Ante la Esquina te Espero
Recuerdos Cordobeses [1]
No se trata de una cita, es el nombre que le dieron a una especie de cabaret -porque lo de “sala de fiestas” , se impuso mucho después- que estaba situado en la calle José Zorrilla a espalda del Gran Teatro, de Córdoba.
En realidad fue una reapertura, ya que el local fue inaugurado a principios de los años treinta con el pomposo nombre de “Club Femenino La Concha”, con señoritas camareras, orquesta, atracciones, etc.
“Ante la Esquina te Espero” causó impacto en Córdoba. Comenzaba la década de los cuarenta y a pesar de estar la gente recién salida de una guerra, con las estrecheces económicas que trajo consigo, el público acogió bien el local y siempre estaba lleno; su propietario fue Manuel Martínez "Tomasín", buen aficionado al cante y a los toros, aunque en esto último no pudo ser nada más que un buen torero cómico que usó el nombre artístico de “Tomasín”; como persona era extraordinario, simpático, bonachón, de complexión fuerte y daba facilidades para que en su local, todo el que lo necesitaba, se “buscara la vida” como él solía decir.
El local era sencillo, sin lujos de ninguna clase, las paredes pintadas casi de blanco, tenía tres puertas que daban a la calle, un largo mostrador y unas entradas que daban a la pista de baile, que era cuadriculada con cuatro pilares, que sujetaban la parte alta, con baranda corrida, muchas mesas, algunos reservados -que de usarlos tenían que tener las puertas abiertas- y dos escaleras.
Yo creo que el nombre de cabaret no era el más adecuado, ya que aquel local, también podía llamarse salón o bar; se inauguró con una orquesta, pero en aquellas fechas, se había formado en Córdoba una dinámica orquesta con sus músicos-cantores todos ellos excombatientes de nuestra contienda, que dirigía Pedro Orozco González, de la que mi hermano Manolo también era componente, y teniendo conocimiento el avispado “Tomasín” de ello, la contrató y fue cuando el negocio se puso de moda; los precios eran baratos. Había sección de vermut y otro que empezaba a las once de la noche; se podía ir con “señoritas” o sin ellas, porque allí solían acudir bastantes, y después de la hora del cierre, algunas “reuniones” se trasladaban a una venta de las afueras, para seguir la “fiesta”. “Tomasín” tuvo muchos inconvenientes para la apertura, por su situación tan céntrica, así como por ser paso casi obligado para ir a San Nicolás a San Hipólito, muchas personas se podían escandalizar por cualquier cosa, y efectivamente duró poco tiempo abierto, cuando se acercaba la hora del cierre, el buenazo de “Tomasín” se solía poner en el centro de la pista con las llaves y candados en la mano y con buena voz decía: -¡Señores, vámonos! ¡Un voluntario para pagar la multa!, se refería a la posible multa que le podían poner si se pasaba del horario autorizado, ya que estaba muy vigilado y serías estas cosas.
Una noche llegó al local una pareja de artistas flamencos, que alguien dijo que venían de Jaén (?), ella era joven, guapa, sin maquillaje alguno, vestida con sencillo traje de chaqueta color gris, él, algo mayor, bien vestido y en su mano un estuche de guitarra color negro y ojeaban el ambiente, por si podía haber trabajo, al correr el tiempo, esa joven sería la famosa Niña de Antequera, que murió en accidente de tráfico hace unos años, cuando se dirigía a Palma del Río para actuar, y de la que el maestro de maestros Pepe Marchena, dijo la noche que le fue impuesto en el Circo Price de Madrid, el emblema de Circuitos Corcellés en oro y brillantes. “...En mujer, es la que más se parece a mi estilo cantando”.
Por la cercanía de este establecimiento con la “Vinícola”, lugar de reunión de los artistas flamencos de la época, estos, se asomaban de vez en cuando para ver que “material” había y, una vez que otra, se enganchaban en buenas “juergas”, entre los muchos artistas que frecuentaban el lugar. Había un hombre delgado alto, serio, que cantaba flamenco cómico, sobre todo fandangos improvisados, además escribía monólogos, parodias, poemas y letras -el que esto escribe, en varias ocasiones le interpretó algunas creaciones suyas- cuando empezaba sus primeras manifestaciones artísticas-, el nombre de este hombre es -porque creo que vive por tierras levantinas- Rafael Marcos Zambrana, fue de humorista en varias ocasiones con espectáculos de Pepe Marchena, era conocido por “Marcos”, y cuando el popular cantaor Manolo El Malagueño grabó su primer disco, algunas letras con temas de Córdoba, fueron escritas por él, a pesar de su inteligencia tuvo poca suerte.
En la sala "Ante la Esquina te Espero", ocurrían las cosas más singulares, por las noches, había un hombre apodado “Leal” -por su honradez- que rifaba un pastelón cordobés de casa Mirita, del tamaño de un disco de gramófono grande, no olvidando que estábamos en el “año del hambre”, enseguida vendía las cartas; también era frecuente que entraran vendedores de todo tipo, de almendras, avellanas, tabaco, se vendían espárragos, conejos, zorzales, entraban limpiabotas, etc., quizás se abusaba de la bondad de “Tomasín”, pero eran tiempos difíciles y unos se divertían y otros se ganaban el sustento.
Como era de esperar, el negocio, por las razones que fueren, cerró, tras una reforma, se transformó en hotel, con nuevo dueño, más tarde, la piqueta acabó con él. En su lugar hay hoy un nuevo edificio dedicado a residencia de viajeros. “Tomasín” se marchó de Córdoba, ignoro si aún vive, ojalá pudiese leer estas líneas, la calle José Zorrilla cambió por completo su fisonomía y ya nadie más espera ante una esquina...
Situación de "Ante la Esquita te Espero
"Ante la esquina te espero" |
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