Calle Judíos

De Cordobapedia
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Situación
Une la plaza de Maimónides con la Puerta de Almodóvar
Barrio
Barrio de la Catedral
Otras denominaciones
Calle Maimónides
no se conoce
Transporte
Parada de bus: no
Parada de taxi: no
Puntos destacados
Sinagoga

Zoco Municipal
Casa Andalusí
Casa del Sefarad
Bodega Guzmán
monumento a Maimónides ~

La calle Judíos es una estrecha y serpeante calle del barrio de la Judería que une la plaza de Maimónides con la Puerta de Almodóvar. A la espalda del lienzo de la muralla árabe, es una calle de paso obligado para los numerosos turistas que visitan la ciudad por los numerosos monumentos que concentra y por la importancia de los puntos de interés que tiene.

Cerca de la plaza de Maimónides, la calle Judíos se ensancha formando una placita, la plaza de Tiberiades, donde se encuentra el conocido monumento a Maimónides. En efecto, hacia 1910 la calle se llamó calle Maimónides.

Video

Calle Judíos
Calle Judíos. Se observa la puerta de Sinagoga al fondo a la izquierda


Un abrazo de cal en Rincones de Córdoba con encanto [1]

Traspasada la Puerta de Almodóvar, la calle Judíos invita a adentrarse en su blanca estrechez, abrazo de cal que traslada a una Córdoba intemporal. No hay más que dejarse llevar. Es la calle un claro vestigio del pueblo que habita dentro de la ciudad, como un periodista foráneo dijo hace años: “Córdoba es una ciudad con un pueblo dentro”. La prisa hay que dejarla a extramuros; el tiempo se detiene en la calle Judíos, cuyo nombre guarda el eco de remotos pasos sefardíes camino de la antigua sinagoga.

Un fuste con capitel antiguo saluda en la esquina, y enseguida, sobre la fachada de la primera casa, la lápida conmemoradora de un cordobés ilustre:“En esta casa nació el día 3 de febrero de 1879 el historiador Don Antonio Jaén Morente”. En su Historia de Córdoba asegura Jaén que en 948 “fijan los escritores hebreos el traslado a Córdoba de las academias judías que existían en Oriente”, y eso explica que llegara a ser “la primera escuela de estudios talmúdicos”.

La envolvente magia de la cal transporta al viajero de maravilla en maravilla. Hilvana la calle innumerables encantos. Hay días en que el aroma que exhalan los vinos de la taberna Guzmán llega hasta la calle invitando a compartir tan irresistible atracción. La cabeza de un toro que estoqueó Martorell vigila la entrada de la bodega, oculta como una recatada dama al fondo de la taberna, mientras un amarillento texto proclama las bondades del vino, que “exalta la fantasía, hace lúcida la memoria, aumenta la alegría, alivia los dolores, destruye la melancolía, concilia el sueño, conforta la vejez, ayuda a la convalecencia y da aquel sentido de euforia por donde la vida transcurre leve, suave y tranquila”. Casi nada. En el aire ingrávido de la bodega flotan versos de poetas y las soleares de José Moreno "Onofre", cuyo retrato firmado por Povedano mira desde la tapa de una bota.

En la Casa Andalusí –tan amorosamente recuperada por el recordado artista Rafael Orti– Salma al Farouki muestra hoy a los turistas su Museo del Papel engarzado en patios seductores y estancias fascinantes donde los atauriques, los surtidores y la música ambiental transportan al medievo.

Si es miércoles y se pretende transitar por la calle, más valdrá dar un rodeo, pues suele taponarla una densa columna de turistas que a la puerta de la Sinagoga aguardan disciplinadamente su turno para contemplar el único resto de arquitectura hebraica que Córdoba conserva, fechado en 1315, que tanto emocionan a los sefardíes. Pese a que tras la expulsión de los judíos, en 1492, la sinagoga fue destinada a hospital de hidrófobos y más tarde el gremio de los zapateros instaló en ella la ermita de su patrono San Crispín, una certera restauración emprendida en 1929 por Féliz Hernández devolvió el primitivo esplendor a las yeserías, que guardan ecos de Granada y de Toledo.

Después de la Sinagoga la calle estrecha su abrazo y dibuja una suave curva; obsérvese que los muros presentan concavidades, que tenían por objeto permitir el paso del transporte. Tras dejar a la izquierda el angosto callejón que adentra en el Zoco municipal, la calle se toma por la derecha un cuadrado respiro para alumbrar la placita de Tiberiades, en la que reina, como si estuviera tomando el fresco en el patio de su casa, la sedente estatua de Maimónides, teólogo, filósofo y médico que nació en Córdoba en 1135 y murió en El Cairo en 1204, según informa el pedestal. Al labrarla en 1964 el escultor Amadeo Ruiz Olmos acuñó un retrato imaginario que desde entonces ha puesto rostro al sabio autor de la Guía de los descarriados, su obra más famosa. Se agolpan los turistas alrededor, sintiéndose transportados a Sefarad, y tocan el bronce con dedos emocionados.

La calle recibió al viajero con la lápida dedicada a Jaén Morente y le despide con la inscripción dedicada a otro cordobés preclaro, Rafael Conde y Luque (1835-1922), “rector que fue de la primera Universidad del Reino y eminente maestro de la ciencia del Derecho”, reza una laureada lápida donde la angosta calle busca la luz de la plaza de Maimónides, llena a menudo de turistas descarriados.

Referencia

  1. MÁRQUEZ, F.S.. Rincones de Córdoba con encanto. 2003. Diario Córdoba

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