Carnaval de Córdoba

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Al igual que en muchas ciudad españolas y europeas, en Córdoba se celebra el Carnaval las semanas previas a la Cuaresma, los 40 días que preceden a la Semana Santa. La "sección oficial" del carnaval se celebra en el Gran Teatro con el concurso de agrupaciones carnavalescas. De forma paralela, tiene lugar el carnaval en la calle, especialmente en el entorno de San Juan de Letrán y la San Agustín. Las fiestas terminan con una Cabalgata por el centro de la ciudad.

Historia

La historia de los carnavales en Córdoba se remontan al 30 de octubre de 1822, cuando se tiene conocimiento del primer encuentro carnavalesco que se produce en la ciudad. En un primer momento, la historia del Carnaval de Córdoba se recuerda por la plaza de la Corredera y por los barrios colindantes, para pronto pasar a los barrios de San Agustín, San Rafael, etc. con muchos participantes asociados al Centro Filarmónico, siendo sus primeros personajes de renombre que promocionaron y fomentaron la fiesta del Carnaval.

En medio de la Guerra Civil, se prohíben los carnavales en el año 1937, reduciéndose a partir de los años cincuenta a disfraces de salón en lugares discretos, aunque siguieron celebrándose de manera clandestina en la calle Montero, donde las máscaras eran perseguidos por la policía. Fueron famosos algunos personajes, entre ellos Antonio Santacruz " La Chicharitos", Rafael Caparrós "Caparrín" o La Paquera. No será hasta 1979 cuando se abren de nuevo los carnavales y en 1983 se celebra el primer Concurso Oficial de Agrupaciones Carnavalescas (COAC) en el antiguo Cine Góngora. Es en este certamen donde empiezan a relucir dos de las futuras estrellas del carnaval cordobés: Pablo Castilla y Antonio Navajas "El Pelos", que consiguieron los primeros premios de comparsa (Fantasía Gitana) y chirigota (Los Jaimitos), respectivamente.

En 2007 se celebró el 25 aniversario del concurso de agrupaciones carnavalescas, con sus más y sus menos, ya que un grupo hecho específicamente para dicha celebración, no tiene la simpatía de la actual Asociación Carnavalesca, que no cuenta con él para los actos conmemorativos. Este grupo, capitaneado por David Amaya "Agüito" hace una recopilación extraordinaria de los 25 años de concurso, pasando por un montón de autores y tocando todas las modalidades (comparsas, chirigotas y cuartetos).

Hasta 800 agrupaciones han desfilado por las tablas, primero, del Cine Góngora, más tarde del Palacio del Cine (1986) y finalmente en el Gran Teatro de Córdoba. Junto a los grupos, la incansable Rosario, madre de los hermanos Castilla, que regala claveles y su propia alma al finalizar la actuación de cada grupo.

Nombres como Antonio Cobos, Pepe "el lata", Miguel Amate, Paquito Luque, Pelos (padre e hijo), Cámaras (padre e hijo), Chache, Agüito, Pablo "el peluquero", Pepe Martínez, los hermanos Lara, Daniel Diaz "el Carvo" y un sinfín de autores, han regado de coplas cada año de carnaval.

Ahora es el turno de los más jóvenes, gente que saca tiempo de donde no lo hay entre estudios o primeros trabajos, entre novios/as y deportes, para ir poquito a poquito durante todo el año creando un repertorio simpático y con la mejor música posible.

Así, cuenta con la presencia de nuevos grupos o de reciente creación, con la ilusión y la fuerza que da la juventud. Cámaras, Pelos, Agüito, la chirigota de Aguilar, los de San Lorenzo, Ibañez, el cuarteto de informática, la chirigota de las niñas, la chirigota de las nenas, Manolo Martín, el cuarteto del Killo, del Pelos, del Vlado y del Madueño, la chirigota del Trenas, la chirigota de el carvo y tantos y tantos otros que están volviendo a levantar un Carnaval que parecía caerse. Algunos de ellos no tan nuevos, pero sí jóvenes.


El carnaval, como tantas otras cosas, estaba prohibido. Todo lo que tuviera que ver con el libre pensamiento, la crítica pública o el sexo formaba parte de lo proscrito y era inevitablemente atribuido a las turbas o al populacho.

Pero el domingo de carnaval, los maricones de la calle Montero o algunos vecinos de las plazas de San Juan de Letran y la Corredera, desafiaban más al tiempo que a la autoridad y hacían su pequeña mascarada.

La Butaca loca, Antonio Santacruz " La Chicharitos" , La Niña del Lunar, La Marquesa y La Paquera hacían lo que más le gustaba y que estaba en su naturaleza: vestirse de mujer. Vampiresas, Damas del Misissipi o émulas tetudas de Sarita Montiel desfilaban entre carreras, sustos y falsas alarmas de llegada de la autoridad en forma de policía municipal en bicicleta.

La mayoría no se disfrazaba y tenía una actitud temerosa y pasiva, porque el Carnaval de verdad sólo era un recuerdo en la mente de los mayores, que sabían de bailes en casinos y teatros, piñatas y murgas regaeras que en otro tiempo pusieron en solfa a una sociedad y a unos gobiernos menos represivos y mojigatos.

Pero aquellos eran otros tiempos, y el Gobernador Civil y Jefe Local del Movimiento, con su chaqueta blanca, dictaba un bando de prohibición de las llamadas Fiestas de Carnaval y había que atenerse a las consecuencias.
Consecuencias que sabían muy bien maricones, rojos o gitanos. Gentes de mal vivir y pensar.

El Carnaval del lunes y martes era más auténtico que el del domingo. Al ser días laborables había más participantes y menos mirones y, desnudos al pecado, desinhibidos por unas horas, La Butaca o La Paquera, paseaban provocativas, como antorchas de deseo, representando a un pueblo artero y deslenguado, pero libre en su fiesta.

Un Carnaval pobre, fiesta perseguida entre el invierno y la primavera, que quiso ser un ala abierta en un imposible pájaro de libertad.

Libro 5 Lucas León Simón

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