y que adquiere sus mejores tonalidades bajo el sol del atardecer, distraiga al viajero del yacimiento arqueológico descubierto a espaldas del camposanto, correspondiente a la parte inferior de un edificio público en el que sorprende la calidad y el tamaño de los sillares de sus sólidos pilares, situados en el centro de un gran salón rectangular cuya longitud se aproxima a los 40 metros. El historiador Pedro José Lacort lo identifica con un criptopórtico utilizado como almacén de líquidos o granos. El misterio de su origen aumenta el encanto arqueológico del yacimiento, hasta hace unos años sepultados bajo las viñas.



Referencia

  1. MÁRQUEZ, F.S.. Rincones de Córdoba con encanto. 2003. Diario Córdoba

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